Lunes, 23 de agosto de 2010 | Hoy
Por Bea Suárez
Y bueno, te regalo el lunes, sí, el lunes. Te lo dejo desde las 7.30 que suena el despertador y me levanto, la ciudad amanece rápida, los brazos están abiertos, la normalidad viene a desorganizar la lucidez.
Va también la tarde del día primero, el blanco perfecto del malestar general, el que corrige la maldad, baja la pena, promete parlamentos para cada problema.
Necesitas más tiempo y tengo eso: el lunes, con su amenaza terrible y el golpe brutal del arrepentimiento, el laburo que arranca sonante, para aumentar la retórica patrimonial de cada quien.
Te lo obsequio enterito, en idílicos mundos de abuelos, el terrorismo de lo mismo, el lunes no intervenido por la justicia del ocio o los votos en blanco de no querer ser nada.
Las cosas han cambiado, te hubiese dado un escurridizo paquete de El Portal, un disco, un Pisco, un perro arisco, montañas de perfumes, o promesas como de lista electoral. Pero no, no fue así, se me ocurrió empaquetar un día, su situación en la política familiar, su exagerado bien común, sus escasas mentiras, la verdad constituyente, el trabajo, la tarjeta marcada. El lunes convertido en obsceno de tanta realidad mostrada como si fuera su esqueleto.
Un día claro y cualquiera.
Una jornada para que sumes a las tuyas y de una vez por todas te alcance. Vas a decir domingo, lunes, lunes, martes, miércoles, jueves, sábado, domingo, lunes, lunes, etc.
Te regalo, en consecuencia, más años y mas meses, mas vida. (Y ¡guay! Con querer morirte el lunes mío porque ese día nadie muere, ni siquiera en dosis homeopáticas. Ni en gotas, ni en jarabes, ni en comprimidos ínfimos. Ese día no hay hospitalizados ni señores de negro que se encarguen de entierros).
Un lunes unánime, investigado a fondo, uno donde nadie comete bici ni jogging, de riesgos calculados, casi una porquería.
Porque yo no lo quiero, no lo preciso, no puedo, tengo necesidad de sacármelo de encima, borrar del almanaque, vivir menos pero vivir mejor, y a vos que justo andas corta de tiempo, que vivís a los rajes, pensé... ¿y si le doy el lunes (como esa gente que regala la ropa porque engordó).
Es la pura verdad.
Seré tildada de oportunista pero mira mi gesto.
Vas a poder ordenar los placares, leer todo Perec, limpiar las alacenas, reunirte con Dorita, hacer listas de súper bien tranquila sin olvidarte del aceite o la crema de enjuague.
Va a tener tiempo ahora, el que a mí no me gusta. Yo sé que no te duele mi regalo.
Y yo, con un día menos, veré qué hago. En una de esas empiezo a disfrutar lo poco que me queda.
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