Lunes, 5 de febrero de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LA CUESTION DE LOS INMIGRANTES VISTOS COMO "NUEVOS BARBAROS"
Anthony Minghella se aleja de su perfil más fiel a la industria para bucear en el choque racial, en un film por cierto perturbador.
Por Emilio A. Bellon
VIOLACIÓN DE DOMICILIO (Breaking and entering) 8 puntos
Gran Bretaña - EEUU, 2006.
Dirección: Anthony Minghella
Fotografía: Benoit Delhomme
Música: Gabriel Yared
Intérpretes: Juliette Binoche, Jude Law, Robbin Wright Penn, Martín Freeman, Mera Farmiga.
Duración: 117 minutos.
En la misma semana, podemos encontrar en cartelera dos films que ciertamente podrán dejar al espectador con algunos interrogantes y más que una incertidumbre. Y no es azaroso el hecho de que tanto Secretos íntimos de Todd Field (cuya crítica publicamos el pasado lunes) como la que hoy intentamos abordar, Violación de domicilio, se corren del espacio céntrico y miran hacia los márgenes, es decir, corren su mirada de los lugares habituales y eligen detenerse en los lugares periféricos.
En Violación de domicilio, cuyo afiche delata imágenes de rostros fragmentados y que responde al título original de "irrumpir y entrar sin autorización", los planteos que se van sucediendo van partiendo de una situación de repetido robo hasta un intento de control y dominio de la identidad de los otros. Y todo ocurre en un espacio pocas veces transitado por el cine de hoy en día, el que está delimitado por los cruces de una clase social a otra y de una cultura respecto de otra.
Como en La vida secreta de las palabras de Isabel Coixet, memorable realización que aún permanece en exhibición en nuestra ciudad, aquí también su protagonista femenina, Amira, rol que interpreta una mujer de entrecasa, de perfil doméstico (en la composición de Juliette Binoche, casi a cara descubierta), es alguien llegado de otro lugar, que vive su propio exilio en la gran urbe de la Europa Occidental. Una foto encontrada por un visitante intruso habla de una historia anterior y algunas otras fotos tomadas deliberadamente intentarán garantizar un estado de cuentas con una aparente legalidad.
Violación de domicilio mira hacia lo que las grandes potencias de la Europa dominante llaman "los nuevos bárbaros" y lo admirable es que se haya elegido a una actriz francesa, país donde han tenido lugar oleadas de violento racismo, para interpretar a una mujer bosnia, llegada a Londres junto a su hijo, unido este a un grupo que comete ciertas prácticas delictivas. Pero lejos su director de la perspectiva ofrecida por el director de Babel respecto de la criada mejicana y de los niños marroquíes, aquí no hay asomo de xenofobia ni de discriminación alguna que llegue, finalmente a justificar, como lo hace el film multinominado del nuevo director mejicano mimado por Hollywood, Alejandro González Iñárritu, que lo que corresponde es que ellos no crucen jamás la frontera.
Film perturbador, con personajes que son mostrados deliberadamente sin continuidad, por lo que el relato puede aparecer quebrado de a momentos, Violación de domicilio es una propuesta fílmica que se corre de los lugares que identifican habitualmente el cine de Anthony Minghella, cuyos títulos tales como El paciente inglés y El talentoso Mr. Ripley conformaron, a diferencia de este film, a los sectores de la gran industria.
Por momentos el film de Minghella nos ofrece ciertos parentescos, en la mirada crítica, con algunos aspectos del cine de Ken Loach y de Stephen Frears. Podemos decir, en este sentido que aquí también se va mostrando una desestabilización progresiva de los diferentes órdenes que inicialmente se describen. Y poco a poco nos vamos internando, por esas grietas que el relato va señalando de manera pausada en la fragilidad y contradicción de sus personajes.
Es aquí, tal vez, donde el curso del film se va dispersando y el espectador puede llegar a tener la sensación de que siempre hay cosas que se le van escapando. Y creo que esto es un efecto buscado, sin reparaciones; tanto en lo que concierne al autismo de una estructura familiar como la imposibilidad de integración de una cultura en otra. Y entre los adultos, están allí los hijos, los adolescentes, expuestos a situaciones traumáticas afectivas, a verdades no asumidas, a cosas aún no dichas.
El film de Minghella renuncia a marcar un lugar de conclusión y de estabilidad. Marca, eso sí, los momentos de pasaje, las vidas en su circular y lo hace por momentos con el ritmo que la cotidianeidad impone, sin el preciosismo que tanto deslumbra a la Academia de su film multipremiado El paciente inglés. Elige por momentos ser desprolijo, fragmentario, poner puntos suspensivos, marcar, también, que en tal caso, lo de la tierra prometida, a veces es sólo la urgencia de un nombre frente a un estado de desesperación.
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