Vie 13.04.2012
rosario

CONTRATAPA

Mis tiempos verbales

› Por Bea Suárez

Deja las letras y deja la ciudad.../ Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire.../ Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas/ en la azucena del azul.../ Yo quiero ser, amigo,/ uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal.../ o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume.../ No estás tú también/ un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad... Juanele Ortiz. Deja las letras.

El río estaba ahí.

Pasaron gobiernos, dictadores, benefactores, frutas, el río estaba ahí.

El pájaro profundo, nevadas pequeñitas, melodías, cornetas, visiones y latidos.

Pasaron, lo tapiaron, lo basurearon y olvidaron las décadas sin puente. Y el río. Estaba ahí.

Lo llenaron de mierda, de locura (y otras putrefacciones), tiraron boletas de perdidas elecciones, seda de diferentes revolcadas, botellas, palabras descartadas, cuerpos de la Prefectura. Autopsias.

Paseó la lancha, el bote, no estaba el parque, tampoco (tal vez) la misma España, los galpones, las clases de circo ni los circos, ni inmigrantes. Ni Forum. Ni bajaban metales de los aires para las guarderías sin garantía. Sin garantías.

Sostenidos los sauces en la barranca ambigua, viendo pasar el agua. El río estaba ahí.

Envuelto en capullos de lenguaje que pretendieran traducirlo, como si proviniera de la selva. Crucificado por papeleras, cerealeras, petroleras, que muerden su silencio como perro a la mejor carne; pasa envolviendo costaneras, ciudades, colinas, azucenas.

Sucio de Rosario, con bencina mezclada, nafta, aceite, pasan los dueños, los pescadores, los náufragos. Y el río estaba ahí.

Derivado, invisible, bebido y de memoria, estaba ahí.

Sucedieron tormentas de arena y noticias; si las madres daban vuelta a la plaza: estaba ahí; sucedían peronistas, marxistas y ciclistas, rocío, pedrea de noviembre (aquella vez, estaba ahí).

Mientras mira en su ondular de isla, en la música blanca que tejen los mosquitos o la poca miel que queda de tanto fumigarlo, entre veda, amor y maldición estaba ahí, antes de mucho antes, el río estaba ahí.

En la melancolía flotante de clubes de la costa, margaritas salvajes, serpientes, arrepentimiento, gramilla, puesteros, ricachones que evitan ser mojados desde sus yates altos, locura verde, misterio, vigilia de centellas, infinitos esbeltos que cada costa tiene, rarezas de Mburucuyá, arroyos, vía láctea, miedo, peligro, eventos, especulaciones, toda la vida se dice: que el río estaba: ahí.

Mientras comemos.

Todos trabajamos o juntamos cartones o tomamos pastillas.

O pasa el presidente del ángel, o el invierno.

Mientras creemos ser eternos, emprender aventuras.

Cuando comenzó mi precipicio el río estaba ahí.

El río estaba ahí, tiemblo. Submarina y con la pesadilla del caudal. Es más segura la bolsa de comercio, la pana de Oroño, la feria.

El río estaba ahí, como una frase incomprensible.

En el tiempo verbal de mi escritura.

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