Miércoles, 10 de enero de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "EVA MARAVILLOSA", LIBRO DE GLORIA LENARDON
Por Eugenio Previgliano
El reverendo Dogson, más conocido como Lewis Carroll dedicó buena parte de su a estudiar matemáticas, pero tal vez mejor haya sido la parte de su que dedicó a fotografiar niñas, y quizás aún mejor que mejor haya sido esa parte que dedicó al Wonderland donde ubicó a su Alicia, una de las discípulas que -moral victoriana en mano- retrató en situaciones que podríamos clasificar desde nuestros días, como mínimo -y siendo condescendiente- de equívocas, dudosas o sugestivas.
Como buen matemático, Lewis Carroll no pudo dejar que la pasión guiara su escritura sin involucrarse en correspondencias, transformaciones, proporciones, armonía, series, leyes y curvas que están en el movimiento de las cosas que rodean a las personas y suceden su . Aunque tal vez el personaje también se emparente con la Elisa Doolitle de George Bernard Shaw, no deja de ser sorprendente la operación que realiza Gloria Lenardón en su libro Eva maravillosa, publicado por Alción Editora con este personaje tan popular, tan tentador, tan apasionado, tan controvertido y tan público.
Así la niña nacida María Eva Ibarguren, en el paraje La Unión de la provincia de Buenos Aires, -quien al igual que Alicia sufrió esas transformaciones a las que todos los que atravesamos alguna vez algún espejo estamos expuestos- habla en el texto de Gloria Lenardon en primera persona contando casos de su infancia entre gallinas, de su viaje a Buenos Aires siendo Eva Duarte, y de los sucesos extraordinarios que animaron su breve y apasionada pública ya siendo para siempre jamás la misma Eva Perón.que creíamos conocer desde antes y después de todo pero que cada vez que pasa algo nuevo nos sorprende y anima en esta interminable que parece no encontrar razones para ponerse un borde.
Gloria Lenardón es conocida como formadora de escritores con muchísimos años de animar talleres sobre sus espaldas pero además ha ganado premios y distinciones entre las cuales no ha de ser menor el Premio Emecé que le fuera merecidamente otorgado algunos de años atrás. El desborde polifónico de este texto no puede ser más adecuado para volver a narrar segmentos, destellos, chispas de esa rutilante de Evita, la abanderada de los humildes, no puede haber nada menos que un texto torrencial que fluya con la misma fuerza que despertó y despierta pasiones incontenibles sobre una mujer que si no hubiera sido capaz de atravesar el espejo tal vez no hubiera obrado tantas maravillas. Con registros que van desde lo más íntimo hasta lo exageradamente público, recorridos desde un paroxismo entusiasta hasta la más intensa depresión subterránea, Lenardón va dando en una sucesión de ocho capítulos que se corresponden con otras tantas citas de la Alicia de Lewis Carroll, una refinada serie de pinceladas, toques, ventanas y fragmentos de esta Eva que puesta al país de maravillas que le tocó en suerte y desgracia, no ahorra sorpresas ni momentos sentimentales, descriptos con una espléndida noción del ritmo y la poesía que en momentos impresiona por lo parca y nutrida pero también sorprende por lo grandilocuente y magra.
No es -no pretende serlo- una biografía, una colección de anécdotas ni un manual de situaciones, y que me corten la cabeza si el lector no puede con tranquilidad y sin esfuerzo reconocer y reconocerse en estos frescos que vuelven a anunciar una interminable, tapizada de razones de y por momentos si no de maravillas, de prodigios o de sorpresas, sí de transformaciones que dejan una huella enorme, vasta, interminable, aún más allá de Andrew Lloyd Weber.
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