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Domingo, 8 de febrero de 2009

CONTRATAPA

José Pedroni, la utilidad y la ética de la poesía

 Por Jorge Isaías

Es probable que la limpia poesía pedroniana haya sido de utilidad pública, como una poesía popular, pero sin serlo.

Algunos tópicos caros a ella no le fueron ajenos. Su registro no estuvo exento de un tamiz caro a la tradición de la Biblia y el Romancero.

En sus inicios al menos, luego escribiría: "Es el año dos mil, ya la tierra es de todos".

Fue, quién lo duda, un hombre de su tiempo y ninguna de las caras aspiraciones de su rumbo le fue indiferente ﷓utopías se les llama ahora﷓, amén de haber sido contemporáneo de las dos grandes guerras mundiales y la caída del nazismo.

Sufriría mucho hoy en un mundo falto de ideales, donde hasta los poetas, como quería Gelman "se mueren de vergüenza ya que ningún decreto los prohíbe".

De todos modos nos queda su obra, cerrada ya para nosotros por más que las diversas relecturas que cada día hagamos nos enriquezcan un poco más.

¿Acaso el renovado amor de una pareja cuando espera el nacimiento de un hijo no puede verse reflejado en los inolvidables versos de "Gracia Plena"?

¿Acaso quién que alguna vez fue padre no se sintió "esa poquita cosa" ante la mujer que es la dueña del misterio maravilloso de la vida?

Pedroni, viviendo en un punto no central de la república, en la bella ciudad casi europea de Esperanza supo encontrar esa inquietante paz bíblica de la creación.

Mi amigo el poeta salteño Santiago Silvestre me decía que a uno la poesía le debía servir en los momentos de tristeza.

("Cuando estoy triste elijo / mi cajita de música", escribe Pedroni).

Los poemas de nuestro más grande comprovinciano deberían considerarse en esa definición "de servicio" donde los versos de un poeta hacen útil los poemas, siguen de cerca la peripecia del pueblo.

"Quiero eludir el secreteo de los mandarines", dirá en carta a José Portogalo.

No habrá lugar entonces para la poesía que reivindique la entronización del vacío por sobre los sueños de un mundo más justo y más pacífico y los poetas elegantes no harían suyo el discurso del fin, porque eso es hacerse eco de las palabras del amo y sabemos bien que cuando hacemos nuestras las palabras del verdugo estamos afirmando nuestra propia condición de esclavos.

Hubiera resultado imposible en los años en que vivió Pedroni suponer el vaciamiento de la ética o subordinarla a la estética de lo fragmentario y lo trivial.

Pero José Pedroni hizo algo más: cantó el proyecto el proyecto del país grande de los inmigrantes.

Toda su obra, reunida en Monsieur Jaquin poetiza esa gesta que tuvo a un esforzado grupo de europeos como protagonistas, allí en su querida Esperanza, elegida luego de Caseros para conformar una colonia organizada, la primera en el país. Allí, en ese lugar que Pedroni había elegido para vivir luego de su servicio militar, el 25 de octubre de 1953 en razón de un reconocimiento nacional por su obra que se le tributara por cumplir justamente 30 años de la edición de La gota de agua, su primer libro, leerá un discurso histórico: y cuyo fragmento reproducimos hoy: "El verso nunca ha valido menos que la vieja y conocida prosa en la expresión de nuestro sentir y pensar. ¿Acaso el canto del payador no acompañó con su consuelo y estímulo a quienes rastrearon en esta tierra la libertad, y en las cargas de la patria la vidalita del guitarrero no supo adelantarse al toque del corneta?

Repasando lo cantado, veo que es muy poco lo que tengo que agregar, porque felizmente yo nunca he hecho literatura para mi consuelo o recreo, y no he vivido de espaldas a mi pueblo, sino con él y en su drama. Enamorado del hombre y de todo cuanto él mira y toca, me he movido siempre en cuerpo y alma con la muchedumbre, como la gaviota con la nave, y de ese permanente enlace de lo individual con lo colectivo, he llegado a producir, según vosotros, una obra de contenido humano y social donde el pueblo se encuentra a sí mismo y me otorga la única gloria a que aspiro: la de verlo cómo se apodera de mi canto y cómo empieza a destruir mi nombre".

No sé si es necesario aclarar como escribió Mastronardi en el prólogo a sus Obras que de esto "estaba excluida la opinión del Papa y del Sindicato".

¿Qué conclusión sacamos de esto? Que Pedroni no embanderó en consignas políticas la excelsitud de su canto.

Su poesía altamente impregnada de ese voluntarismo ético es una ejemplificación de la tarea del poeta de la cual estuvo sujeto siempre y siempre defendió como lo prueba también su correspondencia, que algún día editaré, si alguien decide apostar a que esa ejemplificación retorne hacia los lectores de Pedroni, para ser un poco menos miserables en esta vida o para hacerla un poco más vivible.

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