Viernes, 11 de diciembre de 2009 | Hoy
Por Bea Suárez
"Y se acabarán los líos y las guerras
Y el mundo estará a salvo".
Mafalda
Va a llegar la solución, en un logrado reportaje lo he sabido. Vendrá con liebres y ñandúes, perdices y rapideces varias.
La última tierra traerá las soluciones. Como boas vendrán, perdidas en el bosque, soluciones riendo en las rutas, una detrás de otra.
Las estrellas se volverán enormes.
O llegará la luna con una rama verde, o virutas de luna en lo liso de un valle, tramitando un gobierno de cosas que se trabaron entre monstruos y maíces rojizos.
Llegarán desde el mar, de lo hondo del mar, donde especulan Dioses por salir o no, respirando cáscaras de muertos caracoles donde todo está oscuro y la noche es eterna. Vendrá la solución salada, apocalíptica, a salvarme de muros que oprimen mi pecho, lo salpican, lo obturan, me vuelven terca, me llenan de congoja.
Un costal de semillas las traerá (una a una), parecerá mi madre cuando éramos chicas, que explicó los porqués y los cabellos de ángel, bebiéndose de pie todo lo horrible.
Bajarán de los cerros las soluciones propias, recogerán las primas de múltiples seguros, en nubes pequeñísimas, en centros laborales, terrazas de edificios, sencillez de la miel se mezclará con ellas. El último escondite me encontrará esperando.
En enero va a ser, antes de estallar la guerra del sol, ya los arados circularán tranquilos por el campo, yo querré sacarme de la muerte, reconstruir un aceptable número de pétalos, y salir salir salir.
Quiero acercarme a la mesa, limpia, madura, acordando en lenguas que se entiendan una vida mejor, un alabastro no tan amargo.
Llegará la solución con su melena de oro, rondando por el suelo como niña de siete, girará en torno a mí, va a morder el martirio, lo convertirá en ardilla o dátil y, en comarcas de fuegos o subsidios, volaré el techo de la taberna donde permanecí presa.
Apagué cirios y lámparas, observo el firmamento mientras mi sangre fluye, miro la realidad anaranjada y espero a que llegue mi abuela (adjuntada al naranja como un gran documento) o el aviso de retorno de que se fue mi hermana. Acosaré a preguntas a quien sea.
Un gran pedazo de coral, frases que quemen, estatuitas impregnadas de ciruela, todo traerá la triza de una feroz incertidumbre.
Caerán las soluciones desde cualquier minuto del globo, dejaré entonces el umbrío y pálido sitio en el que vivo que, amado y tenue, se convirtió en castigo.
Llegará a hipnotizar los ojos de la gente, su gallarda figura resolverá la incógnita, custodiará los ríos, y la tropa de problemas se disolverá gritando.
Al fin.
Por fin.
Y tomaré mates en vasitos de zapallo. Brindado por una vida simple.
Sin exámenes.
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