Miércoles, 25 de abril de 2012 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Cuando con motivo de la celebración del llamado, si mal no recuerdo, el Tercer Congreso de la Lengua Española, las autoridades que en ese momento presidían El Círculo decidieron adherirse a ese congreso, que se iba realizar en esa sala. Con bombos y platillos celebraban, decían, el centenario de la institución. El problema, por lo menos para quienes creemos en la mayor exactitud de los datos de la historia, era que ninguno de esos datos era exacto. Ni El Círculo cumplía sus cien años en aquel año (los cumple en septiembre de este año) ni el tercer congreso era el tercero sino el cuarto.
Las razones de los españoles eran más o menos explicables. Franco estaba en el poder y no hubiera dejado que ni un español pusiera ni la punta del pie fuera de España. Más cuando el congreso, que fue el primero, se realizó en México, el único país que guardó una absoluta lealtad con los republicanos españoles. Es cierto, por 1951, los dos socios tan amados por Franco, Hitler y Mussolini, habían perdido la guerra, pero los aliados, en una actitud francamente vil, les convenía más el gobierno totalitario y sanguinario de Franco, que un gobierno republicano: la guerra fría estaba en plena vigencia y si bien ya Stalin había dado cuenta de muchos de los comunistas soviéticos que habían peleado a favor de los republicanos, a los aliados eso les importaba un bledo. Los interesados en la verdad histórica pueden encontrar mucho material al respecto, si es que no ha sido hecho desaparecer, pero con seguridad pueden consultar los Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba, el número XXXIII de 1951, en los cuales se hace un resumen de lo ocurrido en ese primer congreso, que dos de las mujeres que estaban trabajando en su organización negaban con franca antipatía la existencia del congreso realizado en México. Eran tan soberbias y mal educadas que he olvidado sus nombres, pero no sus caras de franquistas capaces de cualquier cosa que fuera inhumana, no puedo olvidarlas.
En cuanto a la celebración del inexistente centenario de El Círculo ignoro las causas profundas. La ignorancia de la historia de la institución podría ser una, pero no creo que los que estaban fueran tan ignorantes. Para comodidad de aquellos que transitarían por la esquina de Mendoza y Laprida, se hizo prácticamente de nuevo la esquina, algo similar a la construcción de la muralla china de Kafka. La información tuvo repercusión nacional ya que un diario que aparece en todo el país publicó una nota a toda página en relación al presunto centenario de El Círculo. Sería una infidencia decir de qué diario se trata; le mandé los documentos relacionados con el verdadero centenario de El Círculo y un excelente amigo que trabajaba en ese diario me dijo que había recibido los materiales, pero que al parecer había un compromiso demasiado grande para poder desmentir la noticia que les llegó de Rosario.
Lo cierto es que dada las características de ciertos individuos de simular falta de memoria o de la falsificación de la misma, debe haber en el país una buena cantidad de argentinos que están convencidos de que las cosas ocurrieron de la manera que se les contó en aquella ocasión. Creo que solamente en este diario se pusieron las cosas en claro y se entrevistó a la comisión directiva que por cierto no pudo negar que El Círculo cumple sus cien años en el próximo mes de septiembre. Hay unos cuantos libros para consultar y de ninguna manera se habrá pensado en quemarlos o modificarlos.
En lo que hace a eso de modificar un libro, se trataba de la Historia de Rosario de Juan Alvarez, hubo un funcionario que propuso con el mayor desparpajo que al libro de Alvarez se le sacaran las notas a pie de página, lo que afortunadamente y a pesar de su empecinamiento no se logró y las cosas se hicieron como se debían. No tuvo la misma suerte la documentación fotográfica que pude ver sobre todos aquellos artistas que vinieron al teatro cuando la comisión directiva estaba presidida por el doctor Díaz Guerra.
Quien me ofreció esas fotos era su legítimo poseedor, pero entre el ofrecimiento y su deseo de darme las fotos deben haber surgido inconvenientes de peso, pues ese material sin duda valiosísimo para la institución nunca pude volver a repasarlo. Después de ese encuentro en donde se me ofrecieron esas fotos, El Círculo editó un libro sumamente valioso y por otro lado cargado de errores. No lo compré, pero alguien me lo prestó para que lo viera. Si la memoria no me falla no había ninguna fotografía de Díaz Guerra y menos de esos artistas que vinieron cuando él era el presidente.
Como muchos suponen que mi interés en el tema se debe a que la iniciativa de fundar El Círculo se debe a uno de mis antepasados debo aclarar simplemente que no soy como esos maliciosos mal pensados que creen que la institución nació cuando ellos aparecieron en la escena. En realidad, lo que ellos hicieron fue destruir la memoria de la misma con la complicidad de todos aquellos baratos trepadores que suponen que la condición esencial para estar en El Círculo es el dinero.
El que un principio se llamó el Círculo de la Biblioteca se fundó el 25 de septiembre de 1912. El primero de los conciertos se realizó el 21 de octubre del mismo año. La reunión fundacional había sido convocada por Camilo Muniagurria, Rubén Vila Ortíz, Rafael Araya, Juan B. Siburu, José Piattini López, Luis Ortiz de Guinea, Raúl Lagos, Julio Bello, Fernando Schleisinger, Tomás Arias y Juan Alvarez.
En esos diez primeros años se realizaron 163 actos entre conciertos, recitales, conferencias y se donaron a la ciudad los bustos de Beethoven y del Dante, para ser colocados en el Parque Independencia. Las dos obras habían sido realizadas por Herminio Blotta. Por otra parte, fue en esos años que se realizó el Primer Salón Nacional de Bellas Artes. Además se hizo un concurso de poemas dedicados a Rosario que ganó Horacio Rega Molina.
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