Domingo, 11 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Adrián Abonizio
* Se suele despertar en los albores del día con nombres de jugadores de fútbol retintineando en la oscuridad. -Vanderley, le dice la voz. Y lo ve con la camiseta de Peñarol. -O Willington o Candau o Bernao. No sabe qué significa el llamado de esos nombres. Tal vez un anhelo del fútbol pausado, como el andar de los astronautas. El jugar elegante y práctico de otra epoca. O aludirán a un pasado de radio, sin cuerpos ni siluetas ni colores. Pero lo que más lo inquieta es el relato de un anónimo cronista que susurra!. "!..Viene..viene el centro cruzado, un buscapie propiamente!". A veces en esos momentos abre los ojos y otea por las hendijas de la ventana que aún no es de día y él está despierto, malgastando esa media hora previa al campanazo del reloj, enredado en figuritas viejas, en el álbum que nunca pudo completar porque la difícil era Didí.
* Las mujeres lo desesperan. El ve belleza donde nadie la ve, él siente acordes complejos donde hay apenas un instrumento intocable, él sabe lo que hay dentro de cada mujer y a la vez no sabe nada. El completa sus vidas cuando las ve de espaldas. -Una nuca, la cadenita, el pelo húmedo camino al trabajo o volviendo de él. Y presume que en esa cabellera sin rostro lo espera la felicidad que le es negada desde el comienzo de los tiempos.
* Se encuentran en la calle. Son dos amigas. -Estemos en contacto, dice una. -!Dale!- chorrear de entusiasmo lleno de dientes -!A ver si nos vemos un día de estos!, retruca la otra. Se sonríen. El afirma que se volverán a ver seguramente, pero claro, en otra dimensión o dentro de una década. Le dan ganas de acercarlas y regalarles una hora de café para que se pongan al día con sus mundos y no necesiten mentir tanto
* -Ja,ja, le responde la amiga por el mensaje que él ha enviado y que a ella le causa gracias. Ese ja,ja congelado en letritas cuadriculadas lo desespera. -Qué ja, ja, pelotuda, se dice, pero no lo pone, claro. No hay ningún ja, ja. La risa no se escribe. Los libros se leen y la voz es la voz siempre, no esos arrebatos comunicacionales donde se escribe sin sonido, se transpira sin correr y se hace el amor sin desnudarse.
* Hay ropa tendida en un patio, toda violeta. Uniforme de un restaurant. ¿Cómo se lavarán las manchas de grasa, tuco, vino, sopas, manteca?. Tarea imposible. Habría que quemar cada pila con cada lavado: Una fogata azulina y gris y rehacer toda esa humanidad manchada de los efluvios de una civilización que engorda como un cerdo. Pobre, se dice. Distingue a la madraza lavando a mano toda esa torre de ropa mugrosa y construye un mal tango de piletón y viejita que lo desanima. Por suerte el lavadero simplifica todo. Que lo hagan todo las máquinas que para eso le damos de comer fichas manoseadas.
* Tiene cerca de cuarenta y aún hoy se sigue preguntando sin resolver el enigma de dónde afloran esa gotitas de agua pernennes que están en todas las farolas encastradas en el cemento del piso y que suelen enmarcar las entradas de algunos edificios. Y ni hablar de los insectos muertos atrapados en los globos de vidrio: Un misterio todavía insondable.
* Hay una dama que le escribía por el messenger que el descartó porque andaba con la panza llena y además que no lo satisfacía físicamente. Le parecía vulgar y ansiosa de un encuentro. Ahora que volvió a estar solo, se arrepiente y la añora, transformándola en la más atractiva de las mujeres, la mas apetecible y la más misteriosa. Pero ella lo bloqueó.
* Por la Plaza Montenegro, domingos a la mañana en la cola del 137 esperan siempre un grupo de negros haitianos. Pertenecen a una congregación que viene de rezar por allí cerca. Siempre la ve: es una reina ancestral, diamantina, de piel azulina. Viste de violeta y de negro. Zapatos en punta y una cara preciosa. Siempre anda con un chaperón que puede ser su hermano o su novio. Cree que lo mira, pero no sabe cómo acercarse. Sueña con cambiar de vida rotundamente y este cambio la incluiría si no mediaran las distancias.
* El colectivo tiene una barra a la altura de las caras que al estar dispuestas en una elevación errónea, hace que para ver por arriba uno tenga que estirar el pescuezo y para ver debajo encorvarse. Cuando le toca uno de estos modelos suele meditar acerca de la crueldad humana como la una acechanza brutal y sin arreglo.
* Obama aparece en el noticiero: Tiene las sienes grises. Ya empezó con los crímenes, y no toma helados en su Hawai natal o besa a los niños: ahora apunta a las barriles de petróleo y continúa la saga de cowboys. -Un sherif negro, piensa. Un Ku Kux Klan al revés. Le hace acordar a Antonioni, el morocho cabeza mota de la cuadra de su niñez que en busca de aventuras se fuera a Norteamérica a trabajar de sastre en Hollywwood. Mira a Obama y se pregunta si no será su amigo de la infancia con la identidad cambiada.
* En el parque las parejas jovencísimas sueltan el mantel y toman mate, como lo hacen los viejos. Ella, la chica vestida de aldeana tirolesa tiende con practicidad la mesa sobre el césped, saca mermelada, unta, ceba mates. Parece su madre cuando lo llevaba al Parque Alem y deduce que todos, más allá de los almanaques, nos terminaremos pareciendo a alguien.
* Lejos, en alguna parte del final del domingo suena la sirena de un barco y el aullido de un gol en la garganta de un locutor. Reconoce que están en mismo tono y eso lo amansa como si al fin hubiese en el universo un poco de certeza, cordialidad y un abrazo entre las cosas invisibles.
* Cuando piensa y siente en la posibilidad de ser plenamente feliz lo inunda una generosidad que le permite ver a sus enemigos con un odio mesurado, objetivo y hasta fraternal. Pero le ocurre muy, pero muy pocas veces.
* El día es soleado, apabullante de pajaritos,luz. -¿Cómo está el día?, pregunta ella, aún en la cama y bajo las colchas, depre y con la culpa a flor de piel. -Para los optimistas es un día perfecto, contesta él para reconfortarla en algo.
* Recuerda que tiene que llevar el lunes sin falta la partida de nacimiento para un trámite. Toda partida es un nacimiento y todo nacimiento es una partida, escribe en su cabeza. Igual a la pintada del Parque España: El cuerpo tiene fecha de vencimiento, el alma no. Le da pudor, quisiera no ser tan obvio. Al fin se toma el 128 hacia los confines de Rosario.
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