CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. SE LANZó EL PRIMER NúMERO DE ROSARIO GONZO
Menos gonzo que nerd, los textos de la revista son literarios, irónicos, con un discurso subjetivo fuerte y de cierta fobia ante lo que se contempla, por más inocuo que sea, lo que crea una tensión estética interesante.
› Por Beatriz Vignoli
"Si la mayoría de los blogueros son pichones de Baudelaire escribiendo la 'Pobre Bélgica' de la última vez que salieron a la calle, ¿cómo puede matar el blog a la revista?", se preguntaba el poeta Cristian Di Napoli allá por 2007, a fines de la era pre Facebook, en un post todavía muy citado en blogs con nombres como "Detesto los blogs". Y predecía: "Un rosario de ironistas con departamentitis crónica no puede empalar a un sistema de cuatro o diez tipos que tienen que ponerse de acuerdo en un contenido".
Alvaro Marrocco, Cristian Oliva, Eloy Gauna y Damián Pettinari son, obviamente, cuatro tipos. Son de Rosario. Tenían departamentitis, pero están saliendo. Van a lugares como Luna. Vienen de los blogs y del periodismo online, algunos del Postítulo y Licenciatura en Periodismo de la UNR y otros de la ISET XVIII. Oliva dirige Central Mutante, sitio web de periodismo especializado en género fantástico (animé, cine, cómics y video games). Gauna trabaja en RosarioRock. Juntos pasaron, en reuniones de producción editorial, de la Internet al papel, en un camino inverso al que debió hacer la generación anterior. El resultado es el número 1 de la revista Rosario Gonzo, que se consigue en librerías y se publicita como "la revista más outsider de la ciudad bizarra", aunque exista la revista Apología, que es bastante más outsider. Esto es más fantasía y poesía.
El miércoles pasado, en la Subsede, el staff dio una clase teórica en Prezi de periodismo gonzo: "El periodista y el hecho son sólo uno; el periodista modifica el hecho, tanto como el hecho modifica al periodista. De esta simbiosis nace el periodismo Gonzo". Dieron un clima musical cool a la velada las chicas del dúo de bossa y jazz Meninas, quienes escriben también en la revista (aunque sólo en la edición online) y firman con sus iniciales. Bienvenidos a Guyland.
Menos gonzo que nerd o adolescentes tardías, las crónicas de la revista Rosario Gonzo en papel son literarias, irónicas, con un discurso subjetivo fuerte y de cierta fobia ante lo que se contempla por más inocuo que sea, lo que crea una tensión estética interesante. Evocan por su tono a la saga "El infierno tan temido" que Patricio Pron escribía para la revista El Vecino. Aunque el estigma blogger no se va así nomás. El dato, luminosa encrucijada donde el hecho y la palabra se encuentran, brilla por su ausencia. Una foto chistosa en la portada marca el tono autobiográfico y de club de amigos, pero los muchachos pronto se encuentran en problemas.
Sin salir de su casa ni dar precisiones ni fundamentos, Emanuel Caleca se ceba contra el periodismo de investigación de Rolando Graña. Los otros hacen lo que Douglas Coupland en Generación X llamó "bajofondismo" (slumming, en el original). Cristian Oliva se mete en un cine porno, se ensucia literalmente las manos y sale con un relato. A Eloy Gauna le da el estómago para comer (eso sí, con bastante asco) en "la casa del enemigo": un bar temático justicialista. Sin gastar ni un cassette usado, Alvaro Marrocco se ensaña contra el Ejército de Salvación.
Pero no todo es infierno: Cristian Oliva reencuentra los juegos (electrónicos) de su niñez en el paraíso de Bowling 10. Si bien Damián Pettinari en la edición papel avisa que su relato satírico sobre la Librería Longo es una pura ficción, en la edición web hay otro artículo donde aquello de "modificar los hechos" se presta a confusión: existen límites éticos que, por más que se invoque el prestigioso nombre de Hunter Thompson, si se los transgrede se cae en la misma corrupción que se denuncia. Un relato de Marrocco en la página web, "El artista que solo dibujaba ceniceros", ejemplifica lo que más bien sería Google journalism al meterse con un ser de la vida real: un sumariante de juzgado de instrucción de casi dos metros de estatura que lee y pinta en secreto en sus ratos libres, de quien sólo se conoce una acuarela de 24 x 28 centímetros fechada en 2001 y algo pasada de agua que formó parte de la feria navideña de la galería Stein en diciembre de 2002 y que valía poco más de 300 pesos hace dos o tres años. Ninguno de todos estos detalles aparece en la nota, ya que para conocerlos el autor tendría que haber estado ahí y no solo ante su pantalla navegando las calumnias que se tramaron en su momento en torno al personaje, el investigador judicial de un polémico caso en torno a una obra de arte en 2005. Más en http://rosariogonzo.com.ar.
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