Viernes, 30 de julio de 2010 | Hoy
El Destete
Con qué paciencia/ la madre envuelve su magro seno con lana de oveja/ negra. Y el seno ya no es más/ el sitio de ternura./ Agotada la dulce leche, la madre hace el ancestral rito/ del destete:/ el niño viene y encuentra/ el animal de lana negra en el pecho amado/ donde sólo el viejo pezón nutricio/ asoma todavía como una provocadora/ trampa./ El niño huye escarmentado/ y ahíto/ de su primer gran miedo./ Su amor renacerá de ese miedo. Y ella/ será la madre/ que le temblará siempre en la boca.
José Watanabe. La piedra Alada
Perú. 2005.
A Paco Cortázar, por su denominación.
Muchos alegan que escribo en prosa colifata. Tienen razón, viene del barro, de la piedra. Y también del destete y una impenetrable intimidad.
Tengo esta prosa colifata, en movimiento, sola por el mundo, denunciando pequeñas tragedias de lenguaje, fundida entre el poema y la chatarra, es para el ojo pero también la boca.
Muchos envían mails diciendo que lea un poco más, que se avergüenzan, que de tanto escribir en primera persona caeré en el lago, de tanto mirarme, que resulta inaceptable. Me lo dicen. Me dicen mala, llena de errores y de horrores, muchos se espantan, quieren llevar la prosa colifata, encerrarla.
Tienen razón. Es diluida, azufrada al máximo, no es valle ni autopista, es prosa pozo, cañaveral, agónica, plagada de alimañas. Es, a su vez, mi punto final.
Mi punto final.
Mi prosa colifata imagina ser ave, viento de río, peluquín, fiera, o también negra y rastrillada, pretende emigrar del papel y devenir valentía o rencor, dejar de ser palabra en las estupendas tardes de Rosario.
En decenas advienen los renglones, se juntan en reunión antojadiza, el ruido alegre de unos niños silba lejos, puntos y comas han de servir de almuerzo. Frases se abrazan sin función definida (ni escrúpulos), toman al castellano por sorpresa, como lo toma un loco en el Suipacha, lo intercambia por yerba.
La oigo llorar. Vive blandita, me devora y decanta los viernes. Arde como un alcohol.
Todos tienen razón que debería suspender los escritos, envolver huevos con estas contratapas o limpiar los cuchillos de las carnicerías.
Sería. Sería.
Sería simple y fácil. Y oportuno. Dejaría de molestar con mis falsas capturas.
Pero no soy yo, yo, yo misma, la del facebook, la persona, la frágil, la nieta o la cómplice.
Es esta prosa colifata que no duerme. Que no duerme siquiera cuando duermo.
Y me fabrica cada noche un sueño.
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