Viernes, 18 de junio de 2010 | Hoy
Por Bea Suárez
"porque la escuela se relaciona con la vida"
Francesco Tonucci
A los trece este Instituto fue el resultado de mis ilusiones.
El próximo 20 de junio cumple sus bodas de oro. Yo transité esos ladrillos casi a mitad de camino, en el mercado fenicio de aprender a existir, los cortejos amistosos que se instalaron durante toda la vida, y un poco de huesos que crecieron.
Estaba dejando la costumbre de la infancia, tenía dentro una mujer inoportuna que deseaba saber y caminar.
Con maravillosa paciencia allí me enseñaron, y con una delicia incomparablemente mayor aprendí. Aprendí sobre el inicio, entre pelotas al cesto, Boros, Cloros, máquinas tipeadas por la Mildre Civitillo, Sara Spalleta junto a los baños (dando mate cocido con paciencia exagerada) y una guerra de contabilidad para mi libertad de acción.
Esa escuela media (entre urgencias de aire) comenzó a restaurar mi porvenir, a hacerlo posible, me dio palabras, números, horas y combustible.
Hoy hace que me sienta menos sola, menos lejos.
En ese instituto secundario me enredé y desenredé con valentía calma, me dotaron de las cosas que he sido y soy, en pequeños actos geniales que, sumados, dan este inesperado número de avatares que algunos llaman Bea.
Leyes de la física y Martín Fierro, cada uno con su eficacia, jamás bautizados con mi olvido. Jamás.
Fue allí donde hablaron los poemas, donde subí el mástil de la ficción a la fijeza abismal de la lengua, mientras mis profes de castellano regalaban la voz, ¡tan solo eso! ¡tan luego eso!.
Este colegio es un afluente para mi sangre, que ha recorrido medio siglo y no perece. El fin de semana se festeja el cumpleaños e iremos todos en fila hacia sus excepciones, a rezarle como a un gran Dios que proporciona alegría y también niebla.
Si soy mujer elocuente se lo debo, si soy corta, mariposa o singular, también. A esos docentes (que son mis consanguíneos) les debo parte de mi mundo y mi trasmundo, les debo un campamento diario de circunstancias, el saber leer a mano, el espejismo viviente de una primera cosa, lo que precede, lo que sucede, un asueto para argumentos vitales que allí empezaron; les debo algo que habita mis entrañas.*
Una escuela que cumple cincuenta años es desmesura a la distancia, es demasiado grande el ciclo como para no celebrarlo a lo grande, a lo largo y lo ancho. Es parte de la educación santafesina de la que muchos somos parte mientras caemos o lloramos por oscuridad y salario.
Cincuenta años de resplandor tenue y finito que la tiza no graba más que en fórmulas lindas, para vivir mejor un sulfato de sodio, un canal de comunicación, una libreta.
Corolas clareando penas por muertes de alumnos inolvidables, el Juani, la Pepe, Francisco Paquito Canga, Junior Oderda, Gabriela Bolatti, Javier Arveja Biazotti, Andrés, el jugador de voley. Profes que se fueron, Cacho Allega, el Negro Romano, Sara Cortázar, el doctor Capelli, el Padre Rosales, directivos que estuvieron y se desgarraron para hacer una escuela argentina salud.
La próxima vez van a ser inmortales, lo juro, lo prometo, un papel los hace ininterrumpidos en la historia.
Unico modo que encuentro para rehacer mi vidita: la música y este colegio que festeja.
Y que venga el ministro a dar su parecer en el reducto claro y corto de los tiempos, que logre felicitar a quienes organizaron las chapas, el cemento, la biblioteca, el techo, este cincuentenario sin hacer paros ni tragedias. Pero que venga el director del sub director del secretario de gobierno y diga "los felicito" por perdurar, por existir, por darle frescor a Santa Fe.
Un colegio da señales de vida y espera los efectos, da la exacta página con que se escribe una Nación.
Mi colegio, mi deuda, mi futuro, el de mi hija, y de todos los hijos que tenemos religión larga y pulmón perecedero.
Desembocando en junio el hecho da felicidad y veda de tristeza.
Para alzar la copa del mundo, el resplandor, la coparticipación inquietante de algo que creció y llegó a cincuenta con el crepitar propio de la vida, el esfuerzo y los leños del aprendizaje.
Instituto Secundario Wheelwright, relacionado con el perdurar entero de mi pueblo, hecho con vos, por vos y quizás para vos, por algunos que algún día tuvieron este sueño hermoso con el cual también se construye la Argentina.
*En la foto se ven los primeros alumnos, está acá publicada con la mediación de Mary Alonso, María Elena Gil, Ana Mabel Pascucci y Dante Benítez, Alcira Bilicich, entre otros.
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