Domingo, 1 de abril de 2012 | Hoy
CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
Por Adrián Abonizio
* En el baño de la terminal entra apurado a un retrete. En la puerta, del lado de adentro, bien grande en marcador alguien ha escrito: "Soy Johnny, recién llegado. Quiero amarte bajo la ducha. Te asesino de placer y me gusta que me filmen". Tanta explicitación y exactitud le parecen un hallazgo macabro.
*-Por día muchas mujeres están detrás mío y hasta me pagan en efectivo. Hace un silencio, bebe la cerveza y estira las piernas. Soy taxista, dice el tipo. Y cierra el primer chiste de su tarde libre.
* Ostentaba cara de enterrador y carácter mudo; se vestía como un granjero dark de las pelis yankis. Parecía un oscuro diácono de civil más que un joven argentino. Sufría de un amor imposible con el que nunca había hablado. Se anotó en un taller literario y creyó que las palabras se anticipaban o lo seguían. Lo consultó con el profesor. Dejá ese laburo que tenés, vas a sonreir de nuevo, le aconsejó. El tipo era notificador de desalojos domiciliarios pero aspiraba a ser poeta. Murió como corresponde: Baleado por un deudor enloquecido.
* Su papá lo boxeaba, reproduciendo un juego que decía practicar con su abuelo !Armá la defensa!, le increpaba en medio de resoplidos. Y la punta de sus dedos, infamantes, le rozaban la pera y los pómulos. Era una pelea encubierta de enseñanza. Entonces el chico bajaba la guardia. Aquello duró años. Una tarde, ya crecido durante un entredicho sucedió aquello de levantar a su viejo de la silla como una pluma y ponerlo contra la pared con su puño sobre la cara. Bueno, bueno, así me gusta, sorprendió el padre. Estaba gustoso: Su hijo lo había desafiado y vencido. Pero él se sintió triste por haberlo avasallado y por la rabia que había encontrado dentro suyo. A los días el padre lo invitó a ver una pelea de box juntos, pero le contestó: Eso es para los fracasados. Puede ser, pero soy yo quien te trajo al mundo, retrucó. El se sintió peor. El padre siempre parecía ganar el match.
* El viaja en un taxi a medianoche abstraído con la música de cumbia del taxista y de sus charlas. De pronto siente en la radiollamada la voz chispeante del operador: ¡Sánchez está tan enfermo que hasta el auto que maneja vive medicado!. Va a usar el chiste cuando se acuerde a la vez que se identifica en su hipocondría galopante.
* El pibe observa con detalle el mechón negro que flota en la pileta del campo. ¿Qué son papá?. El padre las mira entre sus dedos y dictamina. Pelos de caballo. ¿Y cómo vinieron a parar acá?. Se los cortaron y vinieron por el aire. Si los caballos no vuelan. Son las cerdas, hijo, son las cerdas que le cortan. Y ante la cara de asombro del hijo él entiende que ha de sobrevenir una larga charla acerca del juego de palabras y de la zoología.
* Lee en un arcaico libro con olores a humedad. "En el siglo XIX en USA se aplicaba la 'ley del pulgar' consistente en que el marido podía azotar a la mujer con una vara siempre y cuando ésta no superase el grosor del pulgar del golpeador". Se mira los dedos, imagina el cuadro: El tipo llevado al juzgado, apremiado y castigado porque sobrepasó el ancho. Soy corto de vista, imagina que argumenta. Y al instante lo dejan libre.
* Cuando el se sentía interrumpido bruscamente, ella decía que estaban intercambiando ideas. Cuando a él le empezaron a asquear ciertos olores o ruidos corporales ella retrucaba diciendo que la naturalidad es sana. Cuando confesaba ruindades con desconocidos ella afirmaba que no eran hipócritas. Cuando ella tuvo un amante y lo confesó argumentando que lo mejor era siempre la verdad, a él le pareció un naufragio. Pero siguieron. Una día ella cayó por toda la cuenta, sin arte y expuesta a su dolor y a su endeble entereza. No pudo más andar pero él la protegió, cobijó y trabajó mucho más para mantener a ambos. No admitió jamás una disculpa y se alejaba cada vez que ella pedía perdón. Todos los días ella lo hacía, por vez primera, sinceramente. El no oía. Ella creía que eso era amor: La venganza tiene formas sublimes.
* El taxista ve una dama pulposa en la vereda cuando él la descubre evanescente. Es una ternura de belleza. El que maneja, un gordito tatuado murmura: !Está tan buena que dan ganas de cagarla a trompadas!. No lo puede creer. Entiende en ese momento de fatal epifanía por qué el mundo se encuentra en guerra y sin poesía.
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