Viernes, 16 de julio de 2010 | Hoy
Por Bea Suárez
"La comunicación fue breve, habla el presidente de la mesa electoral número catorce, estoy muy preocupado, algo francamente extraño está sucediendo aquí, hasta el momento no ha aparecido ni un solo elector a votar, hace ya más de una hora que hemos abierto, y ni un alma, sí señor... Y no podemos preguntar por qué no vienen"
José Saramago. Ensayo sobre la lucidez.
Ayer de madrugada, y luego de 15 horas de debate, se aprobó en el Senado de la Nación una ley por la cual las parejas del mismo sexo podrán casarse, en igualdad de condiciones que las heterosexuales.
Con espíritu cívico, aires mitad escépticos, mitad irónicos, con un elenco heterogéneo (pero rico a su vez) de senadores, iban escuchándose cántaros, cubos, Paranáes y Pilcomayos de argumentos.
Y por fin la sensatez elemental que divide al Estado de la Iglesia permitió que, 33 a 27, la votación fuese favorable y, entre santiamenes, se abrió paso para hacer una Argentina donde muchos queremos vivir el resto de nuestras vidas.
Fue torrencial mi alegría. Oreada de llanto feliz (y una vez idos los principales demonios que otrora acarreáramos muchos de los que tenemos familias diferentes a las heterosexuales) seguí el debate temiendo un corte de luz cívico, con miedo a naufragar en medio del océano de confusiones que se dijeron estos días, sin velas ni brújulas, que en las familias homosexuales había tendencias perversas hacia los hijos, que las mismas no duraban mucho mas que cuatro años, que favorecían la drogadicción y el alcoholismo, y otras estupideces e inventos provenientes de la monotonía de quien desea no cambiar absolutamente nada (me pregunto a su vez ¿qué diría un padre o madre "tradicional" a quien se lo acusara de semejantes cosas sin siquiera recorrer su casa, su hábitat, su vida?).
Digamos que el servicio meteorológico de algunos (no todos cristianos, evangélicos o religiosos) pronosticaba tormenta de nieve, ráfagas de viento y huracanes sobre el mencionado proyecto.
Pero hoy es una realidad. Un día histórico en la historia de la Nación ya que todos los "vivillos seguidores del Papa a toda costa" no triunfaron sino que triunfó un censo sobre la cotidianidad de mucha gente, sobre lo que viene sucediendo sin legislación. Hoy salió del closet y del waterclosed, mejor dicho del aire solemne de las urnas argentinas que otrora votaron diputados y senadores que nos representan a todos.
Se alfombró mi casa de una alegría indispensable, se conjuró ese diablo estúpido asociado a cierto tipo de elección sexual.
Hay ríos que no conocen otro camino que no sea el mar pero parece que los senadores y diputados de nuestro país drenaron sus ideas hacia otro cauce, otra región.
Más libres, más contentos, más democráticos con el quid de la cuestión, se zanjó la escandalosa desproporción habida nada más y nada menos que entre seres humanos. Iguales y distintos. Iguales y singulares. Pero fundamentalmente iguales ante la ley que ampara y define el corazón profundo de la sociedad.
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