rosario

Domingo, 17 de agosto de 2008

CONTRATAPA

Un escenario de emociones

 Por Luis Novaresio

Uno: El aborto es un asesinato. La droga mata y debe ser condenada. El matrimonio es un hombre y una mujer. Y así, todo el tiempo. Todo junto en la misma semana.

Dos: La muerte es la cesación o término de la vida. Mirá que gracioso. Eso te pasa por tu adicción a los diccionarios. Eso dice tu idolatrado. Intento preguntarte algo más profundo, pensé en voz alta. O al menos, no emocional. Intento separarme del peso del dolor por no saber hacia dónde vas o apartarme del oscuro vacío del alejamiento de quien amás. ¿Cómo que no lo vamos a ver más?, me preguntó el nieto de aquel abuelo maravilloso que yo también extraño cuando me pidieron que le diera la noticia. Y entonces supe que sólo cabía la mentira. Un crío de cinco años no tenía que cargar con el peso inmodificable de una verdad obvia, la única, quizá, demasiado intolerable para esos hombros pequeños que cuidaban su cabeza que inquiría. No lo vamos a ver más por un tiempo. El pibe pensó. Masticó la propuesta. ¿Y cuánto tiempo? Un rato largo, pude decirle.

Entonces son los manuales de medicina, pensaste. La muerte es un suceso obtenido como resultado de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Dada la degradación del ácido desoxirribonucleico (ADN) contenido en los núcleos celulares, la réplica de las células se hace cada vez más costosa. Te sonreí. Es otra vez mi defendido, ¿no?. Del griego homeo que significa "similar", y estasis, "posición", "estabilidad". Es la característica de un sistema abierto o de un sistema cerrado, especialmente en un organismo vivo, mediante la cual se regula el ambiente interno para mantener una condición estable y constante. Los múltiples ajustes dinámicos del equilibrio y los mecanismos de autorregulación hacen la homeostasis posible. El concepto fue creado por Claude Bernard, considerado a menudo como el padre de la fisiología, y publicado en 1865. La homeostasis y la regulación del medio interno constituyen uno de los preceptos fundamentales de la fisiología, puesto que un fallo en la homeostasis deriva en un mal funcionamiento de los diferentes órganos.

Entiendo. Al menos sé que lo único posible de todos los posibles puede definirse. Y que poco tiene que ver con la emoción. Lloré la muerte con el nieto del abuelo perdido cuando él pudo entender que no lo veríamos por un tiempo. No cuando su corazón, sus pulmones, sus neuronas o su homeostasis decidieran.

Tres: Cuando te acompañé a abortar supe que no eras una asesina. Y también supe que yo no era coautor de ningún delito. Cuando los vi a ustedes vivir en pareja entendí que el amor es menos prejuicioso que nuestras categorías burguesas occidentales y seudo cristianas. Cuando aquel amigo eligió la droga para matarse, supe que no es lo mismo acelerar la convicción deliberada de la finitud de la vida al pibe muerto de hambre que aspira bolsitas porque tiene hambre. Todo eso lo sentí y lo pude probar.

Cuatro: En particular, identificar el momento exacto de la muerte es importante en casos de trasplante de órganos, ya que los órganos deben ser retirados del cuerpo lo más pronto posible tras la muerte. Te lo dice el médico que, quizá, más sabe del tema. Es raro, pensaste. Preguntarle de la vida al hombre que espera una muerte.

Me hace leer de sus libros de juventud universitaria. Los intentos por definir el momento preciso de la muerte han sido problemáticos. Antiguamente se definía la muerte como el momento en que cesan los latidos del corazón y la respiración. Y ahí me detiene. Punto. Corazón y pulmones. Pero esencialmente corazón. No hay más que entender cuando ese músculo fue el más adorado para amar, sentir, despreciar. ¿Quién podría atreverse a declararte muerte si tu amor, tu sentir, tu desprecio, latían? Mucho más tarde el desarrollo de la ciencia ha permitido establecer que realmente la muerte es un proceso, el cual en un determinado momento, se torna irreversible. Me recalca: un proceso. Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. Existen en medicina protocolos clínicos que permiten establecer con certeza el momento de la muerte, es decir, que se ha cumplido una condición suficiente y necesaria para la irreversibilidad del proceso de muerte.

