Lunes, 26 de octubre de 2009 | Hoy
CARTELERA › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El Concejo municipal se apresta a dar la disputa política por la presidencia del cuerpo, una vez que asuman los nuevos ediles surgidos de los comicios de este año. El oficialismo perdió la mayoría automática, pero la oposición se muestra más interesada en el manejo de las comisiones estratégicas que en el sillón que ahora ocupa el socialista Miguel Zamarini.
Por Leo Ricciardino
El Concejo municipal de Rosario se acerca a la disputa política interna que iniciará con los recambios institucionales del 10 de diciembre. Es que con la nueva composición, el cuerpo queda en un empate entre oficialismo y oposición que hará las cosas más difíciles, o más interesantes si se quiere. Por eso, en los días que pasaron el intendente Miguel Lifschitz se apuró a revivir el diálogo político que había languidecido antes de las elecciones por lógica tensión entre las distintas fuerzas.
En el marco de ese equilibrio de fuerzas en el Palacio Vasallo, cada voto vale el doble y si no que le vayan a preguntar a Alberto Cortés de Proyecto Sur y a Laura Weskamp del PRO que ya empezaron a notar que muchos -de pronto están interesados en un buen trato con ellos y hasta en un entendimiento político.
Con todo, el centro de la disputa pareció concentrarse en un momento en el sillón de la presidencia que ocupa Miguel Zamarini. Es más, el socialista ya hacía cálculos de las ventajas y desventajas de dejar o permanecer en ese sillón. La oposición se erigía como destinataria de ese lugar después de las elecciones del 27 de setiembre y el oficialismo reconocía que aunque hubiese perdido la mayoría automática (un término que disgusta al intendente), seguía siendo la primera minoría y por ende conservaba el derecho a designar al presidente que -lógicamente volvía a ser Zamarini.
Al parecer esta disputa ya ha sido zanjada. Y es que desde la oposición, sobre todo desde el justicialismo, comprendieron que no eran muchas las ventajas políticas que obtenían. Sobre todo lo observó el concejal del PJ Arturo Gandolla, sobre quien había consenso para su postulación. Gandolla -que ya ocupó la presidencia del Concejo años atrás- comprendió que en las votaciones empatadas sería él que debería ejercer el doble voto y desempatar en contra del Ejecutivo, lo que lo pondría en una tensión permanente con la administración del intendente. A la vez, con él arriba del estrado, la oposición también perdía un voto abajo, en el hemiciclo. Por eso, y bien ajustada las prácticas peronistas, la salida fue la siguiente: Que el oficialismo conserve la presidencia, pero desde la oposición se va a pelear la conducción de las comisiones estratégicas.
El jefe de la bancada socialista Manuel Sciutto está dispuesto a ceder comisiones en el marco de esa negociación, pero difícilmente lo haga con facilidad en las estratégicas como son Gobierno, Presupuesto y Hacienda, y Servicios Públicos. Por allí pasan las principales iniciativas del gobierno municipal y sería muy costoso desde el punto de vista político dejarlas en control de los opositores. Un voto más o menos en cada comisión puede significar que los despachos lleguen al recinto para ser tratados con mayoría simple o impliquen que queden trabados en esas comisiones con la necesidad de buscar demasiado consenso para reunir dos tercios a la hora del tratamiento, es decir una mayoría especial.
De cualquier manera, el intendente -y no sólo en Rosario-, tiene por Ley Orgánica un poder mucho mayor al del Concejo de su localidad. Que si bien puede hacerle pasar momentos difíciles, son muy raras las ocasiones en las que pueda llegar directamente a bloquearle la gestión. En un país presidencialista como este, hacia abajo también se reproduce el mismo juego de equilibrios. De todas maneras, un cuerpo de punta con el Ejecutivo sí puede llegar a ser un dolor de cabeza a la hora de tratar temas centrales para la ciudad.
En Rosario, la pérdida de la mayoría automática del oficialismo significa apenas una mayor predisposición al consenso más acentuada de la que el intendente y sus concejales ya venían esforzándose por mostrar. Siempre Lifschitz y los ediles de su partido trataron de reunir el mayor apoyo posible para las votaciones, en el entendimiento de que no es bien visto políticamente este ejercicio de "bajar los votos" en el recinto y terminar de manera abrupta las discusiones de cualquier índole. Bueno, ahora habrá que reunir los apoyos en serio y en el marco de un escenario en el que ya se perfila el 2011, cuando vuelva a disputarse nada más y nada menos que la intendencia de la ciudad.
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