Martes, 6 de diciembre de 2005 | Hoy
Por Miriam Cairo *
Despertares. Para bien o para mal, confundo lo que sueño con lo que sé. Suele ocurrir. Si en un sueño me asesinan me despierto asesinada. Si me aman, me despierto amada.
La hermosura. Aquél día. Lo recuerdo. Se rompió. Estaba roto. Era un pßjaro inmóvil. Suele ocurrir. El mediodía se desparramaba ciegamente y las ranas existían. No me las había comido. Y también los grillos existían. Yo no los había matado. Y existía el silencio porque nadie lo nombraba. Si no hubiera existido, ese día igualmente habría sido hermoso. A la hermosura se le da por prescindir de lo seguro. Las hormigas voladoras no se parecían mucho a los dragones, por corpulencia ni por costumbres. A la hermosura se le da por prescindir de los tamaños. Esa es una realidad reconfortante.
El pájaro. El pßjaro se colgó de una rama. Hay grandes soledades en la tierra. Aquel día estaba roto y el pájaro se arrojó para llenarse de cicatrices. Suele ocurrir. El dolor para el mundo no es una gran cosa. Quien sufre no es demasiado feliz, a quién le interesa. Era hermoso y no tenía orejas. Suele ocurrir. Los pájaros no tienen orejas.
La soledad. Yo siempre que salgo llevo mis alas conmigo. Y también llevo mis piernas. Nunca se sabe. Si la ropa interior me aprieta, me la saco y no oculto que soy mujer. Hago cosas que sólo pueden hacer las mujeres. Aquel día. Lo recuerdo. Se rompió. Estaba roto. Pedacitos de día por todas partes. Y los espacios vacíos tenían cierto espesor. El pájaro muerto quería nadar. Suele ocurrir. A la hermosura se le da por prescindir de lo posible. El pájaro muerto huyó nadando. Hay grandes necesidades de aceptación. Como las serpientes en el pantano de las anguilas. Es terrible. La soledad es terrible para todos. Y el miedo, suele ocurrir. El miedo te deja solo. Y uno le tiene menos miedo a la soledad que a aquello que te deja solo. No es hermoso. El pájaro muerto se fue nadando para decidir por sí mismo estar solo.
Uniones. Pero aquel día que estaba roto se rompió el hilo del dolor. La cosa mßs ínfima bastaba. Las hormigas meneaban la cabeza y las ranas existían. A la hermosura se le da por menear la cabeza y por existir. Efectivamente. Y puede soportar que la vean desnuda. La hermosura es tan bella que no la puedo describir. A veces se mete dentro de mí y me sobreviene un gran escalofrío de dicha. Aquel día estaba roto y ella se metió en mí. Yo no podía salir de ella. Estábamos perfectamente unidas. Suele ocurrir. Hay que dejarse ocurrir con la hermosura.
La obviedad cerrada. La hermosura es una mujer que trabaja desnuda. Suelta las enaguas. Desparrama las caderas. Menea el atrás. Sirve ron en el agujerito del ombligo. La hermosura se entrega con la boca abierta y la obviedad cerrada. No mezquina burbujas ni delirios.
El amor. Aquel día una persona amó a otra persona. Hay grandes amores en la tierra. Puede ocurrir. Como un escritor japonés que sabe algunas palabras en castellano. Una persona amó a otra como si hablaran el mismo idioma. El mediodía se desparramaba ciegamente y las ranas existían.. Era hermoso. Al amor se le da por existir. El amor no es caviloso ni inclinado. Al abrir un libro uno se ubica frente a las cosas, frente a la hinchazón, al amor y la hendidura, y los deja hacer. Aquel día, el amor se hacía improvisando universos.
