Viernes, 9 de junio de 2006 | Hoy
Por Beatriz G. Suárez
"Sé que hay algún avaro lugar donde se guardan pedazos del paisaje, escenas incompletas como cualquier escena de este mundo, poblaciones y gentes aferradas a un solo atardecer, a una sola tormenta..."
(Olga Orozco. Pequeños visitantes)
Hoy a las 13 horas en Munich empezará a rodar entre botines, como un mundo que fuera de rama en rama y en silencio, en el tenaz universo de las cosas. Demasiado redonda, en combate, guerra mundial suave, Túnez contra Suecia, Australia con Japón, un trozo irrecobrable de Inglaterra en sábanas argentinas donde casi no se juega. Sorpresivo paisaje el de la pelota. Sube, baja, se mete, hace millonarios; una rotación de jugadores la maneja y por la caja negra nos convencen de algo más que el destino. Nacerá preciosa en Alemania para inaugurar el paraíso y clausurar por treinta días a los pájaros negros. El humo de las casas elevará el invierno a la categoría de bandada y un grito solo y sordo va a hacernos perdurar en tentación de goles. Multitud de sudarios. Camino heterogéneo el del fixture. El técnico enigmático va probando variantes, Tevez aquí, mis suspiros allá, dondequiera que vaya la pelota llena de tempestad marca al país entre emboscadas brasileñas y ausencias uruguayas. El mundial de fútbol empieza hoy y con él los termómetros. Qué más. Incalculable posesión, vértigo fantástico, heridas de novela; resultados de balón nos bañan y la cerveza enciende musas azules o heroicos celeste y blancos dos minutos antes de pecar en las manos de Peker man. Alcantarillas de supuestos titulares donde la pelota encandila y la tarde del alma entonces brilla por la reunión y los asados más que nunca. Cosa rara que empieza hoy y en un mes de madrugadas dice basta. Rosario en los bares usa palabras roídas por campeonatos semejantes y entre delanteros de pizza invita a escribir hojas por anticipado. Gritos o tiros libres. Parece que existiera un motivo, una causa de reuniones y no este viento permanente, esta emoción cotidiana que simula seres y multiplica cifras en la trama. El mundial al corazón que late a oscuras. Vuelve a la selva conocida, desanuda serpientes, congela incertidumbre, cede a la vigilia su perfume flotante. Desde la honda ignorancia se ruega ganar, todos y cada uno en amplia galería de espejos donde se ve el infinito de la argentina minúscula. El mundial borda un presente y sepulta la congoja. Porqué sí, por Francia, Togo, Ghana y otras acumulaciones. Bolivia a pruebas de silencio aún. La pelota pone al país en un cuadro, dota al azar de risa inalterable. Procesiones, jugadores en estampita, ritos, cábalas, canchas donde resucitar nombres. Trizados de pasión, hombres en ráfaga surcen el cielo y aparecen milagros. En el arco de cada uno la pelota perfecta provee elocuencia. Algunos se confunden con la dignidad que parecía excluida. Ecos de alabanza, soplos de importancia, la inconfundible aventura de la vida en Europa como un grano de sal en toda la tierra. Europa monarca sobre las calles de Rosario. Con trozos de fiesta que agoniza cada 45 minutos.
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