Lunes, 18 de junio de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "LA VIE EN ROSE", UNA BENEVOLA BIOGRAFIA DE EDITH PIAF
El film recrea la vida y obra de la genial cantante francesa omitiendo "momentos", como la invasión nazi a Paris en 1942.
Por Emilio A. Bellon
"LA VIE EN ROSE". Francia - Inglaterra - República Checa, 2007.
Dirección: Olivier Dahan
Guión: Olivier Dahan - Isabelle Sobelman
Fotografía: Tetsuo Nagata
Música: Christopher Gunning
Intérpretes: Marion Cotillard, Sylvie Testud, Pascal Gregory, Gerard Depardieu, Emmanuelle Seigner.
Duración: 140 minutos
Distribuye Alfa en El Cairo, Del Siglo, Showcase y Village.
Calificación: Siete (7).
Como toda figura mítica, Edith Piaf ha despertado múltiples biografías que descubren a veces aspectos inéditos, otros contradictorios: mucho de ellos, inciertos. No sólo para Francia, sino para el mundo entero, La Piaf (que puede llegar a traducirse como "El Gorrión", tal como escuchamos en el film) comenzó a ser leyenda mucho antes de su muerte (octubre de 1963). El recorrido que nos propone el director de esta tan aclamada realización, Olivier Dahan, centra en principio la atención del espectador en el concepto de "una vida a seguir", desde el horizonte que marca su temprana vejez. Sin embargo, la visión que nos acerca no contempla algunos momentos en los que sus decisiones pudieran llegar a irritar al público, a empañar la misma admiración que el realizador le profesa.
Porque en este exultante melodrama, narrado entre signos de exclamación, lo que se omite son aquellas circunstancias -no ciertamente menor- que tienen lugar en el Paris de 1942, cuando las tropas alemanas ocuparon París. Y en este sentido, el recorte voluntariamente marcado deja fuera de escena aquellos hechos que señalan puntos de quiebre en el personaje, que afectarían, ante el gran público, esa imagen gloriosa.
Si bien la construcción de una biografía sólo contempla algunos puntos de vista, haber omitido ciertos episodios clave en el orden personal y social, confirma la mirada idealizadora de su guionista y director.
Si los hechos del París del '42 están omitidos, en cambio otros momentos de su vida gozan de una notable extensión en está versión de Olivier Dahan. Y en tal caso podemos relacionar este film con el que nos presentara Claude Lelouch en "Edith, Marcel y los otros", a propósito de la historia de amor que viven intensamente la joven cantante y el campeón mundial de box, Marcel Cerdan. En esta realización que se estrenó en Rosario en abril de 1984, en la función inaugural de la reapertura del cine Broadway, nuevamente el melodrama coral se adueña de la escena, conforme a la poética de su realizador.
Sobre la base de un guión clásicamente construido, que se caracteriza por su fuerte detallismo y una mirada que no pierde de vista jamás al personaje, el film de Olivier Dahan nos devuelve la voz, el ritmo, la melodía y ese sello tan particular, inconfundible, de la Piaf; nombre que le será otorgado por aquel empresario que la descubre y que le permite alzar vuelo. Pero no estamos ante aquí ante una biografía de corte lineal: la hija de ese actor de espectáculos circenses y de una madre, quien la abandona, que oficia de cantante en las calles, está representada conforme a ciertos movimientos de la memoria que en algunas oportunidades presenta ondulaciones, saltos en el tiempo.
Hay momento en que lo trágico se adueña de la escena: la repentina y joven vejez del personaje logra conmover por una dolencia que la corroe. Sus reacciones al tomar noticias del accidente y la muerte de Marcel pueblan la pantalla de gestos desesperados.
Entre los aspectos relevantes de esta realización se puede ubicar el que define, de acuerdo con un criterio mimético, a la caracterización física y emocional del personaje. Sus recitales tienen el efecto hipnótico que despierta esta voz, que se recuerda por la profundidad de sus palabras, por esas canciones que hablan de los grandes temas que nos movilizan.
En la vida de Edith Piaf hay instantes en los que su fe por Santa Teresa de Lisieux se vuelve puro acto revelador. A lo largo de su corta vida, atravesada por tantos secretos y enigmas, el nombre de la santa se descubre en sus labios desde una pronunciación que se vuelve susurro, que forma parte un crescendo que estalla, posteriormente, en la escena.
Al igual que Juliette Greco la Piaf pasó a ser la musa para el grupo de los filósofos y literatos existencialistas. Y su voz nos regala en su film, a través de la pequeña criatura que compone Mario Cotillard ("Un buen año" de Ridley Scott) inolvidables canciones que fueron adoptadas posteriormente por tantos intérpretes. Entre ellas merecen citarse "Himno al amor", compuesta en memoria de Marcel Cerdan, su gran amor; "Soul le ciel de Paris", "La vie en rose" que da el título al film; y la canción de 1960, "Non, Je ne regrette rien".
Es en el cementerio de Pere Lachaise donde están sus restos, donde Wes Craven ambientó uno de los episodios de "París Je t'aime" junto a la tumba de Oscar Wilde. Ahora, nuevamente París en esta entrañable historia; cálida historia de pasiones encendidas donde siempre sobrevuela como un perfume el eco de su voz. Por la fragilidad de su vida emocional, por la manera en que debió soportar el dolor y la desdicha, por sus pasiones arrebatadas, por su capacidad de entrega que la llevó a amar por igual a hombres y mujeres, La Piaf ha pasado a ser, al igual que Judy Garland, uno de los referentes de los grupos rechazados, de las llamadas minorías sexuales, de los sectores olvidados.
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