Miércoles, 22 de agosto de 2012 | Hoy
Por Marcia Bredice
Esta lluvia tiene el sonido de la nostalgia. Cae. Como traída desde lejos cae.
Golpetea contra el filo abrumador del recuerdo y, penetrante, va filtrándose en el humus del tímpano, de la trompa de Eustaquio, de la memoria.
Hace retener un llanto en los músculos, en las tripas. Humedece los lagrimales. Baja hasta el metatarso y lo inmoviliza. Paraliza los tendones y los nervios. Duerme arrodillada en la cornisa de la aorta.
Habla de las ausencias que imborrables se afianzan a los días, de la tibieza que los presentes convierten en brasero.
Suena al eco silencioso en el que resuena la distancia del destierro. Suena a ciclos y a estaciones y a secretos de la tierra.
Viene a inundar los huecos, las llagas, los surcos en que van abriéndose camino las semillas, las arrugas.
Sopla. Como un halo inconsistente sopla. Mueve las cortinas. Respira por debajo de las puertas. Rebalsa en la losa escandalosa que floja la junta en su contorno.
Vuelve a crepitar sobre la viscosidad del empedrado, sobre la rectitud impenetrable de la chapa.
Insiste el inagotable fluir del cántaro.
Acomoda a la tarde su colchón el agua.
Cae sobre el barro ya logrado y otra vez lo enfanga.
Cae sobre la rocosidad del hormigón y se evapora.
Se desprende de las horas y las plantas y parsimoniosa cae sobre la frente inalterable de la tarde.
Cesa, de pronto, sin anuncios. Cesa en su crepitar sobre los charcos.
Van escurriéndose de lluvia los paraguas, los transeúntes y sus almas.
Van quitándose los restos de esta lluvia los perros, las palomas.
La humedad, huérfana de excusas, pesa en nuestros huesos su caudal de agua.
¿Cuántas ganas de llover tiene esta lluvia? ¿Cuántas ganas de esta lluvia tiene el alma?
¿Cuántos morirán en París, con aguacero? ¿Cuántos Césares Vallejos lloverán sobre los charcos de las páginas? ¿Dónde le vio García Lorca su vago secreto de ternura? ¿Dónde Borges la vio ocurrir en un pasado?
Si tiene el crujido del presente y la revelación precisa del incordio, las uñas clavadas en los dientes y la asonancia del silencio sigiloso.
Tiene esta lluvia el sonido de la nostalgia. Como traída desde lejos cae. Se agita, llega cansada. En el filo abrumador del desconsuelo golpetea y en el humus de la memoria queda, demorada.
Llueve como siempre. Llueve y es agosto y la muerte y el amor y la muerte del amor entre nosotros.
La lluvia es una novia arrepentida, encerrada en su cuarto el día antes de su boda, tiene entre las manos un velo enmohecido y llora, llora.
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