Viernes, 6 de marzo de 2009 | Hoy
Por Bea Suárez
La crisis, la crisis. Pastillas, comprimidos, tabletas, circulan.
Todo el país toma ansiolíticos. Uno a la noche para dormir, otro al medio día para soportar.
Circulan, se venden, se recetan, los prescriben sin temor, los medican. Cápsulas circulan por las tardes en Oroño como si fueran frutos de Palmera. Flotan en el río.
En el laguito del parque Independencia danza jarabe de Clonazepam.
Toman los colectiveros, las mamás, los niños hiperactivos, ancianos perdidos, jóvenes sin trabajo, padres separados, solas y solos, los más de treinta, los de cuarenta; toman en la Bolsa de comercio, los vendedores con cheques tembleque.
Un comprimido ranurado porque viene el sollozo, mita y mita pues sigue al llegar la noche.
Cápsulas contra el miedo, la culpa, la vergüenza, las ganas. No se puede estar desvelado, con enojo, no, no, ahora vienen los antidepresivos de nombres recoletos a cancelar todo, a que el ser humano no sienta, no vea, no escuche, no pase por eso.
A lo lejos se ven hondonadas de ungüentos para la alergia que provocó un jefe. Cremas con corticoides porque pican las piernas cada vez que llega una orden. Cataratas de ranitidina caen del Monumento y tapan las bocas de tormenta, y las bocas de hablar. Adoquines hechos de excipientes, hidróxido de aluminio para neutralizar el odio.
Suspensiones, frasquitos para que la angustia no sea; cremas para que la vejez no sea, inyecciones para que el músculo sea más.
Píldoras para revertir panza, gente que con alcohol baja dos cambios, escribe con vino más despacio la historia.
Llanto secado con kilos y kilos de diminutos compuestos que enloquecen a la célula, frenan las dendritas pero no saben de esperanza, valentía o fe, sentires impalpables que hacen al mundo mundo. Axones que no conocen de terrores y desasosiegos.
Aerosoles para soportar mentiras, miligramos que anestesian rumores, palabras aquietadas a fuerza de blisters.
Intenciones, asco, mareos y corruptelas metidas en laboratorios, un humano científico que no puede gritar o descontrolarse, chicos que con el Paco impiden la ebullición de la injusticia, pulverizan sus vidas con principios activos en vez de deporte o caminata Buenos Aires.
Química que en gotas o liofilizados pretende hacerle frente a angustias y tragedias, pérdidas que no se quieren ir con Rivotril, un hombre queda solo pero con geles y potasios, una mujer sufre y toma doble para evitar la convulsión de un placer que no logra orientar.
Analgésicos para el dolor de vivir y el dólar sube, se compra en blanco la existencia negra.
Cefaleas, tortícolis, cervicalgia, contracturas, desgarros (todo por la oficina) pueden desaparecer con Paracetamol. Una toma diaria por Pami o la Caja forense, Mutuales que cubren con esmero la forma farmacéutica contra tonterías, envidias, sadismos, dramas y recuerdos.
Todo, después del uso, termina en el tacho, frascos, tiras, pedacitos, troqueles densos que amainaron la cosa.
Y el hombre sigue por control remoto el camino de sus sensaciones, por suerte incurables con Lexotanil.
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