CONTRATAPA
› Por Carlos Solero
El Golpe de Estado iniciado el 6 de setiembre de 1930 debe ser considerado un hito dentro del proceso de domesticación y dominación de la clase obrera en la región.
En efecto, el régimen encabezado por el general Uriburu y secundado por Agustín Pedro Justo, Manuel Fresco y la jerarquía de la Iglesia Católica tiene una indudable marca de clase que busca quebrar definitivamente el espinazo y las organizaciones del proletariado.
Derrocado Yrigoyen la represión contra los obreros luchadores y combativos se intensificó, se hizo metódica y sistemáticamente. Durante los mandatos radicales se produjeron masacres como las de la Semana de Enero de 1919, la matanza de Jacinto Arauz (La Pampa) en la huelga de hacheros y braceros los hechos de La Forestal, también con sangre obrera derramada por los esbirros del capital y la más siniestra y de mayor magnitud el fusilamiento de más de 1500 peones rurales en La Patagonia Rebelde.
El raconto precedente no es más que una síntesis de hechos que evidencian toda una política, la que a partir de 1930 comenzó a esbozarse y se afirmó desde junio de 1943, cimentado las bases para la domesticación y sumisión proletaria.
Afirmamos esto ya que la organización sindical surgida en simultáneo con el golpe militarista y clerical de Uriburu, en 1930 la Confederación General del Trabajo (CGT), consecuencia de la fusión de tendencias reformistas como la Confederación Obrera Argentina (COA) socialista, y lo que quedaba de la Unión Sindical Argentina (USA) sindicalista, además de gremios independientes realizaron en 1931 una declaración de apoyo explícito al gobierno.
En esa época las cárceles estaban abarrotadas de obreros anarquistas de la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A del Vº Congreso). No fue necesario siquiera que el régimen impulsara este nuevo agrupamiento gremial sino que como se señala en un documento emitido por la FORA del Vº: "Desechas las fuerzas organizadas del trabajo que tenían una conciencia y finalidad revolucionaria, la reacción, con la complicidad de los burócratas y traidores del proletariado, encontró el camino allanado".
Y se agrega en el folleto: "Los procesos de asociación ilícita, incoados contra tres de las organizaciones más combativas de la Federación Obrera Regional Argentina: Unión Chaffeurs, Panaderos y Lavadores de autos, no fueron más que la pretensión legal de eliminar del escenario social del país a la F.O.R.A y al anarquismo militante".
Y esto es así: en setiembre de 1930 es fusilado en las Barrancas del Saladillo el joven anarquista catalán Joaquín Penina, miembro de la Federación Obrera Local, adherida a la F.O.R.A.
En 1931 son fusilados en la Penitenciaría de la calle Las Heras Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó, también militantes anarquistas, aunque de otra tendencia.
A comienzos de 1933 en el Partido de San Martín, provincia de Buenos Aires se inicia una huelga impulsada por obreros ladrilleros exigiendo el cumplimiento efectivo de la jornada laboral de ocho horas y aumento de los jornales. La intransigencia patronal hizo que el conflicto durara 10 meses.
En la nación ya gobernaba Agustín P. Justo, claro simpatizante de los regímenes europeos de Hitler y Mussolini, en la provincia de Buenos Aires la cabeza de la reacción era Manuel Fresco, caracterizado nazi fascista, que supo desfilar uniformado (siendo civil por la Avenida de Mayo luciendo el brazalete con la cruz svástica).
Con su lucha heróica y persistente los obreros ladrilleros de San Martín lograron que la patronal reconocieras sus reclamos: ocho horas diarias de trabajo, 7 pesos de jornal por día y respeto de las conquistas logradas por la organización obrera hasta antes de iniciado el conflicto de 1933.
Pero ya lo dijimos, gobernaba Fresco y la reacción no se hizo esperar, en turbias circunstancias apareció muerto el propietario de un horno de ladrillos, y de inmediato luego de una redada policial fueron detenidos acusados del crimen obreros ladrilleros, militantes anarquistas de la F.O.R.A. Sin dudas, fue un pretexto la muerte nunca aclarada del dueño del horno.
Lo que si es muy claro que en los tribunales se llevó adelante un bochornoso proceso que condenó a cadena perpetua a cinco de los principales impulsores de la triunfante huelga obrera, los ladrilleros de San Martín: Domingo Perotti, Adelino Domínguez y Sebastián Zolly. Recluidos en el presidio de Sierra Chica, Celio Conti, en la penitenciaría de Olmos, La Plata y Mario Montiglio, con las facultades mentales alteradas por la tortura policial en el Hospicio Melchor Romero.
Como afirmaba un folleto del Comité Pro Presos de la F.O.R.A, difundido a fin de concientizar a la clase obrera de región: "La única posibilidad para abrir la puerta del injusto encierro de los luchadores oprimidos, descansa en la agitación popular, capaz de crear un fuerte movimiento de opinión pública que arrancará a las víctimas proletarias del odio de clase".
Hoy como ayer valen estas contundentes palabras para luchar por la libertad y la justicia negada a los de abajo, las hijas e hijos del pueblo.
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