Mar 26.04.2016
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. MUESTRA DE CHACHI VERONA EN LA SALA TRILLAS DE EL CíRCULO

Juego figurativo y abstracto

Las ambiguas significaciones que se pueden leer en los recientes dibujos y objetos del reconocido artista rosarino no solamente dependen de las imágenes con doble sentido, sino también del fenómeno perceptual llamado pareidolia.

› Por Beatriz Vignoli

Acuarelas y metales es el título de la exposición que inauguró el viernes 15 en la Asociación Cultural El Círculo (Laprida 1235) el reconocido artista plástico Chachi Verona (Rosario, 1962). Las acuarelas se exponen en la Sala Dr. Juan Trillas, mientras que los "metales", objetos intervenidos con plantas, ocupan una mesa en la entrada, camuflados entre la pana del sofá y un verde cuadro al óleo. También están a la venta ejemplares de su libro Ilustraciones (2015).

"Posibilidades múltiples, no prefijadas, inventivas, soluciones figurativas y abstractas. Lo mejor que puede pasar, generar significaciones...", escribe en el texto del catálogo la curadora, Rosa María Ravera, presidenta de la Asociación Argentina de Estética y Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes.

El cambio de técnica sorprende. Para el público habituado a ver sus dibujos en medios gráficos y centros culturales de la ciudad, Chachi Verona es como un Rotring Stone: un músico de rock del riff de aquella línea de tinta negra que fluye siempre con el mismo grosor desde una punta de acero como si de grabar un aguafuerte se tratase. Hay en todo sentido algo de lo incisivo, del ácido y de lo cáustico en aquellos dibujos que parecen grabados al metal y que a menudo satirizan con surrealismo criollo la realidad nacional.

Sin embargo, al cambiar la lapicera por el pincel, Chachi hizo que las aguas y los metales (unidas acaso todavía en el rito del mate) fueran cada uno por su lado. Es que son muy acuáticas sus acuarelas. Todo allí parece flotar o disolverse en el blanco de la página. Las líneas trazadas a pincel se contentan con delimitar formas sencillas o llenar de puntos variopintos el espacio, en todos los colores del espectro solar.

La legibilidad de los contenidos expresivos depende en gran medida de que los espectadores puedan estar atentos al juego entre lo figurativo y lo abstracto. Un gato con cara de canoa, figuras que a la vez son retratos o paisajes, pavas (reales) de aluminio cuyos picos parecen trompas, o constelaciones de microorganismos celulares que al mirarlas componen un perro, un elefante o el rostro maquillado de un payaso: las ambiguas significaciones que se pueden leer en los recientes dibujos y objetos de Chachi Verona no solamente dependen de las imágenes con doble sentido, sino también del fenómeno perceptual llamado pareidolia (que así describió Adrián Abonizio en este medio: "Elefantes en las nubes, roperos que simulan caras, ropa sobre la cama que parecen focas, gente que son árboles y árboles que son gente").

Semejante distensión plástica convoca las edades extremas de la vida, evocando un poco la síntesis lúdica del pintor Juan Grela en sus últimos años y otro poco la fantasía de los chicos. Nadie mejor que un niño para asombrarse ante el dibujo del barco que al mismo tiempo es un zapato, por ejemplo, ya que en el nivel de la retórica visual no se trata de metáfora sino de un símil, donde los dos términos de la analogía están presentes juntos, desafiando la lógica de los adultos.

Una de las obras, titulada DJ Valentino, se deja leer como un homenaje al hijo que ha crecido lo suficiente para poner música. Tal vez la propia infancia, actualizada por la niñez que él ya deja atrás, es rememorada en este nuevo período. Una paternidad contemporánea, donde el padre sueña junto con el hijo, parece aquí hacerse visible.

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