"Como decía María Elena Walsh, el humor es el buen modo de la desesperación. En los momentos más terribles uno se salva por el humor, o recurre al humor para salvarse", destaca Lauro Campos, el experimentado director y dramaturgo que sigue encontrando allí, en el humor, el medio para seguir nutriendo su fructífera trayectoria. Tomando como contexto a la última dictadura militar, Campos le dio forma a Intensiva en casa, obra que se focaliza en una familia movilizada en torno a la delicada situación de salud de uno de sus referentes.

Un cuadro que no parecería encontrar directa relación con el disparador inicial del proyecto: a poco de la asunción de Mariano Rajoy, Campos y su mujer estaban junto a unos amigos en Madrid, donde presenciaron una manifestación en contra del flamante presidente. Ante la consulta del director rosarino sobre la inminencia de una protesta, la respuesta fue contundente: "Para éso lo han votado, para que arregle pronto". "En ese momento me quedé pensando... son iguales que nosotros! --recuerda Campos-- Entonces pensé de dónde venimos: de España, Italia,d el Mediterráneo. Nosotros elegimos a alguien y queremos que pronto arregle todo, pero en un país no funciona así. Tampoco funciona así en la sociedad, en la célula de la sociedad, que es la familia. Hay idas y venidas, contradicciones, secretos, cosas que no se dicen. Es muy complicado y muy complejo".

De regreso a la ciudad, Campos decidió entonces abordar algunas de esas temáticas, sin perder de vista al humor (un aliado histórico de sus creaciones) como medio. Así llegó a la confección de "una pintura piadosa acerca de una familia donde hay una persona en estado límite, cuyas mentiras y cuyo devenir no han hecho feliz a la familia". "En ese estadio en que se encuentra el verdadero protagonista de la obra, no puede defenderse: se supone que puede escuchar todo lo que le dicen, pero hay que ser muy cauteloso. Pero la familia en realidad es muy impaciente y no quiere ser cautelosa, está llena de reproches", apunta el autor y director.

Y agrega: "La obra tiene que ver con la familia y la historia argentina. Al estar ubicada en un atardecer en pleno proceso militar. En la dictadura, esto de tener que parecer correcto, tener que parecer derecho y humano, tener que parecer lo que no se era, éso era una constante. Esa ubicación en la época, también ayuda a que el clima que se va gestando sea especial".

En ocasiones, ante situaciones similares es la muerte la que termina destapando secretos, liberando voces antes censuradas. Campos, en cambio, elige poner a su personaje en el límite. "Está todavía vivo y nadie sabe cuál va a ser el final. Ni la familia ni él han sido claros con las situaciones del entorno. Todo lo que digo en la pieza lo hago con una compasión infinita, porque es como me parece que tienen que movilizarse las personas. Por ahí parece duro, porque el humor negro lo es per sé, pero en el fondo hay una comprensión hacia el género humano, hacia la diferencia. La aceptación de la diferencia es lo que más nos cuesta. Soy muy asiduo al Facebook, a los medios, y me duele mucho cuando los lugares de discusión no son tales, sino que son lugares de confrontación. Me parece que el disenso es maravilloso para exponerlo de una manera respetuosa, para llegar a un acuerdo o a un statu quo donde si la situación es irreductible yo te respeto. Donde voy a defender siempre mi postura, pero soy capaz de dar mi vida para que puedas decir tu postura. Eso me encanta, no me gusta la pelea estéril. Y por éso está escrita la obra", concluye.