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Jueves, 6 de enero de 2011

CONTRATAPA

Cuanto más inteligente se es, más estúpido (últimos pensamientos de Gombrowicz)

 Por Candela Sialle

Según informe policial de Vence, esta mañana, poco antes de las siete, Witold Gombrowicz habría sido hallado sin vida en su modesta cocina de la calle Lyon. Su cuerpo engordado por los corticoides que le trataron el asma durante los últimos trece años se desplomó sobre la mesada de granito. Un infarto de miocardio le arrebató el último pensamiento aproximadamente seis horas antes de ser encontrado por su hija menor, declaró la pericia forense a La Provenza.

Margarita traía consigo un ramillete de fresias y jalea real para amedrentar los malos humores de su padre, acrecentados durante el invierno. Lo sabe; habrá de llorarlo a chorros sobre el empedrado de Vence en las próximas heladas y, en los viveros de la periferia rural, cuando se aburra de las flores de estación.

En el pantalón de gabardina gris, más precisamente, en el bolsillo derecho de esta prenda, se le encontró además creemos que fue el perito un manojo de llaves reunidas por una arandela de hierro añosa en la que se lee: Thames 1257. ¿Gombrowicz imaginó regresar a la casa de Bernal?. ¿Habría querido despedirse de Macedonio con vino? Margarita no lo sabrá nunca, pero hubiese deseado poder acompañarlo a Buenos Aires alguna vez.

"Cuanto más inteligente se es, más estúpido". Así, encabezó la ultima página de su diario y, seguramente, así se titulará off the record el inminente articulo de La Provenza que narrará mañana, las crepitaciones de su adiós.

Llaves y un diario de anotaciones fueron los únicos elementos personales acopiados en las actas legales.

¡Ved todos esos festines del intelecto! ¡Esos descubrimientos! ¡Esas perspectivas! ¡Esas publicaciones! ¡Congresos! ¡Discusiones! ¡Institutos! En el curso de las discusiones que agitan el pensamiento occidental no oiréis jamás elevarse una voz para decir "Yo no sé muy bien"

(Estas ideas continuaban la página de su diario. No fue material seleccionado por La Provenza. Quizás, los editores experimentados de periódicos sepan mejor que nosotros que basta un titular para transmitir el deceso de un hombre).

Silencio.

Sí, asfixiado por la estrechez del Sena, seguramente Gombrowicz hubiese preferido regresar a Bernal y contra el Río de la Plata, despedir a su amigo.

Durante la aspereza del frío europeo, intentando entibiar las ánimas enrarecidas, Witold Gombrowicz supo internarse sistemáticamente a lo largo de veinte años, en el tercer dormitorio de la casa de Rosa del Mazo Aguilar Ramos, madre de Macedonio y benefactora de todos los Fernández. A Macedonio le dejo aquella construcción inglesa en el partido de Bernal, de ventanas angostas que permitía el ingreso de un sol aun, sin contraindicaciones. Este la disfrutó en soledad, en familia, y finalmente, en compañía de amigos. En su cuarto impar, acicateados por las hebras de luz, ambos camaradas de la causa metafísica lamían y relamían sus modestas certezas. Los hermanó el aquerenciamiento con el nordeste provinciano y la náusea por el tono pontificador: "Es escandaloso que la gente no haya encontrado aún el lenguaje para expresar su ignorancia", se decían.

Silencio.

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