Miércoles, 6 de febrero de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "FISCAL DE SANGRE" DE MARIO CASTELLS
Ya desde el título, en Fiscal de sangre (Colectivo editorial La pulga renga, Rosario, 2011), un poemario escrito en 2009 y firmado como su heterónimo Juan Ignacio Cabrera, el escritor Mario Castells (Rosario, Argentina, 1975) se apropia de una tradición de elaboraciones literarias paraguayas de un hecho histórico traumático: la Guerra Grande contra la Triple Alianza (1865 a 1870). En Hijo de hombre (la segunda novela de la trilogía que Augusto Roa Bastos iniciara con Yo, el supremo y concluye con El fiscal), el personaje de Miguel Vera menciona en su diario de guerra al sacerdote católico Fidel Maíz como "el fiscal de sangre en los campamentos de López". López es el mariscal Francisco Solano López, presidente paraguayo en aquella guerra genocida cuya épica trágica mezcla el son heroico y la endecha, el lamento. Desde aquel "Llora, llora, urutaú / en las ramas del yatay" del poeta antibelicista Carlos Guido y Spano (autor, sin embargo, de la famosa frase "Argentino hasta la muerte"), nada escapa a los intertextos de Castells, cuyos obvios modelos son la Ilíada de Homero y "Ese general Belgrano" del poeta rosarino Aldo Oliva.
El fiscal del caso es un tal Juan Ignacio Cabrera, un ente de ficción, un estudiante bonaerense de Historia nacido en 1983 y emparentado con el autor a través de una dudosa tía: María de la Cruz Cabrera, "memoria viva de nuestra familia", como se la nombra en la dedicatoria. En un juego de identidades más digno aún de Cervantes que de Fernando Pessoa (poeta portugués de quien Castells toma el concepto de "heterónimo"), el autor añade una "Nota final del compilador".
Allí da cuenta de las discusiones estéticas entre el épico Cabrera y otro heterónimo, un lírico llamado Miguel Angel Soler, quien tiene inéditos sus "Cuadernos del derramadero". O así lo aclaran en una nota al pie "los editores": un desdoblamiento más del proteico Castells, quien encima se queja de ser acusado por ambos dobles de un "barroquismo plebeyo". El poema está articulado en "pliegos", como si fuera un expediente judicial. Se inicia con un exordio dirigido al Mariscal, donde éste cobra su propia voz a través de pasajes extraídos de documentos históricos. La de Fiscal de sangre es una épica pictórica, mediada por el imaginario bélico del cine y la plástica. Las imágenes resultan bellas a su pesar, sin renegar del extremo horror de lo que narran.
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