Lunes, 15 de octubre de 2012 | Hoy
Por Candela Sialle
Ella va a lo de Carmencita Blanc bastante más que a estudiar francés. Con esa idea había comenzado a los dieciséis pero una vez pasado los treinta como podrán imaginar, el móvil de sus encuentros semanales es múltiple y diverso. Mi amiga Mercedes comprendió intuitivamente hace rato la recomendación de la OMS en torno a pasar tiempo junto a niños y ancianos por eso visita la morada de Rioja y 1º de Mayo cada jueves. Y cuando se despide y se aleja perdida en la foto panorámica de la Rosario menos dolida, siente que su bilis negra se acota. No es para menos. La pedagoga de fuste que habita la casona decimonónica lindera al Concejo Deliberante es una pieza de hormigón armado. Pero también, ha sabido invitarla con su sopa bouillabaise en los días fríos de julio y prestarle su hombro cada vez que un hombre le devolvió en espejo que ella, tampoco estaba lista para querer.
En verdad, y aunque no me atrevería a desautorizar en público a la Profesora Blanc, confieso que no estoy de acuerdo con su hipótesis o más bien, creo que ella es un derivado secundario. El verdadero invento de la gesta por la liberté, égalité et fraternité ha sido la creencia en un supuesto desencantamiento del mundo que por supuesto, se auto arroga: "entzauberung der welt" llamó Weber. Sobre este mito se erige la fantochada de nuestra racionalidad moderna y la convicción de que el sujeto debe agradecer el privilegio que significa medir el mundo con la autonomía de su conciencia individual. Allí se encuadra el escepticismo cartesiano de Carmencita Blanc.
Afortunadamente los amigos yirados que me asesoran en estas líneas no son fáciles de envolver. Gustan provocar en esos ámbitos bien pensantes donde las mieles del cógito se propagan hasta empalagar. Cuando tienen oportunidad de meter la cuchara, piden la palabra y parsimoniosamente relatan sus berretines. Los rebusques mediante los cuales cada uno construye la estructura religiosa de su vida suelen ser vituperados en los círculos del buen decir. Pero los muchachos no se dan por aludidos porque saben desde las entrañas que sin religiosidad la existencia es insoportable.
Por ejemplo, mi amigo Marcelo cultiva el parroquialismo en la mesa del Blanco donde los sábados por la mañana desde el año 1974 entre otros temas se debate sobre si el "Fuimos" de Dames hubiese sido mejor acompañado solo por guitarras. Ustedes no imaginan la adrenalina que libera un tanguero discutiendo finito, a los ojos de otro tanguero. Claro, Mechi tampoco lo imagina. Es muy joven aún, y encuentra a estos personajes un tanto bizarros. Fantaseo que con mi mediación en la contratapa quizás, pueda escucharlos.
Ahí voy. Mercedes: dicen los varones de la cuarta mesa del Bar que, "el montón de horas dedicadas a Guizot no va a inmunizarte cuando al final del día tengas necesidad de un abrazo". Aconsejan que entre tanto paper académico, te hagas un ratito para recordar como te miraba tu papá. Porque al final, nada es cierto, y París, vende azul lo gris.
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