Sobre el filo de los treinta años, Ismael Torres evidencia una madurez artística propia de artistas de extensa trayectoria. Compositor comprometido con (e influenciado por) su entorno, el cantante y guitarrista rosarino crece además como un activo difusor de sus congéneres, en un doble rol que es el que marca a Vivo en Cuba, obra registrada en 2014 durante su actuación en el Centro Cultural Pablo de La Habana, y que esta noche a las 22 presentará en Distrito Siete (Lagos 790) junto a Renzo Baltuzzi (guitarra), Agustín Borsini (batería), Esteban Suárez (percusión), Rodrigo Zacarías (teclados) e Italo Giacometti (bajo).

De paso por Cuba como parte de la gira de presentación de su disco En movimiento, en 2013 Ismael Torres recibió la invitación para formar parte del ciclo A guitarra limpia del Centro Cultural Pablo, que sumó así a otro artista argentino a una lista que ya incluía a Teresa Parodi, Liliana Herrero y Raly Barrionuevo. Desde entonces, y durante un año, el joven músico rosarino se dedicó a la preparación del concierto que quedó plasmado en Vivo en Cuba. "Tratamos de darle una impronta, de poder revisar el repertorio de la música de Rosario, sobre todo con compositores que por ahí no son tan conocidos, y establecer un puente con la nueva canción cubana --explica Torres a Rosario/12--. Ya cuando estuve en 2012 tuve la oportunidad de conocer a muchos artistas emergentes y quería reflejarlo en el disco. Por un lado mostrar el trabajo transversal de compartir canciones con otros, y por otro lado la concepción colectiva de la música, y por éso fuimos con toda la banda".

A un set de obras propias, inéditas, Torres decidió sumar creaciones de los rosarinos Adrián Abonizio, Edgardo Antuña y Adrián Monzón, y de los cubanos Silvio Rodríguez, Augusto Blanca, Leonardo García Rodríguez, Roly Berrío y el Dúo Cofradía. "Elegir las obras fue un proceso difícil y a la vez interesante --apunta el cantante y guitarrista en relación a la confección del repertorio--. Nosotros recibimos la invitación un año antes, por lo que pudimos preparar la gira y la grabación del disco. Trabajamos entonces internamente con el grupo sobre composiciones nuevas mías. Queríamos grabar temas nuevos, no hacer un disco en vivo con canciones ya editadas. Por otro lado tratamos de buscar canciones de Rosario y, a la vez, de nutrirnos de la música de artistas cubanos a quienes les extendimos la invitación, porque el disco tiene la modalidad de que con cada invitado hacíamos una canción suya y otra canción nuestra, pero con la impronta de ese invitado. Tenía un poco ese doble juego, nutrirse de música de otros y al mismo tiempo una búsqueda interna, porque había mucha variedad de canciones pero tratamos de buscar un hilo conductor estético, que la música tuviera un plano similar. Todas las canciones pasaron por un tamiz estético de la música que nosotros hacemos, del estilo que voy construyendo".

La generosidad de Torres reaparece así como otra marca de su coherencia artística. El rosarino, sin embargo, explica con humildad: "Cuando hice mi primer viaje a Cuba me sorprendió mucho que todos los músicos al menos se sabían tres o cuatro canciones de todos los compositores de la zona. Traté de hacer esa traspolación a Rosario y realmente me costó demasiado... algo que viví con más tristeza que otra cosa. Entonces pensé que tenía que conocer la música de mi tierra y compartirlo. Por ahí tenemos la lógica de que un artista consagrado invita a otros que recién están arrancando, como una lógica más de apoyo. Que está buenísimo, pero me parece que si uno, más desde el llano, comparte con otros todo el tiempo, se enriquece uno a la hora de componer pero también genera lo que en definitiva la música es: una comunión, el compartir más que el competir".