Sábado, 22 de diciembre de 2007 | Hoy
Por Miriam Cairo *
Que nadie se pregunte quién soy. Sabrán ustedes que los rayos de luz nunca abandonan su tarea, a veces buena y a veces capciosa. Lo diré en pocas palabras, soy la que viene a escribir.
El título, por su parte, no necesita ser repetido porque mis palabras no provienen del oráculo. No instalan una verdad desde ahora y para siempre, pero evidencian que el objetivo primero es no desatender jamás la melodía ni cierto tono de afabilidad maléfica.
Antes de pasar a otras cosas, anticipo con firmeza que no seré edecán de los realistas ni de los creyentes empedernidos: que los augurios divinos no nos engañen; que las amenazas celestiales no nos arruinen y que el exceso de racionalidad no nos diseque. La existencia, que siempre privilegia a los que existen, no puede ni siquiera parecerse a la majestuosa improbabilidad de los soñados.
Como primera disconforme, elegida por el voto impopular de los izquierdos, convoco, primeramente, a las rameras viejas, para que se eleven en puntas de pie sobre los escenarios del nocielo. Su testimonio corporal es imperioso para que advirtamos que adentro del organismo tenemos jugos que necesitan ser exprimidos, bebidos, derramados, sino por amor ni por retozo, por oficio o por salario. A su vez, comprometo a las rameras nuevas, para que hagan un juramento de su advocación sobre los símbolos fláccidos, y nos aseguren la continuidad de tan ineludible auxilio. También promuevo el crecimiento sostenido del servicio de acompañantes masculinos para enmendar la dicha de las mujeres que sacaron el número ganador en la rifa de piedra pómez.
Asimismo convoco a los escasos ciudadanos que nunca han bailado por un sueño, que no han integrado jamás una lista partidaria ni levantaron el tubo del teléfono para decir "¡hola farándula!" A ellos les sugiero, desde mi condición de esclarecida azorada, que nunca se dejen atrapar por la pantalla de la televisión si quieren conservar su alma.
Sea a causa de que los desconocidos están curiosamente ocultos, sea porque tras haber presentado la apariencia sensacional de un individuo y de ellos se derive una imagen de humanidad alucinante, será bueno que los ignorados hagan de su no estar y su no pertenecer, un signo de nuestra estirpe desgajada.
En esta primera gestión de desgobierno, en el plano social, no puedo dejar de mencionar la realidad de los ahorcados, cuya propensión a la asfixia no guarda la debida relación con la cantidad de aire que el Plan Respirar les tiene asignado. Si los convoco, es para envilecernos juntos en una carrera tenaz hacia una digna respiración que nos inspire.
En el plano cultural propongo a los organizadores de los concursos literarios, no otorguen premios injustamente, no beneficien el plagio y no acuerden ganadores por contrato. Ruego también que en adelante, el verbo intransmisible no forje la palabra de aquellos que usan el plural para el enriquecimiento ilícito de su singular. (La lingüística, está de más decirlo, es un arma poderosa, aunque haya organismos magníficamente inmunes a sus brutales sañas).
En el plano filológico, sostengo que el valor de la desventura es directamente proporcional a la chispa que produce: no está en manos de la fortuna la hermosura de la queja. De allí se desprende que en esta gestión de desconcierto, me propongo reinventar algunos preceptos para que todos aquellos que aún no me votaron sepan: "fortuna" puede rimar secretamente con "achanchamiento".
En el área de salud, recomiendo a los amantes, erecciones duraderas, y a las amadas, que no mezquinen dulzuras y destrezas. También es preciso que aquellos no dejen todo el quehacer amoroso a la sola fuerza de un miembro. No desmerezcan el poder de su nariz, de sus rodillas, de sus pies y de sus besos.
Mientras dure mi mandato, prometo, ante estos profanos catalejos, observar el trajinar de lo pequeño, así como levantar el velo de la noche con la punta de los dedos y permitir que la luna platee por igual a peludos y calvos, a tetonas y espigadas, a posibles y quiméricos. También prometo fielmente, defender los vuelos del pájaro que se encamina en una jugosa dirección, y que habiendo perfeccionado su pericia, se mantiene ágil y activo toda vez que una boca suave lo despierte. Además, recomiendo que aquellas preocupadas porque sus amantes gozan de ellas con demasiada celeridad y aquellas otras que se quejan por la excesiva lentitud, hagan un intercambio generoso, porque acaso ¿no estamos en el siglo de la interculturalidad?
Para que mi gestión sea alevosa, necesito que los acomodadores del cine y del teatro, no dejen levantar a nadie de sus asientos mientras afuera haya una realidad similar a la que relatan los diarios. Y que los leedores de diarios, a su vez, se reúnan en el bar para ver de qué manera nos las arreglamos para no prostituir nuestra negación inmemorial al acomodamiento con cualquier discurso partidario.
Finalmente, deseo dirigirme a los reales, para decirles que en nuestro extenso territorio hay espacio para los que se atrevan a concebirse como sueños. Y sobre todo, antes de ser consentidora presa del insomnio, les recuerdo a las mujeres libres que no vuelvan a casa del amo y a los hombres atados que, para su bien, empiecen por imaginarse desatados. Ya es hora de irme hacia otro texto. Por el cauce del río fluye una canción que me desvela. Lejos, lejos queda mi chachachá influenciado.
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