Domingo, 30 de diciembre de 2012 | Hoy
CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
Por Adrián Abonizio
* Luis Alberto Spinetta murió hace unos meses y el chico vió a su papá llorar el día que se enteró de la noticia. Mientras cruzan la ciudad juntos oyen en el auto el cd copiado de Resumen Porteño. El chico resuelve hablar: -No estés triste papá. -No hijo pero es como un amigo cuando se va lejos y uno lo extraña. El pibe repica: -¿Ya era muy viejito, no?. El tipo se cuida al dar la respuesta. -Y...de mi misma edad. Entonces el chico concluye. -Bueno, pero dejó muchas canciones lindas, las mismas que vas a dejar vos aunque no las hagas. Para mí es lo mismo.
* "Usted está en el sitio donde Ernesto Guevara fue fotografiado antes de partir", se lee en el cartelito humilde de chapa, junto a las escalinatas de uno de los puentecitos del lago Independencia. Apenas si se le nota, la toma es borrosa y no se distingue su rostro. Muy distinto de aquel, prodigiosamente muerto con los ojos abiertos. Es que el que tomó la primera instantánea ni suponía cuando apretó el botón calcáreo qué prodigio estaba surgiendo al fotografiar una leyenda.
* El viejito esgrime una salud auditiva y una ética ciudadana ejemplares. Cuando por la calle le tocan bocina para saludar no devuelve el gesto ni con una seña. -Así aprenden a no joder los oídos de nadie, se dice. -Pobre, está sordo, comentan los que manejan.
* En una esquina la casa geriátrica, en ochava los portales del cementerio. -Es cuestión de cruzarse nomás, dice un ancianito a otro, quien le replica con altísimo sentido del humor absurdo: -El problema es si encima nos pisa un auto.
* El bunker donde venden cocaína esa noche llamó la atención de los vecinos. Se detuvo un coche tan largo como un transatlántico y descendió de él un tipo -el padrino, un tipo gordo encanecido- muy apurado. Adentro, la novia con su disfraz blanco y el novio, pálido de miedo, esperaban. -La fiesta debe estar muy bajón, comentó un pibe de la esquina tirando el humo al viento.
* Tiene casi setenta años y una amante de treinta. Supuestamente va al café todas las noches, comparte las mesas, la sagrada resignación y el tabaco de todos. Nadie sabe de su vida secreta, menos aún su esposa que al verlo salir y saludar desde la esquina, feliz porque se va a quedar sola una horas mientras él juega al casín, se comenta para sí: -Pobre, está tan arruinado que me da lástima.
* La abuela le ordena que escriba las oraciones sobre las rayas del cuaderno. Él se niega sistemáticamente: -Así las letras nunca van a aprender a volar- agrega.
* La maestra sugiere a los alumnos que dibujen y escriban sobre sus superhéroes. Todos hacen Hombres Arañas, Batmanes. El pibe, sentadito en su rincón entrega la hoja con el garabato de dos seres. La maestra no entiende quienes son. -Hijitus y Patoruzito, aclara el chico. Los demás se ríen. El, tal como le enseño su papá lo toma con paciencia. -Este chico atrasa, parece un viejito, comenta con tono idiota la maestra en el salón de profesores.
* El hijo pregunta al padre qué cosas recuerda de su infancia. -Había solo radio y cuando llegó la tele solo un canal en blanco y negro...mi tío tocaba el violín, mi papá el acordeón y había música en vivo casi todas las noches teníamos un fondo con un caballo y en invierno se llenaba la casa de olor a leña quemada. El pibe suspira. Se imagina todo como en cuadrito de historieta y reflexiona. -Eso si era vida. Pero no dice nada, acerca de esa envidia atemporal que está sintiendo.
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