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Martes, 13 de septiembre de 2016

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. ACOMPASADA Y DECORATIVA EN EL MUSEO ESTEVEZ

El emporio barroco de Echagüe

Collages, objetos, instalaciones y poemas de Rubén Echagüe conforman una exposición que, según explicó el autor en la inauguración, tiene como objetivo "contribuir a superar el prejuicio que homologa el arte decorativo a un arte menor".

 Por Beatriz Vignoli

La concurrida inauguración (el viernes 2/9) de Acompasada y decorativa, la exposición de collages, objetos, instalaciones y poemas de Rubén Echagüe en el Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez (San Lorenzo 753) iba a acompañar la presentación de Fin de la edad de oro, el libro de poemas que Echagüe tiene en preparación en Imprenta La Familia. Como el libro está casi listo, algunas de sus páginas se ampliaron en negativo y se colgaron sobre los muros de la sala, "que era la caballeriza de los Estevez", comentó el artista en su discurso inaugural.

Las letras blancas sobre fondo negro, con el número de página al pie, funcionan (explicó Echagüe) como "manchas" entre las instalaciones. Responde así con un elegante sentido de la composición al desafío de reunir piezas de disciplinas muy diversas, que a su vez están compuestas en forma heterogénea: poemas (en homenaje al Festival de Poesía que tendrá lugar este mes) e instalaciones que incluyen esculturas intervenidas, pinturas, marcos dorados, libros, un par de zapatos en miniatura, una rata de juguete, herramientas de diversos oficios presentadas como si fueran instrumentos de tortura del Santo Oficio (léase Inquisición) y varios muebles del patrimonio del Museo Estevez, pertenecientes a la colección de arte decorativo que puede verse entrando por la otra puerta (Santa Fe 748). En la inauguración, dijo Echagüe que uno de los objetivos de su muestra era contribuir a superar el prejuicio que homologa el arte decorativo a un arte menor.

Surcada por un inteligente y satírico humor negro, mezclando ingeniosamente la belleza y el horror, Acompasada y decorativa se deja leer y contemplar como una gran "heterotopía": viene como anillo al dedo ese fulgurante neologismo que Michel Foucault pone en el prefacio a su libro Las palabras y las cosas, y que explica una cita de Jorge Luis Borges, de "El idioma analítico de John Wilkins". Borges inventa allí una enciclopedia china, "el Emporio celestial de conocimientos benévolos", donde los animales se clasifican en: "(a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que tiemblan como enojados, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper un jarrón, (n) que de lejos parecen moscas".

Esta ficción literaria sobre la arbitrariedad de las taxonomías viene a la mente ante la obra de Echagüe, cuyos dibujos y collages suelen imitar grabados de manuales de antaño en versiones cómicamente absurdas (incluyendo letras, vectores y números). En cualquier tipo de expresión que aborde, el arte de Echagüe aplica procedimientos de montaje de las vanguardias históricas (propios del collage dadaísta o futurista y de los "ensamblajes" de objetos de las neovanguardias, como los que hacía Joseph Cornell en los años '60) para crear una ficción moderna de "mundo antiguo", inspirada en el escritor Marcel Schwob. Al igual que Borges, otro discípulo declarado de Schwob, Echagüe compone cuadros disparatados de exotismo que funcionan como parodia sutil: no de la tradición, ni de la Antigüedad, sino de la seriedad con que las masas modernas se toman "lo milenario", eso sin dejar de reírse de la reverencia culta por lo vetusto en general.

Y al igual que Cornell, Echagüe hace pasar a través de la magia surrealista y eleva por lo tanto a categoría museográfica el arte menor del bric-à-brac, término de origen francés que en la época victoriana nombraba agrupaciones ornamentales de objetos preciados (pinturas en miniatura, vasitos de cristal, tazas de té o cáscaras de huevo decoradas) que adornaban estantes o se exhibían en cristaleras.

El "mundo antiguo" de Schwob es un espacio de fantasía, un bric-à-brac de la imaginación decadentista finisecular. Se basa en la ilusión de una "edad de oro" de perversión exquisita, como si el poner una gran distancia temporal con imaginarios goces prohibidos fuese la garantía de que podemos pensarlos sin sentirnos culpables. Sobre ese proyecto funda Echagüe su barroco ficticio de vanitas y carpe diems, calaveras y rosas. Mandar lo peligroso al pasado remoto resulta liberador; esto se expresa en la risa. Del mártir cristiano de siglos pretéritos cuyo rostro enmarca Echagüe no sabemos si sufre o disfruta; los terroríficos objetos a sus pies nos remiten a lo peor, pero esa cara en ese contexto termina siendo cómica. Hay en esta obra un humor negro tan corrosivo que es capaz de neutralizar cualquier referencia.

Para jugar así con el pasado hay que saber mucho de él. Echagüe deja entrever su erudición en cada guiño. No se priva de modelar e incluir un ideograma chino que significa "cielo". En un despliegue de versatilidad, descompone y recompone sus obras, como cuando reutiliza un fragmento de su Homenaje a Bach (2000) que a su vez consistió en revestir de partituras una cabecita infantil de la escuela de París.

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Obra en la que Rubén Echagüe reutiliza un fragmento de su Homenaje a Bach.
Imagen: Andrés Macera
 
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