Sin transición. Muros blancos. Primer plano de un cuadrante. Pastel de chocolate dividido en minutos. Ranas que se acercaban sin tocarse. El pájaro yacía aún sin vida, no tenía nada de raro: la muerte se demora en despertar. Lo raro es el amor y la hermosura. Aquel día, lo recuerdo, las ranas trataban de hacerse invisibles para no interrumpir a los que se amaban. Sin transición, de lleno la hermosura le abrió los brazos al amor. Suele ocurrir. Por una parte las burbujas del delirio, por la otra, el primer plano de un cuadrante. La eternidad dividida en minutos. Pastel de chocolate.
Quejidos. En fin, esos dos. Habían salido del arcón de los sueños. La hermosura se echaba de espaldas y el atardecer se hacía noche, la noche se hacía amanecer. Difícilmente a ras de suelo una plegaria no se caiga de rodillas. En los charcos las ranas ¿existían? El tiempo se nutría de quejidos. El amor es pequeño, peludo, fácil. Quien lo atrape puede hacer con él lo que quiera. Suele ocurrir. Al amor se le da por entregarse y no importa nada. Aquel día. Lo recuerdo. No era difícil imaginar un momento en que los hombres dejaran de apuñalarse y ya no sintieran asco de sí mismos.
Profusión. ¿Qué hacían las ranas invisibles mientras una persona amaba a otra persona? Profusión. Las ranas eran invisibles porque el mundo estaba con los ojos cerrados.
Huesos rotos. Aquel día. Lo recuerdo. El pájaro muerto se preguntaba si todo esto no era más que una invención. Suele ocurrir. A los pájaros les cuesta creer en lo increíble. La escritura es cada vez más perturbadora. A los intérpretes les cuesta interpretarse. La hermosura es una maldad privilegiada. Aquel día. Lo recuerdo. Antes de romperse, el día andaba muy derecho. Hasta que la hermosura le hizo sudar el corazón. Fue tremendo. Un hueso por aquí, un latido por allß. Y los espacios vacíos tenían cierto espesor. Pedacitos de día. Huesitos rotos del día. Suele ocurrir. La hermosura y el amor tienden a desparramarse. Se empecinan. Se aferran al mundo como una maraña. Y no entienden que haya gente que se quiera desenredar. No, no, dice la gente. Y ellos empecinados en invadirlo todo. Juntos, amor y hermosura, son una enfermedad incurable.
Miasma. Lo recuerdo. Esos dos que decidieron amarse le dieron un portazo a la producción en serie, a la comodidad y al cansancio. Que se frieguen. Y sin asco desparramaron su miasma. Qué pestilencia. Qué falta de pudor. Ni los postes de luz soportaban ver que esos dos se amaran tanto. Suele ocurrir. Al amor se le da por molestarnos. Es una nßusea. Un vómito de simiente. Un desgarro. Basta con que él se insinúe para que uno se deje recoger de manera encarnizada. A la mujer se le abre la flor terriblemente verdadera. Al hombre se le llena el corazón con globitos dulces de esperma.
A mansalva. Aquellos que se amaban estaban bien jodidos. Lo recuerdo. El amor no sabe sumar cifras pequeñas y ellos no tenían más remedio que amarse a mansalva. Sus muslos palpitaban. El amor los cubría con su prepucio pertinaz. La hermosura abría sus óvulos cebados. Qué manera de envolverse. Qué forma de gritar. Lo recuerdo. Aquel día desparramó su suero. Hay calces perfectos. Suele ocurrir. A la hermosura se le sube el voladito y el amor encuentra la hendidura. Lo recuerdo bien. Aquel día. Si no hubiera existido igualmente habría sido hermoso. Cuánta pelusita en el manubrio. Lo recuerdo bien. Qué pestilencia.
Inconcebible. Suele ocurrir. Al amor se le da por existir y uno se vuelve apestoso. Es un hecho comprobado. El amor asalta y uno se vuelve sßtiro. El amor supura y uno se vuelve asco. Es un hecho comprobado. Y existe, pero no del modo en que muchos lo conciben. Suele ocurrir. Al amor se le da por ser inconcebible.
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