rosario

Jueves, 16 de abril de 2009

CONTRATAPA

BORGES Y CARRIEGO

 Por Jorge Isaías

En los años en que Borges escribe su ensayo﷓biográfico sobre Evaristo Carriego, Lugones era el centro de la escena literaria argentina. Lugones era la literatura. Era, en términos de imaginario social, más importante de la que sería Borges treinta años después.

No estoy haciendo una comparación ociosamente cualitativa, digo que en términos de aceptación social ﷓a las charlas de Lugones asistían los presidentes de la república﷓ el espacio de Lugones era superior. Lugones pretende que no se le retacee el lugar político que cree merecer y acá están sus fantasías políticas, acá están sus coqueteos con las golpistas de Uriburu, y acá está también el origen de su decadencia y de su posterior suicidio. Pero esto es como diría Roberto Arlt, "harina de otro costal".

Con esto quiero decir que Borges no elige a Carriego por que sí, lo elige porque lo necesita para su proyecto (para el propio, no para el de Carriego que había muerto hacía 18 años). Carriego está al margen del margen. Es un escritor modesto, un escrito menor. En una excelente antología que editó Eudeba en 1987, y que recopila y prologa Borges, éste dice: "Carriego pertenece más a la historia de la literatura que a la literatura". Es algo real, aunque un poco doloroso.

Lo ubica como precursor, sobre todo de la propia poesía borgeana y aquí entramos de lleno a una de las teorías más originales de Borges, y sino es una teoría es una idea, una afirmación muy seguro en él y que no puede dejar de ser contradictoria y aún anacrónica en sus planteos. Es aquello de que a cada autor o algunos autores crean a sus propios precursores, dice "sin la obra de algunos que remarcan una línea nadie reconocería a sus precursores".

Es como si los hijos engendraran a los propios padres.

De todos modos a los intereses de Borges del momento sirve de maravillas:

1) Carriego era un poeta de tono menor que había abandonado los fastos del modernismo apabullado tal vez por la existencia y los éxitos de Rubén Darío, hasta hacía poco habitante de la bohemia porteña.

2) Carriego había echado una mirada pietista sobre el suburbio. Era una actitud revolucionaria para su época. Pensemos que aún Baldomero Fernández Moreno no había mirado alrededor con su poesía (la frase es de Banchs).

Borges recién regresaba de París, de Ginebra, de Madrid, de Málaga. Busca sus raíces. Buscaba las raíces del criollismo, pero el criollismo estaba inficionado en la Argentina de toda una literatura muy menor, donde venía como camuflado un libro que Lugones y Rojas iban a rescatar para las futuras generaciones de lectores cultos. Y hablo de Martín Fierro. Deliberadamente digo cultos, porque la literatura popular lo hizo suyo apenas aparecido.

Eran o podrían ser las raíces también del criollismo vanguardista, que se oponía aquél otro exasperado de moreiras y hormigas negras y Eduardo Gutiérrez.

Era también el reconocimiento topográfico de Buenos Aires. La búsqueda de su poesía que en ese tiempo intentaba una especie de recuperación del lugar y de la patria chica.

Algún autor se atrevería a considerar esta época como tributaria de un viejo y vago nacionalismo borgeano. Es la época en que escribe El tamaño de mi esperanza borrada luego de su bibliografía, recuperado por su viuda por razones me imagino que no literarias.

En El Tamaño de mi esperanza Borges examina con su mirada casi rosista varios tópicos de la literatura de ese tiempo y arremete contra Sarmiento, como mentor de muchos males argentinos.

Es la época del luego aceptado y famoso poema "El General Quiroga va en coche al muere" (fíjense que no dice a la muerte, que hubiera sido la construcción correcta, está utilizando una acepción popular. Ir al muere no sólo es morirse, es irse a menos, abandonar).

Pero sobre todo inaugura una costumbre en Borges: escribir sobre autores más bien marginales, antes que opaquen su brillo que empezó a lustrarse allá por los años de Proa.

Carriego le ofrece en este sentido muchas ventajas adicionales:

1) Al parecer, si no es una licencia poética borgeana, de niño su casa era uno de los lugares que frecuentaba Carriego. Allí según Borges recitaba a Almafuerte. Allí oyéndolo al propio Carriego, se le ocurrió que las palabras eran más que una forma de comunicación humana y que comunicaba emoción a través de la poesía. Para decirlo de un modo rápido: según Borges que escuchó de niño a Carriego recitar a Almafuerte él descubrió a la poesía. Es un rito iniciático que tal vez haya inventado Borges para hacer más real la paternidad supuesta de Carriego sobre su vocación y sobre su poesía. No sabemos ﷓no lo sabremos nunca﷓ si es verdad. Pero funciona a las maravillas como anécdota detonante de esa vocación de las más firmes y más brillantes de todas las literaturas no sólo las que se escriben en español.

2) Carriego había muerto muy joven. De la misma muerte que Keats (lo dice Borges), Keats el romántico inglés. La muerte era la "tisis" como se le llamaba a la tuberculosis, aunque la familia tal vez para eludir el escarnio de la época dirá siempre que fue una peritonitis.

Esta curiosa y hasta cómoda teoría del precursor también la aplicaría en adelante a Kafka con respecto a Melville.

Borges dice: Melville en su Barteleby define ya un género (estamos en 1956) que en 1919 Kafka tomará y profundizará. El de las fantasías de la conducta y del sentimiento, o, como ahora malamente se dice: el psicoanálisis, o lo psicológico.

La idea borgeana sobre esto es que el viene después, viene a terminar aquella prefiguración, aquel texto anterior.

Como erudito y estudioso que era, se tomó el trabajo de citar ese rastreo, una especie de inventario prekafkaiano.

1) Zenón de Elea y sus famosas aporías (dificultades) de Aquiles y la tortura o el arco y la fecha.

2) Han yu, prosista chino del siglo IX.

3) Kierkegaard, filósofo danés contemporáneo, 1913﷓1955.

4) Un poema del poeta inglés Browning, de 1876 quien había nacido en 1812 y murió en 1890.

En vindicación temprana de Carriego, Borges inaugura un estilo. Aquello que afirma más arriba. Que le interesaban menos los grandes que aquellos que prefiguraban a esos grandes. Y acá ustedes. Ya saben la ecuación inminente. El grande será Borges. Carriego queda en el módico lugar de los precursores, del origen de una poesía, de un estilo. En el camino que hizo posible que detrás viniera Borges. Y Carriego hará según Borges que una obra anómala para sus contemporáneos con el tiempo se haga trivial. Porque de todos modos lo que interesa es que aparezca un Borges. Ese parece ser el razonamiento.

No obstante le hace justicia a su modo. De Carriego saldrán luego las líneas de la poesía del tango cuando se haga canción cantada.

De allí salen con toda seguridad: Celedonio flores, los Contursi, Cadícamo y el más conspicuo carriguista: Homero Manzi.

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