Viernes, 9 de junio de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › NUEVO DISCO CON DIEZ POEMAS DE JUAN L. ORTIZ
Sebastián Macchi, Claudio Bolzani y Fernando Silva, con "Luz de agua" plasmaron en bellas canciones una recopilación de poemas de Juan L. Ortiz, donde se luce la propia voz del notable entrerriano.
Por Edgardo Pérez Castillo
"Al leer en voz alta las palabras escritas suelen animarse y expresar algún sentido a través de la propia voz". Es probable que al repasar la oración que encabeza el texto introductorio de Luz de agua se encuentre la clave del bello disco creado por Sebastián Macchi, Claudio Bolzani y Fernando Silva. Porque a lo largo de las diez canciones que componen la placa editada por Shagrada Medra --y que mañana a las 21.30 se presentará formalmente en el Centro Cultural Parque de España, sumando a Leandro Drago y Carlos Aguirre como invitados--, la decena de poemas escritos por Juan L. Ortiz cobran un vuelo renovado, a partir de la creatividad de Macchi, responsable de prestar su música a las bellísimas imágenes de Juanele.
Y es la voz del poeta entrerriano la que --presentada por el cuidado trabajo interpretativo de Bolzani y la melódica entonación de Macchi-- sobresale a lo largo de los casi cuarenta minutos en los que transcurre el disco. Porque las palabras tienen preponderancia en Luz de agua, sosteniendo una intención originaria de Macchi. "Fui muy respetuoso con la música que tiene cada poema --recuerda el músico a Rosario/12--. Todos los poemas tienen una música propia, incluso muchas veces Juanele tiene directamente imágenes musicales, habla de arpas, del canto del viento con el álamo, imágenes muy puntuales que también fueron disparadores. No me gustaría pasar por alto esas imágenes".
Producto de esa coherente veneración al autor y su pluma, las composiciones sorprenden con giros imprevistos, reforzadas además por una concepción musical que, inteligentemente, no se ata a ninguna moldura folclórica. Salteando toda posible obviedad, Luz de agua tiene sí una innegable sonoridad autóctona, pero no restringe el abanico y permite la aparición de diversos climas, desde algún bossa hasta el aire casi spinetteano de Fui al río pero, sobre todas las cosas, de la canción como género en sí. Así lo entiende también el propio Macchi: "Lo folclórico está como dentro de otros colores, dentro de un universo musical, pero no estrictamente ahí. Porque tampoco la poesía de Juanele me parece que lo vea así. Es súper entrerriana pero desde una óptica universal. No es estrictamente paisajística, folclórica tradicionalista, para nada".
Asimismo, a la versátil gama rítmica del disco se le agrega la sensación de que cada una de las composiciones es permeable a innumerables posibilidades de reinstrumentación. Y si bien la elección de una sonoridad cálida (donde se equilibra cierto despojo con la presencia de matices sutiles) evidencia el cuidado artístico del trío, la estructura de las obras permite imaginar una infinidad de sonidos dentro de cada una. Porque allí está "Rama de sauce", permitiendo una base en la que podrían convivir con naturalidad los instrumentos acústicos con sintetizadores y (aunque suene a sacrilegio) hasta bases electrónicas. De alguna manera, ese efecto es simulado por los propios músicos, según admite el compositor: "Ahí hay instrumentos acústicos modificados, un berimbao que está tocado con el arco y con unos efectos y parece un sintetizador. Después Leandro Drago toca teclados en algunos temas, pero desde un lugar como si fueran pinceladas. Ese fue el concepto, resaltar algunas cositas que estaban, ésa fue la idea".
Con todo ello, Luz de agua es una obra que obliga a una escucha relajada. O, probablemente, numerosos acercamientos a una poética inagotable en imágenes sugeridas. A una música que abre nuevos horizontes en cada uno de los arreglos que se escabullen detrás de la pluma de Ortiz. "La idea era tratar de ser lo más fiel posible a lo que nos genera la poesía de Juanele. Y su poesía tampoco es para leerla a los apurones, porque cada uno te propone meterte en un espacio sin tiempo, por más que sean dos páginas o seis palabras. Es un lugar medio detenido en el tiempo, y el disco quedó así, con una música muy contemplativa, pero también es porque la poesía deparó eso", explica Macchi. Y allí, como en esa primer oración introductoria, quizás radique la esencia misma del disco.
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