Sábado, 27 de agosto de 2011 | Hoy
Por Miriam Cairo
Sociedad en comandita por acciones
Cuando el socio tiene hermana, y la hermana tiene hormonas y las hormonas de la hermana del socio, mandan. Cuando uno se ha echado atrás por razones de laburo, de gusto personal, de premoniciones. Cuando uno ya no tiene modo de escabullirse y dice que sí y se mete en la macrocama preparada para la microescena, el zumbido de la noche va tatuando el eco del pesimismo alrededor del ombligo. Y después de todas las peripecias llegan las tres de la mañana. Entonces uno actúa como un fotón discreto: se levanta sigilosamente, comienza a vestirse sin sobresalto hasta que el panóptico de la cama se enciende:
¿A dónde vas?, interroga ella corriéndose del rostro un mechón de pelo con gesto de macroNatalia Oreiro trasnochada.
A mi casa, dice uno, sumisamente, ante la jerarquía de la hermana del socio que hemos saciado generosamente.
Pero entonces, nosotros, ¿qué somos?, dice ella con ojos de microdrama rioplatense.
Nada..., dice uno, con microgesto de leptón asustado.
Y uno, que hasta entonces había sido el socio electrón del hermano neutrino, pasa a ser un maldito muón de mierda.
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Microteatro imposible
Acto I
(Primeras horas de la madrugada. Extraordinario silencio. Junto a la mesa, la Mujer Invisible y el Hombre Invisible. El Hombre mira con atención a la Mujer algo pálida y con ojeras negras bajo los ojos invisibles):
El hombre invisible: ¿No estarás algo enferma?
La mujer invisible: No, pero me siento cansada.
El hombre invisible: ¿Fuiste al médico?
La mujer invisible (como un animal anfibio que se adapta a todos los desvaríos del planeta): Sí... No vio nada.
El hombre invisible: Siempre lo mismo...
La mujer invisible: Creo que estoy embarazada.
El hombre invisible (tendiendo el hilo que corre desde siempre hasta nunca): No se te nota.
La mujer invisible: Jamás te importaron las apariencias.
El hombre invisible (sin atreverse a refutar la textura): Entre las cosas hermosas y las cosas verídicas, siempre he elegido...
La mujer invisible: El imponderable de la sonrisa de mis bocas...
Acto II
(Primeras horas del día. Extraordinario silencio. Junto a la cuna invisible, la Mujer Invisible y el Hombre Invisible velan el sueño invisible de la palabra hijo).
Fin
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Destilerías
El me dio el vino, yo le di la poesía.
El me dio el jazz, yo le di el sexo.
El me dio el amor, yo le di caricias.
El me dio su miedo, no le di mi piedad.
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Homérico privilegio
Ella es tu último amor, ¿y ahora?
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Educación sentimental
Anoche, juzgué conveniente que no me soñaras.
Pensé que alguna vez en la vida tenías que sentir lo que pasaría si yo no estuviera allí.
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Amor a Marosa
Qué decir de una mujer que da un brinco, se abraza a la rodilla de otra mujer y se duerme. Qué decir cuando otra mujer abre los dedos de una mujer y la mano se convierte en flor y entre las dos siembran un jardín de falanges perfumadas.
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De Este a Oeste
Disculpame que no haya devuelto tus llamadas. Estoy tan ocupada que ni tengo tiempo para verme y escucharme.
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