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Martes, 19 de julio de 2016

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. CUANDO EL CIELO SE MUERA, MUESTRA DE SEBASTIáN BONA.

Formas de mirar un pájaro

Hasta el 23 de julio los dibujos y esculturas del artista rufinense se exhiben en Gabelich Contemporáneo. El conjunto, de calidad museográfica, evidencia la sensibilidad del creador para con las diferentes materialidades.

 Por Beatriz Vignoli

Hasta el próximo sábado 23 de julio puede visitarse, en las dos salas de paredes blancas y maderas claras de la nueva galería de arte Gabelich Contemporáneo (Pueyrredón 611, Rosario), la exposición individual de dibujos y esculturas de Sebastián Bona titulada Cuando el cielo se muera. Nacida "en una mesa" (como relata su autor en el texto de sala), la instalación central de la muestra reúne 13 piezas escultóricas en diversos materiales (arcilla cruda, cemento y yeso) que narran una ficción alegórica: trece pájaros muertos caídos del cielo representando la pérdida de las ilusiones de la infancia. Un delicado brutalismo en el uso de la materia, la dramática iluminación y un sentido realista de la escala construyen una escena casi teatral.

Las pequeñas aves artificiales yacen casi a ras del piso en un plinto de madera clara; el gris claro del cemento, el oscuro de la arcilla y el blanco del yeso completan la paleta. La redondean dos rocas naturales traídas desde Estambul, Turquía, más precisamente desde el Mar de Mármara. Allí, a lo largo de cuatro meses (entre junio y septiembre de 2015), Bona se desempeñó como escultor, constructor y montajista del equipo de asistentes del artista Adrián Villar Rojas en la instalación escultórica The most beautiful of all mothers ("La más hermosa de todas las madres") que integró la Bienal de Estambul. Antes de esa experiencia, desde febrero a junio del año pasado, Bona también trabajó como escultor y constructor asistente de Adrián Villar Rojas en Two suns (Marian Goodman Gallery, Nueva York, Estados Unidos).

Las esculturas de Bona tienen algo en común con las de aquellas muestras: parecen naturalistas desde cierta distancia. En Bona, este efecto se debe al realismo de la escala y al inusual montaje. De cerca, empero, revelan una fuerte impronta gestual y neoexpresionista en la técnica, que no es el modelado sino el tallado en seco. La fuerza y rugosidad del desbaste contrastan con la fragilidad del tema, y el estilo se aleja sabiamente de cualquier animalismo convencional.

Similar sensibilidad para con las materialidades, que alcanzan su máxima expresividad paradójicamente cuando Bona elige materiales rebeldes y difíciles (que dan, en la lucha, lo mejor de sí), aparece en los 13 dibujos expuestos. Los 10 de sala, lejos de constituir bocetos para las esculturas, tomaron a las mismas como modelos: se delata esto en la morosidad de los detalles, la precisión de una mirada que se tomó todo el tiempo del mundo. La línea se demora en las contingencias de aquella naturaleza artificial que es la propia pieza escultórica.

Es representación en segundo grado, como el arte según Platón. La madera reaparece como simulacro en recortes de papel de borde neto que se suman como collage, incrustados en las figuras. Los más bellos dibujos son los que se encuentran en trastienda: una secuencia de tres aguadas que fueron realizadas en café. Allí, el deliberado abandono de cierto control técnico sobre el trazo deja entrar una instancia de caos impredecible que enriquece la imagen; algo similar a lo que pasa con las esculturas al elegir tallar el material. En una aguada se ve el vuelo; en otra, el ave (un pichón de gorrión) está viva y nos mira.

Sebastián Bona nació en Rufino (provincia de Santa fe) en 1987. Vive, estudia y trabaja en Rosario. Está cursando actualmente el último año de la carrera de Bellas Artes (Humanidades y Artes, UNR). Durante 2013, Bona estudió dibujo con Julián Usandizaga. Trabajó como voluntario en Homenaje a Eduardo Serón (2014) y Homenaje a Mele Bruniard (2016), pinturas de las fachadas del Centro de Expresiones Contemporáneas supervisadas por el Instituto de Investigación, Conservación y Restauración de Arte Moderno y Contemporáneo (Iicramc).

Esta exposición individual, que tiene calidad museográfica, se encuadra en la política de Gabelich Contemporáneo de acercar al mercado del arte, junto a los consagrados de Rosario y Buenos Aires, producciones de artistas locales emergentes. La galería puede visitarse de martes y viernes de 14 a 20 y sábados de 11 a 14.

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Dos de las trece esculturas que forman parte de Cuando el cielo se muera.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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