Sábado, 18 de marzo de 2006 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Veamos. El sur argentino se encuentra invadido por algas marinas que se encuentran formando bosques bajo el mar y de esa manera desplazan a sus habitantes habituales. Las algas llegan a tener hasta un metro cuarenta de altura.
Los patos, las golondrinas, los gansos salvajes, las gallinas y los pollos, y debemos suponer hasta los picaflores, las alondras y las calandrias, son transmisores de la llamada gripe aviar. Incluso, como si se tratara del SIDA, hay portadores sanos.
Se ha descubierto que en la época de los dinosaurios ya había mamíferos que se encontraban en las aguas. Un dibujo muestra una mezcla extraña de nutria, castor y acaso de ornitorrinco. Y no temían a los dinosaurios. Una lección no aprendida.
Se calcula que dentro de poco el hombre podrá llegar sin dificultad a los cien años. No se explica bien para qué, ya que cada vez más los ancianos resultan una molestia. ¿Cuál será el motivo de prolongar la vida pero dejándola a la buena de Dios?
En Papúa se ha descubierto algo parecido a un paraíso terrenal con especies desconocidas y otra que se consideraban extinguidas.
Se está edificando, en los Estados Unidos, la ciudad de Dios. San Agustín no tiene nada que ver con eso. Será una ciudad regida por estrictos principios católicos. Y sobre todo será un esplendido negocio. Lo que por cierto no tiene nada que ver con los principios inculcados por el fundador del cristianismo. Por otra parte cerca de la ciudad donde será extinguido el pecado, se encuentra Nueva Orleáns, debatiéndose en los pecados de los viejos tiempos de jazz y de la indiferencia de hoy frente a la naturaleza que hirió tanto a la ciudad que sigue celebrando el mardigrass pero que no se ayuda a reconstruirla. Las cifras de lo que pasó parecen realizadas por un Lewis Carrol humorista. En la zona céntrica la población de Nueva Orleáns descendió de 500.000 habitantes a 190.000. Pero la cifra confirmada de muertos por el Katrina es de 1420 y de desaparecidos de 3200. ¿Qué pasó con los 300.000 que ya no viven en el centro? ¿Vive, fueron rescatados por una nave espacial (Bush no se ocupó del asunto, se encontraba preocupado tratando de lograr una guerra civil en Irak) o qué? Quedémonos con el qué.
Otras cifras que apestan por lo trágico. Los suicidios de aquellos que participaron en la guerra de las Malvinas, tanto argentinos como ingleses, es terrible: soldados argentinos muertos en combate 649. Mas de trescientos (350 o 454 depende de las fuentes que se consulten) se suicidaron después de la guerra; entre los británicos, murieron en combate 255 y ya se han suicidado 250. Lo que pasó en esa guerra debe ser mucho más feroz que lo que puede dictarnos nuestra imaginación, los libros o los documentales.
Es cierto que es algo muy repetido aquello que la realidad supera la ficción. Pero en este caso se trata (o intento que se trate) de otra cosa. Suponer que eso que la realidad nos ofrece y que vulnera nuestra condición humana se trate de una ficción. Que lo que hemos detallado, apenas un brevísimo resumen de noticias leídas en los diarios, es en realidad fruto de la imaginación de Bradbury, Sturgeon, Cortázar o aquel que el lector quiera elegir.
De esa manera las cosas serán más soportables. Pero la sensación de alivio no dura demasiado. Lectores de Camus, todavía lectores de Camus, el oficio que tratamos de seguir ejerciendo, nos obliga a enfrentar la realidad y decir algo, que puede significar nada, pero que al menos nos hace sentir un poco mejor después de haber traicionado a Camus tantas y tantas veces.
Porque lamentablemente no se trata de ciencia ficción. Aún cuando hay relatos que luego la realidad copiará. Un ejemplo: un cuento, el nombre de su autor se me ha olvidado, trataba de un argumento que cualquiera puede entender como actual. Una nave espacial debe descender en un planeta desconocido. No son muchos los tripulantes, pero están bien armados. Salen de la nave y comprenden que deben enfrentar a un numeroso ejercito que no los quiere en su planeta. Comienza el ataque. Los tripulantes esperan para disparar. Con verdadero asombro notan que en la línea de soldados que lo atacan, caen muertos todos sin que ellos hayan disparado un solo disparo. Lo mismo ocurre con la segunda. Pero allí se dan cuenta que la defensa del planeta desconocido es misteriosa: los que atacan se van suicidando en masa. La humanidad de los tripulantes, que llega a la absoluta desazón, los lleva a rendirse suponiendo que obtendrán clemencia.
Recordemos a Cesare Pavese, sin explicar el por qué. Simplemente leámoslo: "El arte de vivir dado que para vivir es preciso desgarrar a otros (vida sexual, véase comercio, cualquier actividad) consiste en habituarse a hacer cualquier cerdada sin dañar nuestra organización interna. Ser capaz de cualquier cerdada es el mejor bagaje que puede tener un hombre".
Para nuestros contemporáneos, es así, no porque hayan leído a Pavese, sino justamente por lo contrario. No han leído a Pevese ni a nadie que pueda molestar sus conciencias, si es que tiene tal cosa. Supongo que no.
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