Sábado, 2 de mayo de 2009 | Hoy
Por Miriam Cairo
UNA
Mi culona coja y yo, por primera vez en muchos años, nos hemos reunido para compartir la pluma en nombre de no sé qué causa. Se nos ha ocurrido que podríamos hacer un llamado de atención a la ciudadanía, ya que están de moda las noticias alarmantes. "¡Estado de alerta! ¡Se ha encontrado un escorpión en el arenero de un jardín de infantes! ¡Ya se tomaron medidas: la directora ha informado a los niños que no deben tocarlo! Pero... ¿qué es realmente un escorpión? ¡Un especialista, en nuestros estudios, nos ayudará a averiguarlo!" Más o menos de ese tenor deseamos que sea esta contratapa, para no quedar fuera de tono con la realidad rimbombante.
Pues bien, para comenzar proponemos que volvamos a definir la palabra vida. Más aun, que resignifiquemos el concepto de "estar vivos". A esta altura de los milenios (sean convencionales o apócrifos) es decir, a esta altura del tiempo existido, debemos asumir que la evolución del pensamiento humano ha recorrido un largo trecho. Ya debe estar hecho un hombrecito, una mujercita ¿verdad?
OTRA
Por lo tanto, partiendo desde la convicción de que el pensamiento viril y el pensamiento femíneo, saben cruzar la calle solitos, la narradora tuerta y yo creemos que es momento de pensar si morir es no respirar más o si hay muchas otras formas de estar muerto. Así como el ciudadano puede saber qué es realmente un escorpión, también puede pensar en estas cosas. El interrogante planteado ya no es potestad de los poetas, por eso lo instalamos en el llano, que es de donde provenimos las dos, ella con su bizquera narrativa, yo, con mis renqueos siderales.
Cuando ya nada se espera sea exultante y lo que palpita es un cuerpo y un corazón sepultados, cuando se descubre que un escorpión es un arácnido de ocho patas, pues ícaramba! el pensamiento humano, que ya usa pantalones largos en algunos casos y en otros, ha tenido la regla, está en condiciones de reconocer los síntomas inequívocos de la primera muerte. Y por lo mismo, a fuerza de lucidez, quien acabe de morir en pie asumirá que la muerte no tiene por qué ser eterna.
UNA
Mi culona coja y yo, no pretendemos plagiar la sabiduría y el prodigio de los poetas. Ni los procedimientos metodológicos de los etólogos, pero dado que el punto de vista crea el objeto de estudio, estamos en condiciones de comprobar que respirar no es lo mismo que estar vivo (con perdón de María Graña).
Los datos empíricos nos demuestran que de un total superlativo de casos observados, un montón de sujetos que andan por la vida, respiran, pero no están vivos. Y atención que esto no tiene que ver con una encantadora cursilería. Nosotros, es decir, yo más mi culona, hemos visto que los muertos vivientes se mueren de ganas por vivir, que añoran ser como el ser que buscan en su mente, sondeándose, pero permanecen al acecho agonizando en una sublevación secreta.
OTRA
Obviamente, mi compañera de pluma no puede dejar de mostrar la hilacha poética. Pero para marcar el carácter activo de la diferencia entre respirar y estar vivo, pueden ayudar sus metáforas de mono con escopeta. Y hablando de ello, lo que finalmente nos proponemos decir es que los escorpiones son parecidos a los alacranes pero ¿son alacranes? El pensamiento humano que ya usa carné para conducir, que mira películas para mayores y procrea, podrá establecer muchas otras diferencias.
Por ello sugerimos que se nos haga asiduo el morir como práctica, como archipiélago de actitudes, como estrategia. Sobre todo, muchachas y muchachos, tengamos en cuenta qué significa estar vivo después de haber jurado que algo iba a durar "para toda la vida".
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