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"Encontramos que las mujeres, protagonistas de esta historia, tenían una radio", escribe Mabel Loisi, presidenta del Consejo Profesional de Radio de Argentores, en el prólogo de Historias presas, el libro de relatos de vida de las detenidas del Instituto de Mujeres de Rosario que producen y transmiten, desde la Unidad Carcelaria número 5 de Rosario, un programa de radio, emitido los jueves por FM 91.3 Aire Libre Radio Comunitaria. El libro (que se presentó a fines del año pasado en el Auditorio de Argentores, en Buenos Aires) fue publicado por el Consejo Profesional de Radio de Argentores, que además premió al programa, reconociendo así en su obra como guionistas del mismo a estas "mujeres guerreras que luchan por cortar cadenas a orillas del mar abierto", como ellas mismas se definen mediante una potente imagen alegórica en el mural que pintaron en el penal en julio de 2012.

Así, en 2014, ellas recibieron de Argentores el galardón Susini, réplica del micrófono con el que Enrique Susini realizó la primera transmisión ininterrumpida de la radiotelefonía. Recibieron es un decir: no fueron autorizadas a salir ni a viajar. Estuvieron ausentes de la ceremonia que se realizó en el teatro Maipo de Buenos Aires. En Rosario, el programa había sido declarado de interés municipal en 2009 y obtenido un Premio Juana Manso 2010; en medios digitales lo ganó su blog www.mujerestraslasrejas.blogspot.com.

Las impulsoras del programa desde una ONG y editoras del libro son Raquel Miño y Graciela Rojas, tesistas de la Maestría "La Sociedad y el Poder desde la Problemática del Género" (UNR) y fundadoras de la ONG "Mujeres tras las rejas", cuya misión de "hacer visibles a las mujeres presas y sin voz" nació tras el Encuentro Nacional de Mujeres en Jujuy en 2006, donde se debatió la situación de Romina Tejerina. Ese año, ingresaron a investigar en la Unidad 5 de Rosario las condiciones de las mujeres privadas de libertad, investigación que se plasmó en 2013 en otro libro: Nadie las visita, publicado por la UNR.

Si Nadie las visita, como escribió Ana Laura Piccolo, es "un libro imprescindible para entender la vida dentro de los penales femeninos", Historias presas es igualmente imprescindible para comprender qué las llevó allí. El delito, sí, pero el delito como salida a una vida ya encarcelada desde antes por la pobreza, con todos sus males: el maltrato, el narcotráfico, la maternidad precoz. Las protagonistas de estas once historias de vida logran ellas mismas, en su trazo de escritura autobiográfico ficcionalizado, contundente, crudo y directo, una potencia de denuncia social que la literatura más "profesional" les debe. Son relatos trágicos, historias que duelen.

El dolor que contagian estas historias es el de la injusticia de un sistema que priva a algunas de todo para luego castigarlas duramente si pretenden, a como dé lugar, superar las privaciones (o vengar las vejaciones) padecidas por ellas o por sus hijos e hijas. Transcurren en vidas donde los niños son hombres, donde los hombres son crueles, donde el enamoramiento es un pasaporte de ida al infierno y donde los nombres amados se escriben en el cuerpo y se borran con fuego de la piel. Felizmente, ellas no ceden en su lucha por la dignidad y a veces logran dibujarse encima una historia mejor. Además de las tragedias, también hay en este libro historias de solidaridad.

Así, al gris destino de Adelaida Azueta ("La visita") y a la triste carta de una madre presa a su hija ("Entre rejas") le sigue una transformación esperanzada ("Bordadas"); tras dos pasiones fatales ("Amor salvaje", "Otras cadenas") y la desesperada búsqueda de reconocimiento por un padre ("La hija de nadie") viene un parto humanizador narrado por una guardiacárcel ("Milagro en el penal"). El lector o la lectora baja la guardia ante los gestos compasivos que se narran en "Era agosto" y "Las Anas" para, luego del drama pasional entre mujeres irónicamente titulado "Amor casual", concluir en la tragedia filial de "Tumberito". Estos relatos se tatúan en el alma.