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Martes, 16 de octubre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. PINTURAS Y CERáMICAS RECIENTES DE CAROLINA ANTONIADIS

Fragmentos de entrada al mundo

Radicada en Buenos Aires desde sus 5 años, la artista rosarina regresó con una muestra que afianza su pertenencia a una tradición pictórica local, a la que reescribe desde un lenguaje contemporáneo y donde se inscribe plenamente.

 Por Beatriz Vignoli

Intimidad pudorosa, novela familiar freudiana, diario personal en clave: con estas aproximaciones a los temas recurrentes en la pintura de Carolina Antoniadis (Rosario, 1961) reseñaba en 2003 el crítico Fabián Lebenglik su exposición antológica El delito de la belleza, en el Centro Cultural Parque de España. En aquel momento sedujeron al público local sus telas neobarrocas, donde el arte y la autobiografía dialogaban con la moda en dorados bizantinos y motivos decorativos reiterados en una profusión alucinada. Pintora y ceramista, diseñadora y docente, discípula de Enio Iommi, Jorge Demirjian y Luis Felipe Noé, esta hija del hijo mayor del pintor Demetrio Antoniadis (Esmirna, Grecia, 1898; Rosario, 1965) vino desde el jueves al domingo a su ciudad natal para exponer sus pinturas y cerámicas recientes en Diego Obligado Galería de Arte (Oroño 29), donde se exhibirán hasta el 10 de diciembre.

"Algo expansivo, de estallido, de desequilibrio, de vértigo" es lo que ve Carolina Antoniadis en esta nueva obra que afianza su pertenencia a una tradición pictórica local a la que reescribe desde un lenguaje contemporáneo y donde se inscribe plenamente, siguiendo los pasos del abuelo. Cuentos de Clarice Lispector y de los hermanos Grimm, escenas de la niñez, muñecos y objetos misteriosos conforman las fuentes y los temas de estas pinturas donde colores radiantes que vibran en acordes exquisitos plantean distintas dimensiones en un mismo espacio pictórico: "El fragmento es como la entrada hacia un mundo", resumió la artista el sábado pasado en la galería durante una generosa charla con Rosario/12. Aquel mundo simétrico se ladea y complejiza. "Son collages... cuando armo la imagen del cuadro, edito distintas escenas. Hay el mismo escenario pero distintas escenas".

El dinamismo compositivo dado por las líneas diagonales se suma a las audaces y armoniosas combinaciones de color para evocar universos de abundancia. La síntesis casi abstracta de sus figuras a la vez intimistas y hieráticas recuerda a Silvestro Lega, representante de la escuela florentina de los macchiaioli: olvidados precursores italianos del Impresionismo a quienes ella tampoco conoce. Pero sin embargo, según Arnoldo Gualino, uno de los alumnos del macchiaiolo Giovanni Fattori fue un tal Ferrucio Pagni, quien fundó a comienzos del siglo XX junto a Mateo Casella y otros la Academia de Fomento de Bellas Artes en Rosario (Demetrio Antoniadis estudia en Rosario con el italiano Isidro Mognol). Habrá que investigar cómo el rescate del paisaje bajo la luz solar, la paleta tonal y la técnica gestual de estos artistas que producían al aire libre llegan hasta Musto y Antoniadis y de ahí a su nieta, fan número uno de los paisajes serranos en azules y lilas que su abuelo pintaba en los años 20 y 30.

El interés plástico de zonas del cuadro poco relevantes iconológicamente (y por eso cierto relativo "decorativismo") son rasgos comunes de estilo que ella reconoce en sus primeras obras. En 1987, esta cronista se encontró por primera vez con esas pinturas hechas en Buenos Aires pero capaces arrojar luz sobre el arte de la ciudad que siempre estuvo tan cerca. Eran las primeras pero ya asombraban por su belleza fractal. La suntuosidad de los planos decorativos disparó un nombre: Matisse. "Querida Carolina: Me has contado que has comenzado a dudar de tu obra: que pensás que por allí no es actual: que hay mucho de Matisse", escribió su mentor, Luis Felipe Noé, en respuesta al desasosiego detonado por el elogio. (La carta completa puede leerse en http://www.carolinaantoniadis.com).

Radicada desde los 5 años en Buenos Aires, Carolina Antoniadis volvió cada fin de semana con sus padres y su hermano a visitar a la abuela, quien había permanecido en Rosario. Hoy recuerda con deleite las glorietas del Parque Independencia, las tortitas negras y el olor a vainilla de una heladería por Avenida Pellegrini. Fue por esa zona, en el Museo Castagnino, que hoy tiene una obra suya (Cortar por lo sano, 1995), donde hubo dos exposiciones cruciales en su relación con el arte y con la ciudad. La primera fue una antológica de Demetrio organizada por Diana Dinis, que marcó su vocación por pintar. La segunda, en 1987, la exposición colectiva del efímero Grupo de la X, que Carolina integraba junto con otros destacados representantes jóvenes del arte contemporáneo: Jorge Macchi, Juan Paparella, Ernesto Ballesteros, Pablo Siquier, María Causa, Ana Gallardo, Andrea Racciatti, Enrique Jezik, Martín Pels y Gladys Nistor. "(El escultor Enio) Iommi fue el que nos convocó, porque él nos conocía a todos individualmente, y veía las dificultades que teníamos para insertarnos en el sistema, y entonces dijo 'bueno, juntémonos', y entonces citó a varios, y algunos trajeron a sus amigos; el grupo original era más chiquito", evoca la artista.

Allá por 1936, también eran nueve los rosarinos de La Mutual o el Grupo de los nueve: Demetrio Antoniadis, Eugenio Fornells, José Beltramino, Nicolás Melfi, Manuel Musto, Luis Ouvrard, Félix Pascual, Pablo Pierre y Augusto Schiavoni. ¿Azar?

Demetrio empezó como ferroviario. Con una beca del Ferrocarril Argentino pudo estudiar en la Escuela Belgrano, en Buenos Aires, y regresar como pintor y docente de arte. Carolina también es docente de arte y diseño. También fue becada. También se profesionalizó en su quehacer artístico y como diseñadora. Actualmente la representa la galería porteña Del Infinito, donde hizo dos muestras individuales resonantes: Pluscuamperfecto (2006) y Jugendstil (2011). Tiene una carrera internacional que incluyó en 2008 la exposición Urbanidades: 11 artistas contemporáneos argentinos y franceses, en el Centro Cultural Borges. Mostró en Santiago de Chile, Río de Janeiro (Brasil), Cuenca (Ecuador), Montbéliard (Francia) y Valencia (España). Dato curioso off the record y fuera de curriculum: compró obra suya Christopher Lambert, cuando vino a Buenos Aires a filmar Highlander.

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Sedimento (2011) acrílico y laca sobre tela de Carolina Antoniadis
 
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