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Lunes, 25 de junio de 2012

CONTRATAPA

Algo más que erotismo

 Por Alberto Lagunas

Una sociedad --y no me refiero solamente a la argentina-- que ha privilegiado el sufrimiento al placer, indudablemente se escandalizará con Shame, el film del director inglés Steve Mc Queen, rodado en Nueva York.

Una sociedad que ha premiado la numerosa maternidad y tener hijos para mandarlos a la guerra se sorprenderá con la historia del mediocre y oscuro oficinista, el personaje que anima Michael Fassbender en Shame.

El personaje y la narración fílmica tienen una tradición en la literatura y las artes desde mediados del siglo XIX. Baudelaire advirtió el anonimato en las grandes ciudades, como lo hizo Edgar Poe en El hombre de la multitud o Hawthorne en Bartleby, el escribiente.

Bruno, el personaje animado por Fassbender, es un oficinista que va "al cieno de números y leyes/ a los juegos sin arte, a sudores sin fruto". Es la cara del capitalismo que muestra García Lorca en La aurora, del libro Poeta en Nueva York, en el cual también leemos "las monedas en enjambres furiosos/ taladran y devoran abandonados niños".

Si aquí niñez simboliza inocencia, el placer también --por supuesto, acordado-- es un modo de inocencia. El temor es temor al placer.

La "sexo-adicción" está en un espacio mental de un personaje mediocre. No tiene aspiraciones intelectuales. Al quedarse solo se queda con sus instintos. No sale de ese entorno porque no está preparado o porque no puede. Pero por lo menos es valiente al dejarse llevar por lo que siente.

Me llamó la atención la actuación de Fassbender, su "descenso a los subterráneos". Todo "descenso" simboliza una entrada en lo inconsciente. Hay una tradición literaria desde el Infante Juan Manuel (el conde Lucanor) y Una mujer poseída, con Isabel Adjani. También la actuación de Carey Mulligan, la misma cara de esa moneda de mediocridad y su busca equivocada de un amor comprometido.

Esta producción británica, Shame, muestra la vida en la megalópolis del planeta, Nueva York, como también lo advirtió en 1929 Federico García Lorca. En resumen, un film que sale de lo común y no por su erotismo.

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