Grela inédito, la hermosa exposición antológica de obras poco vistas de Juan Grela hasta el 15 de diciembre en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río), evoca un chiste de elefantes. ¿Cómo esconder un Grela de 23 metros cuadrados durante dos décadas? ¿Cómo se hace para que un mural monumental, una pieza clave del arte rosarino, no sólo haya estado guardada en cajas de embalaje durante veinte años, sino que ni se la haya mencionado a los historiadores? La mural (sic), cuyo proyecto y realización llevó en total desde 1971 a 1989, se expone por primera vez al público gracias al montaje que en colaboración con su equipo realizó Rodolfo Perassi, el discípulo de Grela que lo secundó en la aventura de esta obra entre 1983 y 1989.

Perassi, el curador de la muestra, es artista plástico y montajista del CCPE. Fue él quien propuso al director Martín Prieto la idea de celebrar los veinte años de la institución con esta antológica de su maestro que incluye, entre otras obras y documentos también de gran valor, una pieza a partir de cuya exposición la historia del muralismo y del constructivismo rioplatense no volverá a ser la misma.

La muestra reúne más de 100 pinturas, dibujos, grabados, collages, assemblages, fotos de archivo, libros anotados y cuadernos. Las obras proceden de las colecciones de Jorge Ocariz, Rafael Sendra, Cristian López, Norberto Puzzolo, José Luis Ameriso, Norma y Emilio Ghilioni, Juan Carlos Castro, Pablo Tolosa Méndez, Mario Oks y otros. El dibujo más antiguo es un autorretrato de 1939 y la pintura más reciente data de 1992, año del fallecimiento del artista.

En otro tramo de las salas se exhiben prolijas notas de puño y letra de Grela. Allí el origen de la Mutualidad de Artistas Plásticos, dirigida por Antonio Berni, consta como una idea del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros en 1933: el año de su viaje a la Argentina. Berni, quien colaboró ese año junto a Juan Carlos Castagnino y Lino Enea Spilimbergo en el mural Ejercicio plástico que el mexicano dirigiera en el sótano de la quinta de Natalio Botana, polemizó luego con Siqueiros en 1935 proponiendo que los murales fueran transportables.

La mural fue una solución perfecta al problema, hallada décadas más tarde por un discípulo de Berni mientras hacía escuela en Perassi. La mural es como denominó Juan Grela al assemblage policromado desmontable de 215 fragmentos de vidrios encontrados, un gigantesco rompecabezas articulado mediante 210 pernos coloreados que cubrió 23 metros cuadrados en altura de la casa que habitaría con su familia el comitente y propietario del mural, Gustavo Soboleosky, en Alvarez Thomas 2428. Resulta casi imposible abarcarla de un solo golpe de vista, pero su composición es tan impecable que prácticamente cualquier detalle del conjunto se percibe como una totalidad. El bello mural abstracto es sin duda el eslabón perdido entre dos períodos de Grela, que también se pueden ver en la muestra: la figuración de síntesis geométrica en los años 60, inspirada en los barrios (ruptura con su obra realista del grupo Litoral, de la que hay aquí algunas piezas), y el surrealismo abstracto de los años 80 y tempranos 90.

Hay un cálido relato en texto de sala y de catálogo por Perassi, quien además fue discípulo de Julián Usandizaga y justo en estos meses, por una feliz casualidad, expone reproducciones de su propia obra en colectivos de línea de la empresa Las Delicias.

Volver a contemplar los puzzles de Perassi de los años 90 luego de ver La mural es como volver a oír una canción en una lengua extranjera desconocida luego de haber aprendido el idioma. La influencia de una obra sobre otra se deja leer. Si dos rasgos no caracterizan a Perassi son la parquedad y la reclusión, por lo cual no se explica cómo La mural ni siquiera llegó a convertirse estos años en un mito oral similar al de otra obra maestra oculta: el mencionado Ejercicio plástico (1933), que estuvo atrapado en contenedores más o menos durante los mismos años.

Desenterrar este mamut maravilloso es un acto de justicia con la historia; antes que lamentar la demora, cabe celebrar el hallazgo y esperar que se lo pueda seguir viendo en la ciudad. Por lo demás no es tan invisible el resto del legado del maestro, de quien en años recientes hubo dos exposiciones retrospectivas en el Museo Castagnino (una en 2007 y otra en 2011) y no una sola, como erróneamente figura en una entrevista al curador realizada por otro medio de comunicación local.

Ambas exposiciones fueron curadas por Nancy Rojas, autora con Yanina Bossus y Fernando Farina del libro Juan Grela. Compromiso y arte (2007), editado por el Museo Castagnino. En 1968, la Editorial Biblioteca Vigil había editado Juan Grela G., de Ernesto Rodríguez, libro inhallable hasta su reedición en 2013 por Yo soy Gilda (editoras: Lila Siegrist y Georgina Ricci) e Iván Rosado (editores: Maxi Masuelli y Ana Wandzik). En la presentación se expusieron varios "Grelas inéditos". Habría que reeditar Una mirada sobre el arte y la política: Conversaciones con Juan Grela (Rosario, Homo Sapiens, 1997), un trabajo académico clave del historiador de arte Guillermo Fantoni.

Pese a cohabitar una misma ciudad, los diversos investigadores parecen haber trabajado en universos paralelos. No hay que olvidar, en la difusión de la obra de Grela, al galerista y editor de carpetas de grabados Gilberto Krasniasky, ni las ediciones realizadas por Emilio Ellena. Y desde 2011 pueden verse en Internet los dos capítulos sobre Grela de la serie de documentales Color natal, de Señal Santa Fe.

Una deuda que tiene aún Rosario es con Haydeé "Aid" Herrera, artista plástica y mucho más que una musa o amantísima compañera de Grela. Hay varios retratos de ella y una obra suya en la muestra.