Sábado, 26 de noviembre de 2011 | Hoy
Por Miriam Cairo
A Eugenio y Patricio
La mesera: Buenas noches, ¿qué se van a servir?
Una: Lo de siempre.
Uno: Lo mismo.
Una: ¿Qué es eso que pasa? (Todos miran por la vidriera).
Otro (a la mesera): Igual para mí. (La mesera hace señas de haber comprendido pero sigue mirando hacia la calle).
Una: ¿Es una musa?
Uno: ¡Sí, una musa!
Otro: ¡Una musa!
Una: ¡Va sin saber a dónde!
Uno: ¡Una musa a toda marcha por la vereda!
Otro: Musa a través de la calle...
Una: ¡Maravillosa!
Uno: ¿De dónde salió?
Otro: Seguro que de Homo Sapiens...
Uno (dudando de la seguridad de Otro): No pongas en el terror de una musa tus propios terrores.
Una: Debe estar escapando del marido.
Otro: Imposible. Las musas no tienen marido.
Una: Yo sólo he visto correr así a las que tienen marido.
Uno: Y a los que tienen esposa.
Otro: Yo sólo he visto correr así a los que salen de Homo Sapiens.
Una: Ah, sí, porque de Ross se sale vivito y coleando...
Otro: ¡Una musa! ¡No salgo de mi asombro!
Uno: Una musa andando libre por la ciudad... ¡Es inaudito!
Una: ¡Claro, es un peligro! (La mesera se acerca y deja las bebidas)
La mesera: De todos modos no se preocupen, aquí estamos lejos de su alcance.
Una: ¡Pero no! ¡Un peligro para ella! (La mesera se encoge de hombros y se retira).
Uno: ¿De dónde habrá salido?
Otro: De alguna guarida secreta.
Una: Para mí salió de Cúspide.
Uno: Qué extraordinarios pies de travesía...
Otro: Es una musa disidente.
Uno: ¿Cómo lo sabés?
Otro: Resulta de la observación objetiva. Hay que seguir el método.
Una: Puede ser. Al cruzar Santa Fe dio una voltereta científica.
Otro: La lógica no tiene límites.
Una: Ya lo dicen todos: la realidad supera la ficción.
Uno: ¡Cuando una musa pasa por la calle, no hay ficción que alcance para desentenderse! ¡El escapismo, en estos casos, me parece bochornoso! ¡La gente está anestesiada!
Otro: El problema es que nadie se da cuenta de que es una musa.
Una: Porque a la gente no la sacás de su mundo de fantasía.
Uno: ¡Pero sí! ¡Fijate, una musa anda perdida por la ciudad, con pasos de travesía y nadie la ve porque están con la cabeza llena de ilusiones! Otro: Tienen la realidad ante sus narices y no se dan cuenta.
Uno: Yo no le veo porvenir.
Una: ¿A la gente?
Uno: No, a la musa en la calle. Si no la atropella un auto la agarra la perrera o la guardia urbana, pero para mí no zafa.
Una: A los de la perrera a lo mejor les llama la atención por el olfato, pero los de la guardia urbana sólo tienen ojos para las promotoras y los pungas.
Otro (mirando por la vidriera hacia el lado izquierdo de la calle): ¡Una musa!
Uno: ¡Musa en sentido inverso!
La mesera (desde el mostrador repite como loro y con las manos en alto): ¡Una musa! ¡Una musa!
Una: Es otra.
Uno: ¿No es la misma musa que pasa por segunda vez?
Una: No: esta es otra. La anterior era una musa disidente y esta es una musa segregada.
Uno: Una y otra han pasado tan rápido que no pude distinguirlas.
Otro: Para mí esta musa es una cocinera ecuatoriana.
Una: ¿Podremos haber visto a la misma musa en dos huídas?
Uno: Es poco probable.
Otro: Yo quiero una cocinera ecuatoriana.
Una: ¡Miren! ¡Dos musas más!
Uno: ¿De dónde vendrán?
Otro: Puede que del Ecuador.
Una: La gente las ve pasar como si nada.
Uno: Deben creer que son mujeres huyendo del marido, de Homo Sapiens, de Ross...
Otro: Claro, nadie reconoce así como así a una cocinera ecuatoriana.
Una: ¿Vamos a seguirlas?
Uno: Vamos (nadie se mueve de la mesa).
Otro: A la primera que alcancemos le pido un bolón de verde.
Uno: Bueno, pero no le propongas matrimonio...
Otro: Jamás cometo el mismo error más de cinco veces.
Uno: Si yo consigo una le pido hayaca.
Una: Para mí, un morocho.
Uno (en voz baja y disimulando): Mirá, mirá, entran dos al bar.
Una (tapándose la boca con la mano): ¡Ay, qué hermosura! ¡Se parecen a las mujeres que vienen siempre y se sientan en esa mesa!
Otro: No se puede creer la belleza y la astucia de estas musas... ¿Serán novias?
Una: Fíjense que la mesera las saluda como si fueran las mujeres de siempre, ¡ni cuenta se da de que son dos musas!
Uno: Yo les había dicho que la mesera nos sigue la corriente pero no ve más allá de sus narices.
Una: Y qué querés. Hay que tener valor para enfrentar la realidad.
Otro: Sí, tenés razón.
Uno: ¿Notan cómo se iluminó el lugar? ¡Es otro universo, un mundo transfigurado, desde que entraron ellas!
Otro: ¡Son dos cocineras ecuatorianas!
Uno: ¿Pido otra ronda de cerveza?
Otro: Dale.
Una: Dale.
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