Miércoles, 11 de enero de 2006 | Hoy
Por Miriam Cairo
Salvo impedimento
Yo no quiero vivir sosegada ni ser alguien que nunca fui. Voy tras de mí. Una búsqueda cercana y difícil. Un laberinto. Un acertijo. Una caída. Voy detrás de mí y las palabras van delante. Trituro los sonidos. Me impregno de cosas hasta hacerme oscura como el alma. Cristalizo en el aire moléculas de un mismo día. Las palabras curan y provocan mis delirios. Les agradezco cuando me hacen creer que sólo yo sé trepar la ladera oculta de la luna. Por ellas he podido demostrar a las cornisas la insensatez de sus abismos.
Voy detrás de las palabras y de mí, porque cuando doy paso a otro ser, me pierdo, irremediablemente.
Pleamar
La palabra ¿puede no ser un acto de vida?
Decoración de interiores
Esta nueva página de la falible no es tan pequeña ni tan inmensa como las anteriores. Ha sido exhalada como una continuidad. Sobre sus mosaicos, los nuevos y viejos personajes siguen sin estar puramente dibujados pero sí medidos en caprichosas proporcione. Aunque no se note, muchos renunciamientos impone esta actitud porque lo excesivo y lo inasible son la atmósfera natal de la falible.
Con fecundidad desmesurada engendra el poder de su debilidad y salta al abismo de la escritura. La falible tiene gran talento para no tocar el piano y para desaparecer cuando desaparecer se debe. Sus hábitos de desesperación son severos. Podría decirse que su estado natural es el temblor permanente y que con los ojos abiertos amasa una escritura tan personal como porosa.
Azaroso el viento
Entonces abro un muro semejante a la vida y no puedo morir.
Corazón proveniente
Yo no sé volverme hermética, tirana, inaccesible cuando los heraldos del sueño se dispersan en la habitación buscando camaradas en mis libros. Yo los contemplo y me acerco. Sus secos roces me dan ganas de vivir. A la hora en que todos duermen no pierdo las fuerzas, las recobro. Ellos entran y salen de mí sin preguntar ni pedir nada. Invaden los terrenos de la noche y estallan dentro de mí con sus pedazos de creación y de furia.
Hacia la noche continua
La falible piensa dos veces antes de liberarse de los grilletes y de la retórica. ¿Quién podría suponer que en sus irregulares métricas, en sus mosaicos mínimos, en su congruencia desgenerada, no hay una esmerada dosis de cordura y de alevosía?
Esmeraldas
Hace rato que tenemos los ojos abiertos, las manos abiertas, las llagas abiertas. Alguna de las palabras que hemos escrito, han encontrado su lugar. Por lograrlo se nos han roto venas en el interior del libro y en el interior del cuerpo. Volvamos a decirlo: palabras en el interior del cuerpo. A primera vista parecía que no significaban nada. Pero luego de hilarlas con paciencia e insumisión, notamos que se adaptaban a nuestros azures pensamientos negros.
Remotísimas magias
En un proceso de niña rapsoda, la falible hace su realidad a medida que la va quebrando.
¿A dónde van?
Arriba el pensamiento. Abajo el instinto. Arriba el espíritu. Abajo el cuerpo. Arriba la lírica. Abajo la prosa. Arriba el bien. Abajo el mal. Arriba la palabra. Abajo la palabra. Adentro, afuera, por los borde la palabra. Con un hacha rompiendo cercos y alturas, la palabra.
Pequeña vigilia
A veces soy la huella de alguno de mis sueños.
La dicha de los condenados
Yo no sé de la luz. Sé de la noche. De la memoria de la noche. Del palacio de la noche y sus pasillos. Sé todo sobre caminar descalza por sus suelos de mármol. Promulgo cantares que el eco me devuelve tímidamente repetidos. Yo estoy prisionera en este palacio desde antes de la infancia y ruego que para mí no haya salvación.
No es de oro la baraja
La quietud y los sueños me han hecho amar demasiado, dormir demasiado, imaginar demasiado, regresar demasiado, escribir demasiado. Y lo que he conseguido es una alternancia entre zozobra y serenidad. Soy lo que puedo ser. Cuando me acusen no podré negarme.
Resbalando, resbalando
La narrativa de sucesos no está dentro de los objetivos de la falible. Su escritura no va tras el subterfugio de mantener atento al lector desgenerado a través de hechos imprevistos o acontecimientos heroicos. Por el contrario, lo único que ella pretende, es tocarlo con su pluma levemente, por descuido.
Todas las vías
Al ser producto de quiebres y hendiduras, esta página se presenta como un espejo de los homeros femeninos que habitan el mundo (¿podremos considerar otra vez, a esta página, el mundo?)
Terribles encantos
Menudo ataque de inconciencia llevó a la falible a dar el salto. Rompió su obra como al propio cuerpo. Luego de escribir durante siglos y siglos siguiendo las formas heredadas, prefirió convertirse en un ídolo de ojos negros, rugido de león y pelaje rojizo. A pesar de todos sus tropiezos, sigue creyendo que la belleza es producto de la razón , de la laboriosidad y de un azur y un verdor inasibles. Sostiene que aquello que a un poema ilumina, a otro lesiona. Es la propia organización del espíritu la que ayuda a cada palabra a encontrar el lugar de la hermosura. Y si la bestia se permite escribir poemas de corrido es porque está convencida de que la prosa no existe.
Babel
Este proyecto de escritura se origina de manera natural sobre sí mismo, sin el socorro divino, ni las becas de la Fundación Antorchas. Su poder se basa en una percepción fragmentaria y extenuante, que no actúa como espejo sino como engrudo.
Bastidor de plumas
La escritura de la falible es a la vez ingenua e injustificada. Su desolación a veces mata. Lo que intenta decir no es sencillo. Esa desesperación de escribir es una calma. Su locura es un estilo de lucidez. Las gallinas cluecas de la lucidez dan forma a su escritura. Salen de sus nidos a cualquier hora. Cuando ya ha sido levantada la cosecha, cuando el gallo da la orden de dormir, la falible no abandona su trabajo. Incluso cuando descansa o duerme, no abandona su trabajo. Su tarea es ardua: debe rastrear aquello que a la realidad le ocurre entre bambalinas.
Encajes
Voy tras las palabras. Entre ellas y yo existe algo más que el silencio. Cuando me llevan al centro de sí, cualquier ausencia se convierte en oro fluido.
Voy tras las palabras y su costumbre de rasgarme. Entro en sus sigilos como un fruto, ostentando desnudez. Las arranco de los silencios. Apago con mi cuerpo sus deseos. Abro un camino de hormigas. Abro ciénagas. Abro almohadones de pluma. Quedo vacía de mí. Quedo en algo que no es morir y sé que no sirve abrir los ojos.
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