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¿Será necesario ir a Girona y alojarse en el Llegendes hotel para mirar, para dejarse asaltar por el recuerdo de lo mirado y las iluminaciones del presente que lo traen hasta acá? Acá es el puerto elegido para no abandonar jamás. Acá es esta especie de barca quieta en la que zumban moscas que insisten en la fugacidad, el final, lo perdido, lo inevitable. Aunque siempre, de la penumbra, del silencio, emerja un eco. Un pasado suspendido en la continuidad del imperfecto, de lo no acabado.

Lo extraño es la puesta -﷓casi teatral-﷓, el escenario que igual se abre a un universo distinto, áureo, a una respiración asmática que susurra el relato, lo deslíe, como a una tela antigua o como a lo que el tiempo depositó en el fondo unas aguas todavía límpidas.

Lo extraño es el pórtico, un aviso ( ¿"Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate"?) y extraña también la libertad para leer, un orden indeterminado ﷓-el lector podría barajar las páginas sin número﷓-, aunque... hay un índice, siempre habrá un índice.

Lo habitual es el recorrido casi indiscreto por un pasado que vuelve, por un amor al que siempre se insiste en regresar: la escritura rigurosa, sólida, ¿el soporte o la entrega?

No habrá que ir a Girona para que las moscas vuelvan a recordarnos algún milagro.