CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
* El niño está con su padre en la sala de espera. Deletrea con dificultad algo escrito en el vidrio con trazos verdes. ¿Departamentos de mascotas?, inquiere. El padre certifica: No, Departamento de marcapasos. Ah, cierra el pibe que ignora todo sobre aparatos cardíacos. Es una mascota para el corazón, le explica el papá. Ah, contesta y se queda tranquilo con la idea de que es posible tener un perrito que ayuda a vivir metido dentro del pecho.
* El tipo está acostumbrado a esa propaganda, forma parte de infancia, de su Adn: "Viviendas Anahí", lee en un alto cartel y por primera vez repara que el logo con la indiecita, lejos de ser una chica lugareña o sudamericana al menos, remite a una cherokee, una emplumada Pocahontas del Imperio. Así actúan, piensa, para que uno no se dé cuenta.
* En la plaza día domingo, pintadas de murgas, invitaciones a juntarse, Malvinas y collages de gente arracimada. Bajo una arcada de cemento una pareja baila chacareras y cerca tres pibes skaters con sus gorritas neoyorkinas hablan en lunfardo. El, mira al sol y entiende que este es su país, la nave giratoria con gauchos y culturas de otros mares. Pero el sol es el mismo, se dice, mientras un culito estampado pasa frente a sus narices para removerle las hormonas.
* El médico que lo abriera de punta a punta en una operación es el que siempre que lo cruza ocasionalmente le pregunta anhelante y directo que cómo se siente. El responde con orgullo como para tranquilizarlo que bien, muy bien. Es para que sepa que su trabajo tiene garantías y la garantía aún funciona, responde mientras resetea los datos de los anotados de la companía de seguros para autos que están a su cargo. Claro admite, yo sería algo así como su cliente modelo 1962 a quien no cubre el siniestro total.
* El tatuaje en la piel fue el primer dibujo animado, explica el animador por tevé. Y es la primera vez que entiende aquello, como una revelación. Se dibuja ojitos y boca con birome en la palma de las manos y juega hasta que la esposa lo sorprende y de malhumor se burla mientras deja las bolsas del súper en el piso de la cocina. Su mamá hacía igual, no lo dejaba jugar.
* El pibe mientras hace la tarea oye la radio desde el Mercado de Hacienda de Liniers: Los toros pagan $10,50, las vacas $8,50 y los terneros $11. Estima con sentido común que también los animalitos de campo deben comprar algo que necesitan para sus vidas y hasta le pasan el precio por la emisora para que se enteren.
* Cuenta el Negro, un músico de jazz sentado ante el taburete mientras descansan en el ensayo. Fuimos a tocar a la quinta de un millonario. Comimos aparte, como están acostumbrados ellos. De repente miro hacia arriba y veo a un Selmer, una joya de los 40, un saxo alto colgado de la pared agujereado con un tornillo haciendo de maceta para una plantita. Cuando le pregunto al dueño, me contestó que lo halló en la ruta y lo mandó a transformar en eso. ¿Quedó bonito, no?, me preguntó. Y yo que no tenía ni para comprar un espantasuegra encima le tuve que agradecer por el asado.
* Ese es el símbolo del envejecimiento, explica didácticamente ella sin malicia alguna, cuando ve a su esposo reiteradamente guardar papelitos en los bolsillos mezclados con dinero, tarjetas, estampitas, impresiones inútiles y teléfonos que hace siglos dejaron de ser importantes.
* El comportamiento hormonal no deja de sorprenderlo. Cuando tiene éxito con alguna dama se florea, se le abre el apetito y se le activa la búsqueda exitosa de la cual depende para su felicidad. Luego, la mala fortuna, la falta de fe o el simple cansancio lo devuelven al llano, a lo monástico de su orfandad amorosa. Por todo ello, tan oblicuo y difícil de explicar, es que no comprende cuando lo tildan de mujeriego. No saben nada de mi soledad, deduce melancólico. La gente prefiere los triunfos para luego criticarlos.
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