rosario

Lunes, 2 de febrero de 2009

CONTRATAPA

En el club

 Por Sonia Catela

Haciéndose la mosquita muerta, dura en el ángulo donde la pileta empalma con el sector hondo... Se sabe que cuando Elda se coloca allí, parada, inmóvil, orina, asquerosa, como si no nos diéramos cuenta, ya Lalo le tira "casualmente" el pelotazo que le da en la barriga con la fuerza de un misil, así le favorece la contención de la vejiga y un mejor uso vaginal, mirá a la mojigata, andá al baño sucia, anteayer dejaba una estela de flujo rosado en el agua, lo vio Lorenzetti y dijo que iba a quejarse pero después reculó "mejor no" y siguió nadando, yo no lo alcancé a notar que si no bajaba a todos los santos en la administración, pero ya lleva diez minutos en su función fisiológica de emporcar la piscina, un abuso que merece escarmiento, otros días disimula y en un santiamén vuelve a moverse con pretensiones de sirena; orina, inmunda ¿qué va a hacer allí, si no? No se necesita demasiada imaginación para saberlo ni llevar rayos x en la vista; hoy, sin embargo, sigue clavada en el mismo sitio, pero ¿por qué se ríe tanto Lorenzetti? me acerco a él; a los codazos levanta algo que me muestra pero manteniéndolo debajo del agua ¿qué es? no veo, che; él cabecea hacia la meona, "no me doy cuenta, Lorenzetti", extiende un poco más la tela, "¿entendés ahora? Contemplás en mis propias manos la bombacha de la bikini de la urinante", "¿Y cómo te animaste?" , "fui por debajo del agua, con la gillete le corté la tirita del costado y blag, saltó a mi mano", "¿la dejaste desnuda", "me vine preparado" se alborota saltando y chorreando Lorenzetti: "hay que ver la marcha de los acontecimientos ¿no te parece?", y sin respirar: "ponete mis antiparras y andá a explorar las intimidades submarinas", "no levantemos la perdiz, Lorenzetti". Nado hacia mi objetivo como un torpedo, solita la pobre, sus amigas se han ido a Mardel y su piel no precisamente blanca queda al alcance de mi mano; su vulva, por más que ella se la tape como una venus pudorosa, expuesta; largo un manotón y me retiro, se me acopla Lorenzetti con las antiparras de Javier, pero él, más atrevido se lanza, le mete los dedos y la obliga a separar las piernas y el escándalo, que la echen de la pileta, ponerse en boca de todos donde ya está toda su familia, eso le aquieta la lengua y susurra "déjenme; por favor, devuélvanme la bikini", pero no tiene más remedio que dejarse palpar, retrocedemos hacia lo hondo y emergemos para revisar el panorama, sin novedades en el cuadro, el bañero dormita en la silla en el centro de su tarima, en la otra punta, del lado de los cinco metros de profundidad, los muchachos juegan a encestar pelotas, las mujeres se amodorran al sol, los niños se tiran de los pelos. "Javier quiere sumarse a la farra", "por mí, todo bien Lorenzetti, mientras no se nos arme", allá la piba se corrió diez centímetros buscando la sombra del borde; el asunto de su familia saltó hará unas dos semanas y está demasiado fresco como para que Elda se anime a meterse de nuevo en el candelero poniéndose a gritarnos y haciéndose la viva, los tres tomamos una pelotita y la rodeamos; fingimos tirarnos el baloncito, uno baja, luego otro, andá vos, me toca a mí, ¡abajo! es cosa de meter algo en lo de ella, dedo, rodilla, muslo, y hurgar; en el tumulto nadie nota nuestros buceos y nuestras refregadas, sólo nos faltaría una cámara para documentar el momento, colgaríamos las fotos en la web y tarea cumplida, pero quién sabe si Elda vuelve mañana, es ahora o nunca, y mientras ella disimula como puede, Lorenzetti se alza con el trofeo mayor, todo un maestro, (hay que reconocerle la habilidad al mocoso, pujar, ensartar el blanco en medio de los remolinos) mientras lo cubrimos alborotando pero sin excedernos, y ya Elda empieza a moquear "por favor muchachos" y mira al cielo pidiendo que baje la Virgen María a fulminarnos, así que conviene apartarse para no perder el pellejo, "tené cuidado con lo que decís" le advertimos y salimos rápidamente del agua, metiendo la bikini en una de las bocas del filtro de la pileta, como si se la hubiera chupado; nos vestimos, y nos ponemos a matear en el parque, vigilando como de costumbre. A las ocho cerrarán el club. ¿Se animará a denunciarnos?

Elda sigue de bracitos cruzados, en el rincón de sombra; primero fue el bochorno del padre que saltó como autor de un desfalco por más que digan que era para no sé qué operación quirúrgica, y todo mal con esa familia, hará unos quince días, a la madre le sacaron la motoneta en un control de alcoholemia, en el diario del pueblo se publicaron solamente las iniciales pero completamos los datos de identidad con la ayuda de los inspectores del municipio, Elda en la cuerda floja, tanto que si esta indecencia trasciende y se difunde en el periódico, la echan de la escuela: ahí sí que le encuentran la vuelta; para más, estando ella como de lástima, con una beca de las que se les dan a los que tienen padres ocupados en trabajos subalternos.

Se harán las ocho en unos minutos.

La señora del vestuario, ya hora del cierre, se acerca a la solitaria bañista; intercambia unas palabras poco corteses, vuelve con una toalla; Elda sale envuelta en ella. No regresará más a la pileta. Se dirá que "de tal palo tal astilla". Habrá todo tipo de especulaciones, rumores y malicias. La versión de Elda se limitará a un desprendimiento de la bikini, prenda que se hundió, terminando perdida; mantuvo silencio por vergüenza y temor a molestar. Ella no se arriesgaría a una visita a la comisaría. No le conviene. Demasiadas consecuencias adversas. La Comisión Directiva alegará que lo más importante quedó preservado: el ambiente familiar del natatorio. Porque lo bueno del club es eso: el ambiente. Todos nosotros coincidimos.

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