Viernes, 6 de noviembre de 2009 | Hoy
Por Bea Suárez
Llovía mucho en mi cuerpo, lo miré frente a un espejo, mojado, abigarrado, lo sentí envase, botella, contenedor, tetra brik molecular, sólo eso. (Pensé además: "uno no puede regresar a bulbo").
El cuerpo damajuana, no retornable. El envase crece, se agranda como una casa, se achica como poliéster en agua caliente, es parte de un paisaje vulnerable. Mortal.
Llovía el día en que vi a mi cuerpo en un abrir de alas, bello; una madera, más algo de plástico y músculo, sin entender.
No era yo, era él.
Era yo y a su vez un ADN portátil que bajaba la persiana de mis ojos. No podía recordarme, asistir a cosas como bondad, equidad, valentía. No. Era mi envase, una contabilidad de ribosomas y piojos. No preocupación, locura, malos tratos; un cuerpo solo flotando en convicciones y misterios. Flotaban epitelios, estómagos, dos fémures.
Era mi cuerpo y no era mío, era de otra, un personaje de los cuentos, una enfermera francesa, un taxista en Maipú y Urquiza.
Vi en él a una canoa con que atravesar el océano, un universo decadente cayéndole encima, defensas de uñas y pelos, amenazas de anécdotas que lograron envejecerlo.
Llovía mucho el día en que me vi fuera de mí, recordé a lo grande las cosas que en verdad cuentan y valen.
Me gustó demasiado no coincidir conmigo.
Hubo fuga. Flotó el conjunto de lo que fui, a la vera del río. Y quedó suelto lo que cena, merienda, orina, se enrojece e inflama.
Se separó lo que irá al cementerio de lo que quedará escrito, la forma de amar, del pie de atleta, la sed, de aquello que podría veranear en Brasil.
Me observé doble o triple, flaca, caminando en cinta, entre naciones de humo, hombres que parecían lobos y mujeres benditas, con sus sexos y tragedias.
Vino el tiempo de fin de año y me encontré así, dividida. Una lee el diario, otra sufre, alguien campanea en ecografías, la última podría estallar en las cúpulas de Rosario.
Llovía la otra vez que me deglutió el destino, que fui un hombre anterior y quedé hecha una bolsa de títulos.
Y el cuerpo, ahí, como una lata vencida, rigurosamente objetivo, brillante y presente.
Más que yo.
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