Sigo leyendo. Gracias al avance tecnológico de la medicina, hoy es posible mantener una actividad cardíaca y ventilatoria artificial en cuidados intensivos en una persona cuyo corazón ha dejado de latir y no es capaz de respirar por sí mismo, por lo cual esto demuestra que no es estar muerto. El protocolo utilizado para el diagnóstico de la muerte en este caso es diferente y debe ser aplicado por especialistas en ciencias neurológicas, hablándose entonces de muerte cerebral o muerte encefálica. En el pasado, algunos consideraban que era suficiente con el cese de actividad eléctrica en la corteza cerebral (lo que implica el fin de la conciencia) para determinar la muerte encefálica, es decir, el cese definitivo de la conciencia equivaldría a estar muerto, pero hoy se considera en casi todo el mundo difunta a una persona (aún si permanece con actividad cardiaca y ventilatoria gracias al soporte artificial en una unidad de cuidados intensivos) tras el cese irreversible de la actividad vital de todo el cerebro incluido el tallo cerebral (estructura más baja del encéfalo encargada de la gran mayoría de las funciones vitales), comprobada mediante protocolos clínicos neurológicos bien definidos y soportada por pruebas especializadas. En estos casos, la determinación de la muerte puede ser dificultosa. Un electroencefalograma, que es la prueba más utilizada para determinar la actividad eléctrica cerebral, puede no detectar algunas señales eléctricas cerebrales muy débiles o pueden aparecer en él señales producidas fuera del cerebro y ser interpretadas erróneamente como cerebrales. Debido a esto, se han desarrollado otras pruebas más confiables y específicas para evaluar la vitalidad cerebral como la Tomografía por Emisión de Fotón énico (SPECT cerebral), la Panangiografía cerebral y el Ultrasonido transcraneal. Cierro el libro. ¿Entendés? Un proceso, no relacionado con un sentimiento como es el corazón, ciencia sin prejuicio. ¿Error posible? Claro. Como Galileo con la Tierra, como la vacuna nacida por negligencia. Pero incluso el error no es la emoción. Es la acción sujeta a comprobación.

Cinco: Si la muerte es un proceso, en el otro extremo, el inicio de la vida, ¿no lo es igual? Si la muerte es un proceso, remarco, que se caracteriza por el cese de la actividad eléctrica de la corteza cerebral humana, el fin de la conciencia humana, la inactividad del tallo cerebral, ¿no será que la vida humana es tal cuando eso mismo está formado haciéndonos propiamente humanos y no una mera unión de óvulo y espermatozoide? Si el estado puede reconocer que donar órganos en muerte cerebral es un hecho que debe ser elegido por la familia a la hora del desenlace, ¿no será que el inicio de la vida merece el mismo respeto de elección a la luz de estos mismos principios científicos conocidos respecto del inicio del proceso vital?

Y aquí los sentimientos. Yo siento, me dijiste, que hay vida desde la fecundación. Yo siento que es así mirando la ecografía que me deja ver latir el corazoncito, las manos a las pocas semanas, la boca allí nomás Yo lo siento. ¿Y no lo sentís viendo el cuerpo que respira y el corazón que late de un joven con muerte cerebral que chocó con su auto y tiene sus manos, su corazoncito, su boca incluso más obvios? ¿El estado se debe ocupar de los sentimientos (que deben ser siempre respetados) o debe velar por lo probado científicamente y proteger la libertad para que tales sentimientos o los opuestos sean amparados? Si yo quiero poder donar órganos de mi familia cuando la vida ha terminado aunque haya corazón latiendo, ¿no corresponde el mismo derecho para que se me respete el derecho a determinar cuándo comienza la vida en ese proceso, no acto, vital?

El debate del aborto acusando de asesinos o retrógrados a los que no piensan como ellos, la discusión sobre la validez de la unión civil de personas del mismo sexo al amparo de conceptos de libertinaje o cromañones, la despenalización de la droga mirada por drogones o chupacirios, no es más que un escenario de emociones que nada tiene que ver con derechos a que nos respeten el ejercicio de esas mismas emociones sin jorobar a un tercero.

Se trata no de que el Estado me indique qué emociones son mejores. Sino de que el Estado, y vos y yo, nos banquemos que sentir como a uno le parece sin afectación de otros sentires es la base de la democracia. [email protected]

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