Viernes, 29 de mayo de 2009 | Hoy
Por Bea Suárez
Son cinco años que prefiero tu crónica, que la mirada fue, la parodia ya fue y el pasado se encula conmigo, me vuelve loca, ingrata.
Anteayer, hoy, el mes que viene, ¿qué mas da?, escribo en ceremonia a la Rosario raquítica sin vos, a Dorrego pedregoso, pulverizado por tu ausencia, a la semi idea de desmoronarme e irme lejos para no asistir a este disgregar quinquenal que te deglute, y te vuelve anterior, inexorablemente.
Hecho a perpetuidad tu seudónimo vuelve. Dilata los días, el recuerdo, la sombra, escribo incongruencias desde entonces, pienso. Me das sed. No venís a calmarla. No venís a infringir códigos y por eso mismo a dar vida.
No. No.
Vamos a salir en pos de algo que no sea este mundo liso, quiero que tu voz despliegue estrofas en poema y la ciudad redoble llamas con gestos de manos y cabeza, deseo la dispersión, el vuelo. La forma yacente en que te sé inquieta mis días, acostumbrados e idénticos.
Quiero gritar como una vaca hambrienta que te espero, entre oro, piedra o inmundicia, no importa, siempre te espero con una templanza rara que me han dado extraños dioses del silencio.
No respondes llamadas ni mensajes, no tenés Internet ni vino.
Esa diferencia es un hachís que me embriaga cada aniversario.
Una casualidad piensa en mí, cinco años después, y, aunque no hablo ya tu lengua entiendo que me vas a esperar caminando a través de los siglos o hasta que dure la leche que tomábamos al volver de la escuela.
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