CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
Algo ocurre. Algo deja de ocurrir. Alguien habla. Alguien proyecta su sombra en el piso del bar. Alguien espera un llamado. Alguien bebe. Alguien se deja beber. Alguien mira a través del vidrio. Los perros en la calle saltan y ladran alrededor de la perra azul. Es difícil separar lo que ocurre de lo que no ocurre.
--El tema no es Dios, sino la palabra Dios.
--¿De qué origen es usted?
--Humano. ¿Y usted?
--Divino.
-+Lo siento mucho.
-Bueno, cada cual se debe hacer cargo de su cruz.
-La verdad que no comparto esa idea: me parece inhumana.
--Hay cosas que digo de memoria.
Al unísono levantan las copas y brindan.
--Por la desmemoria.
--No esperaba menos de usted.
--Ni yo.
Sueños sin velocidad empiezan a tejerse. Alguien atraviesa el salón como un aceite lentísimo.
--¿A qué hora empieza el show?
--A la madrugada.
--Dicen que la artista canta desnuda.
--Sí, y entre canción y canción nos desnuda a todos.
Los mozos limpian las mesas vacías. Levantan migas de la vía láctea, despojos recién nacidos de la eternidad.
--¿Siempre?
--Siempre.
Dios apoya la cabeza en su mano y queda pensativo. La mujer no se mueve. Algo sigue su camino.
--Dice usted que el problema es la palabra Dios.
--Sí. La mayúscula, sobre todo.
Los perros vuelven a ladrar. La perra azul los ignora. Un celular suena en otra mesa. Las comunicaciones que ya no comunican. La única escena posible es la de la mujer desnuda.
--Este fin de jornada es uno de tantos, ¿verdad?
--Eso parece.
El ladrido desgarrado de los perros los sobresalta. La perra azul yace tendida en mitad de la calle.
--Se quedaron sin amor.
--Esa perra azul parecía bajada del cielo.
--Yo no la traje.
--Hubiera jurado que sí.
--(?)
--(?)
Por la calle gris avanza el barrendero. Es difícil decir qué barre y qué deja, pero se quita los guantes y toma la perra azul entre los brazos. Los perros mueven la cola a su alrededor. En el interior del bar suena una música celeste. El barrendero coloca sobre la vereda, con infinita delicadeza, al ser que ha salvado. Lo cuida. Lo reanima. Lo acaricia. Es difícil saber qué es prosa, qué poesía, pero esa es la perra azul bajada del cielo.
La mujer desnuda aparece de pronto en una escena cálida y amarilla. Es difícil saber cuándo es adentro y cuándo afuera. Sobre la banda sonora revolotean algunos pájaros. Un hombre toca el piano. La escena ahora es líquida y verdinegra.
Dios se acerca y habla en voz baja.
--Présteme su cuerpo.
--Pero mi cuerpo es de mujer.
--Quiero sentir con su cuerpo.
--Entonces no querrá volver a ser Dios.
--Ya no quiero serlo.
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