Sábado, 7 de abril de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "ESCANDALO" CON LA ACTUACION EXCEPCIONAL DE JUDI DENCH
La película lleva al punto máximo tensión el vínculo entre dos mujeres, cada una de ellas con una historia a cuestas, con sus insatisfacciones, con cuestiones no dichas y asumidas.
Por Emilio A. Bellon
Escándalo: 8 puntos
Dirección: Richard Eyre
Guión: Patrick Marber
Música: Philip Glass
Intépretes: Judi Dench, Cate Blanchett, Bill Nighy, Andrew Simpson, Max Lewis, Juno Temple.
Duración: 95 minutos.
Distribuye Fox en los cines El Cairo, Del Siglo, Showcase y Village.
Judi Dench, ya entrada en años, la eximia actriz de Chocolate y Mrs. Henderson presenta, quien comenzó su carrera a mediados de los 80 con actuaciones en films tales como Un amor en Florencia y Nunca te vi, siempre te amé no asistió a la última entrega de los Oscars, pese a estar nominada en la categoría "mejor actriz principal". Ante esta decisión respondió a la prensa que todo iba a ser una farsa, ya que el premio estaba concedido de antemano a Helen Mirren por su actuación en La Reina, quien se iguala físicamente por sus rasgos, conductas, maquillaje y vestimenta a la soberana Isabel II.
Sin negar la composición de Helen Mirren, en el tan controvertido pero igualmente crítico film de Stephen Frears, lo cierto es que si de composición actoral hablamos, y no de mímesis, la labor de Judi Dench puede considerarse excepcional. En este film basado en al novela de Zoe Heller, con guión del libretista de Closerllevados por el deseo de Mike Nichols, Dench compone a una profesora de una institución de jóvenes adolescentes, destacada y temida por su severidad, que tiene un único confidente: su diario. Este vínculo se asume en el film desde la voz en off de la protagonista, que nos va marcando los distintos comportamientos visibles y profundos de Bárbara Covett; mujer que nos es presentada en la primera imagen del film, de espaldas a nosotros, sentada en un banco, de cara a una escena neblinosa, en un paruqe donde ve impasible, jugar a los niños.
Bárbara Covett vive presa de dolores y secretos. Su soledad sólo se ve mitigada cuando al llegar a su casa la recibe su mascota. Bárbara Covett encuentra igualmente, por cierto, refugio en su diario. Su rostro frente a la clase parece no comprender que la vida está allí, manifestándose.
Por momentos, Escándalo (es un desacierto el haber omitido parte del título original) nos recuerda el cine de Joseph Losey y nos lleva a recordar algunos momentos de una de sus obras cumbres, El sirviente, con guión del dramaturgo Harold Pinter; particularmente, en lo que hace a los vínculos de opresión y de dominio que comienzan a darse paulatinamente en el film.
Es así que a esta institución llega un día una joven profesora de Artes, rol que asume una por momentos cautivamente, más aún para la mirada de la vieja docente, Cate Blanchett, también nominada para esta entrega en el rubro "mejor actriz secundaria". Si es que pensamos el film desde un duelo de caracteres, de personajes que se irán enfrentando poco a poco, de un tète a tète, no se entiende aún esta desjerarquización de roles. A no ser que la veteranía de una sea el motivo frente a la lozanía de la otra.
Los pensamientos de Bárbara sobre la joven profesora Sheba Hart, casada con dos hijos, uno de ellos con síndrome de Down, nos llegan a nosotros a través de su voz en off; es decir del acto mismo de su escritura cotidiana. De la misma manera, tomamos conocimiento del desprecio que siente esta mujer resentida, por sus colegas; su actitud y su mirada despreciativa hacia los demás, su manera de considerarse diferente y superior. Pero igualmente sola, esperando con ansiedad una llamada, una invitación. Y más aún si viene de la mano de la recién llegada.
Será un hecho que fue espiado, será el haber sorprendido una relación clandestina lo que le permita a Bárbara ahora tener el dominio de las acciones, el control de esta historia. Como poseedora de un secreto, y celosa guardiana de los suyos que poco a poco dejará entrever a través de roces y acercamientos, delimitará territorios y trazará las nuevas fronteras.
El film de Richard Eyre, quien debutó con la versión para televisión con la pieza de Tennesse Williams, De repente en el verano en 1993, apunta a llevar al máximo de tensión el vínculo entre dos mujeres, cada una de ellas con una historia a cuestas, con sus insatisfacciones, con cuestiones no dichas y asumidas. En el film además de las obras de Harold Pinter y Joseoh Losey podemos encontrar ecos de la pieza teatral de Lilian Hellman, La hora de los niños, llevada igualmente a la pantalla en dos oportunidades por William Wyler en 1939 con el título de Infamia (con modificación por exigencias de la censura) y en el 63, conocida como La mentira infame con Shirley Mc. Laine y Audrey Hepburn.
Si bien las dos mujeres pasan a ser las dos protagonistas centrales de esta historia (el afiche en alguna medida nos recuerda al de Persona de Ingmar Bergman), no podemos olvidar que la figura del diario es la que nos permite acceder a ese universo íntimo de cómo se va trabando ese vínculo, de cómo se va pensando esa nueva estrategia, de cómo se va armando un deseado plan. La presencia de adjetivos, elementos ornamentales, fotografías, van construyendo una suerte de recorrido en paralelo que va desnudando la parte más secreta de cada individuo por lo que por momentos, sea a través del diario o a través de la mirada de Bárbara, podemos sentir cierta incomodidad por nuestro lugar de intrusos.
El film transita por ciertos niveles de intriga y roza lo escabroso, se interna en situaciones en donde se marca la desesperación del débil y exhibe sus zonas grotescas. En esa manera de amar silenciosamente la resentida y amargada profesora de ese instituto carga con otras historias que todos callan, pero que estallarán ante este nuevo hecho de manipulación y de denuncia velada; ante lo que Bárbara ahora nuevamente trama, ante lo que vio, ante aquella situación entre Sheba y el alumno adolescente.
La fuerza de la seducción se expande de la misma manera que las fuerzas del miedo y todo el film es como un espacio que se va cerrando cada vez más. Y allí están las miradas de los otros, la humillación ajena, lo que no debió saberse, lo que nunca debió ser dicho, lo que el dolor aguijoneante de la soledad provocó, lo que no pudo transmitirse a otro. Aquí estamos nosotros. Y nuevamente el diario comienzo a escribirse.
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