CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
"Juro por vos" resuena en la sala colmada, pero la mujer que emite el voto no viste traje de bodas o ramo de novia, ni se halla ante un funcionario que le pide el sí para declararla casada hasta la muerte, lo mismo caen como puñados de arroz los aplausos que coronan sus palabras, mientras mozos de chaqueta blanca aguardan que la formalidad se termine de consumar, para trasponer, entonces, el marco de la puerta que divide protocolo del lugar de trabajo, con las bandejas de copas y entremeses y, en el centro del recinto, Gabriela se coloca detrás del escritorio que ocupará de ahora en adelante y arma poses que captan parientes y ajenos con sus cámaras fotográficas, en tono de celebración privada aunque no lo sea, mas, recorriendo la sala de la Intendencia, en el ángulo derecho, casi bajo el declive del techo, se recortan los que ladean sus bocas con desagrado, Diéguez murmura "hasta dónde se puede llegar", y a su lado, Morbidoni y Gómez, (también del gremio) se empujan a sí mismos, ventilando un disgusto opositor, mi dios, al que se suma el del director de portafolios que aprovecha el barullo para desahogarse con un "tilinga" que no sale a la luz, rápidamente pisoteado por los que corren a abrazar a la Gabriela y a su "juro por vos", ella, de pelo empaquetado para ceremonia y traje con escote, avanza hacia los micrófonos que comienzan a entrevistarla con anuencia y casi se apoyan sobre el ventanal que se abre a la plaza. No se trata de una boda aunque implica trabajos en común con aquél por quien ha jurado, "¿le entregaremos el petitorio?", reniega Diéguez abriéndose paso hacia la Almagro para no perderse detalle de cómo relata su pasado, el que suena a autobiografía breve, insuficiente, consistencia de cosméticos, pero el sindicalista sepulta el sobre en su bolsillo y lo palpa con alguna indecisión viendo a Gabriela que llama al hombre por el que acaba de jurar, "acercate querido", (él se ha encargado de que la mayoría de las sillas esté ocupada por gente que vive de las mismas arcas, gente que brindará cuando se alcen las copas y aprovechará el copetín, gente que no abuchea sino que aclama por rutina incluida en su salario). Ya en el círculo externo del cuadro central, Diéguez aferra el petitorio con la mano en el bolsillo, escuchando a periodistas que no aluden al amor de la pareja estelar aunque ésta se abrace, sino que exhuman los cadáveres de asuntos pendientes, la situación llega al límite, dejémonos de teleteatro; se le pregunta a la mujer sobre su experiencia en la función que va a acometer, pero en las interpelaciones se palpa cierto malestar o reticencia, se le exigen a Gabriela precisiones sobre sus tareas como se exigen pruebas de inocencia, en este caso, de competencia, como si a una recién casada se le tomara examen sobre la cantidad de harina para hacer una pizza y la temperatura del horno que requiere un suflé, pero Gabriela se lanza, ya un poco fastidiada: "recorrí siete escuelas y recorrí el espanto", lo que suena a declaración de guerra, Diéguez se lo mete en las orejas con estupor "¿es que dijo...?" Gómez ratifica haciendo destornillador en la sien, "hay que empezar todo de vuelta" consigna, cansado, "¿y el petitorio con nuestros reclamos?"; Gabriela informa el por qué está allí donde se la ve en este momento, al lado de su esposo el intendente de la ciudad de Córdoba, ella, que viene de un puesto administrativo y ha incursionado en el horror recorriendo las escuelas municipales, repite, y extiende el brazo; al unísono, especímenes que ha recolectado en su expedición al espanto se van desplegando en semicírculo, cuerpecitos desnutridos, desvestidos, mutilados, defectuosos de toda marca que recién arriban de las indias occidentales o las villas de la periferia, pruebas de la excursión; se forma el cuadro al que azuza la hora, el brindis que se impone, la nueva tanda de aplausos que cierra el bloque. Diéguez se paraliza, esconde el sobre en el bolsillo y retrocede, se aleja de Gabriela, de ella que ha puesto la mano sobre la constitución de la provincia para jurar por vos, Daniel Giacomino, para el cargo de Directora de Cultura y Educación de la Municipalidad para el que ha sido creada. O algo por el estilo.
*Versión absolutamente ficcional y libre de la asunción de Gabriela Almagro al cargo que se menciona, en la que apeló al juramento transcripto, y vertió las declaraciones citadas sobre su recorrido al espanto. "Fue algo que me salió. Estuve pensando hasta las 4 de la mañana qué iba a decir, pero desde que era chiquita no podía decir lo que tenía que expresar en los actos", justificó la flamante funcionaria comunal en diálogo con una Cadena 3. El cargo es el segundo en importancia en esa cartera. De la esposa del intendente dependen las 38 escuelas municipales y los jardines maternales de la capital cordobesa.
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